La prueba final (segunda parte)

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Cuidado que viene y nada lo detiene, cuidado se acerca, cuidado que viene ya, el lobo te matara...

Se detuvo y le hizo una señal al hombre de la bata blanca, Zayn tuvo la vaga sensación de que por detrás de él le acercaban un aparato grande, el Alfa se había sentado junto a la cama de modo que su rostro quedaba casi al mismo nivel del de el Alfa moreno.

—Tres mil —le dijo, por encima de la cabeza de Zayn, al hombre de la bata blanca.

Dos compresas algo húmedas fueron aplicadas en sus sienes, sintió una nueva clase de dolor, era... algo distinto... quizá no fuese dolor sino otro tipo de sensación desconocida hasta ese momento por él. El Alfa le puso una mano sobre la suya para tranquilizarlo, lo veía casi que con amabilidad podría decirse.

——Esta vez no te dolerá —le dijo como si con aquellas palabras buscara darle algún tipo de consuelo.

—Solo no apartes tus ojos de los míos.

Dicho esto, en ese mismo momento Zayn sintió una explosión devastadora o lo que parecía una explosión dentro de su cabeza, aunque no era seguro que hubiese habido ningún ruido, lo que si se produjo fue un cegador fogonazo, Zayn no estaba herido, sólo muy aturdido, aunque continuaba estando tendido de espalda; cuando aquello ocurrió, tuvo la curiosa sensación de que le habían empujado hasta quedar en aquella posición.

El terrible e indoloro golpe le había dejado aplastado, y en el interior de su cabeza también había ocurrido algo extraño, al recobrar la visión perdida un instante por el fogonazo, recordó quién era y dónde estaba y reconoció el rostro que lo contemplaba, pero tenía la sensación de un gran vacío interior, se sentía como si le faltase un pedazo del cerebro.

—Esto no durará mucho tranquilo -intentó consolarlo nuevamente aquel Alfa.

—Mírame a los ojos. ¿Cuánto dinero te robaste Zayn?

—No lo recuerdo.

—Le robaste a tu padre ¿lo recuerdas ahora?

—Si

Y era verdad, lo recordó durante un fugaz momento, Zayn llegó a ver en su mente el momento en que sustraía el dinero de la caja fuerte de la oficina de su padre, pero pronto la alucinación se desvaneció, volvió a ser todo normal y sintió de nuevo el antiguo miedo, el odio y el desconcierto por la situación en la que estaba envuelto.

Pero durante unos instantes, (quizá no más de treinta segundos) durante aquél aturdimiento, había tenido la luminosa certidumbre de que todas las palabras de aquel hombre habían venido a llenar un hueco de su cerebro convirtiéndose en una verdad absoluta.

En esos instantes podía verse como el ladrón que le decían que era, pero antes de que el Alfa hubiera dejado caer la mano, ya se había desvanecido la ilusión.

Sin embargo, aunque no podía volver a experimentarlo, recordaba aquello como se recuerda una viva
experiencia en algún período remoto de nuestra vida en que hemos sido una persona distinta, como un efímero y revelador recuerdo de una vida anterior.

—Ya has visto que es posible manipular la mente de los demás, para que crean lo que a nosotros nos conviene -le dijo su captor.

—Sí —dijo Zayn.

El hombre se levantó con aire satisfecho, a su izquierda vio Zayn que el médico de la bata blanca preparaba una inyección, su interrogador lo miró sonriente, se ajustó las gafas en el puente de la nariz y salió de la celda.

El hombre se levantó con aire satisfecho, a su izquierda vio Zayn que el médico de la bata blanca preparaba una inyección, su interrogador lo miró sonriente, se ajustó las gafas en el puente de la nariz y salió de la celda

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Sangre de  Lobos (Ziam Palik) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora