El lobo blanco

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Me siento tan solo, el sol me huye para no ver mi dolor y mi único consuelo se mueve y crece dentro de mi cuerpo.



Un mes después

Había amanecido ya, Liam podía asegurarlo por la tenue luz de la mañana que se colaba por las gruesas cortinas color hueso.

Se rindió a conciliar el sueño y se incorporó de la cama. El frío de las losas calaba en las plantas de sus pies, era una sensación muy placentera a decir verdad, fue hasta la ventana e hizo a un lado las pesadas cortinas para recibir de lleno la luz del sol en su rostro.

La vista era la misma de siempre, un amplio jardín circular con setas cuidadosamente podadas en figuras de perros con un manto de flores a sus pies. Los senderos estaban distribuidos alrededor de cada entrada a la hacienda y se unían en el centro en una fuente de tres pies de alto, tallada en mármol, con la figura de Selene la Diosa de la luna acunando en sus brazos la figura de un cachorro de lobo blanco, de sus ojos brotaba el agua y se deslizaba por sus generosos pechos, la falda del vestido y los rubíes de sus dedos, hasta llegar a los canales por donde hacia su lento recorrido hasta llegar a un lago artificial.

Más allá de eso se apreciaba una estructura circular de pesadas puertas de cristal blindado, los tallados en los pilares y los amplios ventanales con cortinas echadas que daban privacidad al inquilino.

La hacienda de la Alfa Tabala, era un lugar sumamente pacífico, hermoso y rutinario. Liam había recorrido ya el gran jardín incontables veces, la basta biblioteca y los pasillos de granito que hacían eco a sus pisadas.

¡Estaba harto!

La frialdad del lugar era desesperante, aunque no tenia por que quejarse, la habitación que le había asignado era amplia, con una cama matrimonial y sabanas de seda, un closet, un escritorio de madera de caoba, y por supuesto un baño con todo lo necesario para su comodidad con tina incluida.

Una vez mas como cada mañana se dirigió hasta el jardín al lago artificial que adornaba la propiedad.

La cristalina agua reflejaba la luz del sol sobre él, provocando destellos en las suaves ondas que sus dedos dejaban tras de sí al hundirse en el líquido helado. El frío mordió su tierna carne, provocando un agradable dolor que dio paso a un entumecimiento reconfortante conforme su mano se fue introduciendo de a poco por debajo de la superficie, insensibilizando la zona por la baja temperatura que comenzaba a provocar un gracioso color azul en su piel agarrotada.

Liam hizo una mueca cuando intentó mover su mano y está no respondió de inmediato, sin embargo, la falta de reacción no le preocupó en absoluto, pues sabía que sólo era cuestión de retirarla para que volviese a su estado normal sin mayor esfuerzo que el de frotarla para hacerla recuperar su calor y con ella, su movilidad, pero no lo hizo, aún no, y no sabía exactamente por qué estaba poniendo a prueba la resistencia de una parte de su cuerpo pero estaba tan ensimismado mirando las pequeñas arrugas formándose en sus dedos que inconscientemente se inclinó un poco más sobre su cuerpo, tan cerca del borde que estaba seguro que si se movía tan sólo un poco más, caería de lleno dentro, miró el fondo con un ligero interés en sus ojos perdidos y se preguntó si el ardor del frío sobre su cuerpo se sentiría tan insignificante como lo hacía en sus manos, si duraría una eternidad entumirse por completo hasta que el frío calara por sus poros y se arraigara en su interior, si él agua ahogaría por cada uno de los sonidos del exterior y en su lugar dejaría el silencio pacífico de una noche estrellada, sería sencillo comprobarlo pero no era idiota como para hacer tal cosa, sobre todo porque se conocía tan bien que sabía que su instinto de salvar a su cachorro siempre vencería cualquier estúpido intento por terminar con su vida. Y de cualquier forma, morir ahogado en un alberca era simplemente patético. Por la Diosa.

Sangre de  Lobos (Ziam Palik) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora