Tabala

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Incluso si dices que es el final, solo quédate un poco más.

La Alfa observaba con nostalgia a su hija jugando desde la cocina, sabía que ella era diferente, lo supo desde el instante en que nació, su cachorra había nacido para cosas grandes, pero al mismo tiempo en el instante en que la sostuvo en sus brazos por primera vez también vio en sus ojos reflejada la presencia de la tragedia, un fuerte retorcijon en el estomago le hizo evocar aquella amarga sensación que nublo la alegría de tener a su cachorra por primera vez entre sus brazos, Yusara supo entonces que con su hija moriría su estirpe, que ella seria la ultima de su manada y con ella todo empezaría y terminaría a la vez.

Su Alfa poso suavemente los labios en su cuello haciéndole dar un respingo por la sorpresa.

—¿En que piensas amor? pregunto dulcemente el hombre, ella se le quedo viendo fijamente unos instantes y se sintió una vez mas plena y afortunada, no lo amaba, ambos sabían eso y él tampoco la amaba, tenían esa certeza y estaban bien con ello, el suyo nunca fue un matrimonio por amor, el suyo fue un arreglo mas entre su manada, tal y como venia haciéndose desde el inicio de los tiempos, todo para no mezclar su sangre y todo porque para bien o para mal habían nacido con una noble misión que debían cumplir a toda costa aun si el precio a pagar era su propia felicidad porque primero era el deber y luego el interés personal, aun así ambos se sentían afortunados de tenerse el uno al otro, no había amor pero los años de convivencia y una hija en común lograron que entre ellos surgiera la suficiente cercanía y cariño para tener una buena y satisfactoria vida, ella quizá se sentía un poco mas afortunada que él porque sabia que pudo ser peor y haber sido emparejada con algún Alfa abusador tal y como paso con su madre quien tuvo que soportar largos años de abusos y golpes por parte de su esposo.

—Es diferente —dijo al fin como única respuesta a su Alfa quien la acogió entre sus brazos en un tierno abrazo —Ya lo se —respondió él.

—Guiara al mundo —susurro al final en un hilo de voz, de sus ojos descendían grandes y calientes gotas de agua salada, el peso del mundo era una carga demasiado grande para una cachorra y dolía como la mierda saberlo y no poder hacer nada para cambiarlo.

Su cachorra nació con una misión predestinada, una que llevaría a las 3 manadas a la guerra y ella seria el faro que ilumine el camino a la Alfa suprema, el valor que tenia su cachorra era incalculable asi mismo como lo era el valor que tendría que pagar por ello, lloraría lagrimas de sangre y en la batalla final seria quien se sacrifique para preservar la vida de la Alfa suprema, aquella cachorra era un recipiente en el que se contendría toda la maldad del mundo y su muerte seria el precio a pagar por aquella condena.

—Tabala —llamo la Alfa, —Entra ya cariño vamos a comer.

La cachorra de tan solo 7 años obedeció pero no en el instante, llevaba ya mas de media hora observando a un hombre vestido de negro y con un sombrero de copa que la miraba fijamente, al segundo llamado de su madre al fin decidió entrar, podía notar en el tono de la mujer que comenzaba a enojarse así que era mejor entrar o estaría en problemas.

Las siguientes semanas trascurrieron en una aparente calma y tranquilidad, hasta que llego aquel viernes.

Ese día salio como siempre en la mañana hacia la escuela, la pequeña Tabala no tenia amigos, era una niña solitaria y sus compañeros de clase siempre la molestaban y la trataban como a un bicho raro, ella nunca les dijo nada para defenderse, no tenia caso hacerlo, si lo pesaba bien si era un bicho raro, veía espíritus y tenia premoniciones sobre el futuro, ¿Como le explicas eso a unos niños? no, lo mejor era callar y que la creyeran loca, las burlas dolían si pero como decía su mama, era su destino y había que aceptarlo.

Sangre de  Lobos (Ziam Palik) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora