Capitulo 2 / ¿Julian?

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Mamá amaba ese perro, yo, me daba por muerto.

Lo busque por varias cuadras y también me volví al lugar del accidente, quizás algo de allí le hubiese llamado la atención y había regresado, pero no fue así.

La noche cayó y ya en casa, la computadora hizo uso de mi tiempo.

Mamá llamó y me dijo que saldrían a comer con otras mujeres al centro y que no volvería hasta tarde.

No me había atrevido a decirle lo del perro por el teléfono, no quería arruinar su noche.

Sentía que el tarro verde con la marca de su comida grabada en él me observaba desde el piso, y abusaba de mi culpa.

Encargué una pizza, porque lo de cocinar no era mi fuerte y cuando el chico repartidor llegó, me miró un poco de más a decir verdad, cosa que me asustó, lo que faltaba, que además de quedarme sin perro me violaran, Jesús.

El queso se derritió en mi boca y yo era feliz, esa seguía siendo una buena pizzería, definitivamente.

Recuerdo que una vez mamá quiso conseguirme trabajo allí y me negué. ¿Qué pasaba si al ver tantas pizzas por día dejaban de gustarme? ¡Santa madre! Eso no iba a pasar. Aunque cuando mis amigos se enteraron de la idea, pensaron en pizzas gratis automáticamente, yo seguía rehusándome.

Noche de sábado en casa, solo, pero con pizza, meh, yo estaba bien.

Empezaría mi mudanza ya, no tenía que otra cosa por hacer, el dicho dice "No dejes para mañana lo que puedes hacer hoy" y aunque seguramente mañana tampoco hiciera nada, ¿Por qué no empezar?

Bajé al sótano y encendí la perilla de la luz junto a la puerta, joder, esto sería bastante trabajo.

Luego de sacar todas las cajas fuera de la habitación y dejarlas en un rincón en el garaje y barrer absolutamente todo, quizás seguía viéndose un puco aburrido, pero tenía potencial.

Las gotas de transpiración querían tirarse por mi frente, así que me até una bandana que encontré por allí entre cosas de mi niñez, siempre me habían gustado.

Abrí un poco la pequeña ventana que había allí que daba a la calle y tocaba con el suelo exterior. Tranquilamente alguien podía pasar por esta, alguien pequeño entre todo, quizás si me encogía yo también pasaba, pero era de noche, no lo intentaría, y tampoco quería que alguien entrara.

Deje la luz de encendida y subí a mi habitación para empezar a traer un par de cosas, no era mucho pero por algo empezaría.

El sótano tenía una escalera para llegar hasta él, recordaba que de pequeño siempre caía por ella y mis primos me molestaban diciendo que por ello había quedado tonto, los odiaba, corrección, todavía los odio.

Era más grande que mi habitación, estaba bien, pensaba poner una gran alfombra en el centro del suelo, quedaría genial.

También traería mi batería allí y podría tocar sin que los vecinos me molestasen por el ruido, malditos anticuados.

Volví arriba para llevar algo más, pero cuando encontré un viejo cómic y me senté en la cama para leerlo, el sueño se apodero de mí y la noche termino allí.

El domingo lo use para seguir con mi proyecto y ya con la batería allí, me quedé practicando bastante tiempo.

James pasó un rato a la tarde y me apoyó con la idea de la mudanza.

Mamá volvió y como era de esperarse se enteró de Jack, pero para mi sorpresa no lloró, salió a buscarlo ella misma e hizo a mi papá avisar a todas las veterinarias y perreras que había en la ciudad.

The Bunker ►TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora