Capítulo 9 / ¿Eso es todo lo que sabes Brad?

1.4K 106 101
                                    

La familia de Tristan era muy grande, y eso significaba que su casa se encontraba repleta de personas comiendo y riendo.

Bradley no era muy apegado a la gente pero los primos del rubio le habían caído geniales y no paraban de hablar entre ellos, mientras Tris lo observaba desde su  lado de la ronda.

La madre y dueña de la casa llamo a todos a cenar.

Las tías de Tristan no dejaban de alagarlo por su presentación y estaban encantadas con el castaño y su voz.

— ¡Cantas genial Bradley! ¡Eres tan lindo! ¡Ginna mira esos risos, por Dios! —chilló una de las mujeres sentada frente a el ruloso en la mesa.

— ¡Pero mira esos cachetes, Rebbeca! ¡Es adorable! ¡¿De dónde lo has sacado Tristan?! ¡Si podría ser modelo! —habló la otra mujer a su lado mirando al muchacho rubio.

— ¡Vieron! ¡Se los dije hermanas, Brad es un encanto! —dijo la madre de Tristan desde el otro lado de la enorme mesa.

Bradley se había sonrojado un poco y fijaba su vista en la comida de su plato.

— ¡Oh chicas, paren un poco! ¡Lo hacen avergonzar! ¡Falta que digan que podría ser el novio de tu hijo! —habló el tío de Tristan, el hermano de Eli.

— ¡Pero si yo he dicho lo mismo cuando lo conocí! —dijo Jess que también se encontraba allí.

— ¡Encantada! ¡Estaría encantada! —gritó nuevamente la tía Rebecca, mientras se servía más pavo.

— ¡Ahora también pones colorado al chico! ¡Si serás! —dijo un gran amigo del padre del rubio, señalando a este— ¡Míralo! ¡Esta rojo!

Tristan quería morir allí, literal.

Sus primos comenzaron a reír, y él no elevo la mirada en ningún momento, aun menos con Bradley sentado a su lado.

— ¡Vamos Tristan! ¡Di que sí! ¡Quién no quisiera un primo gay! —gritó uno de sus primos, y su madre, una mujer alta y flaca, lo reprocho en voz baja haciendo que se callase.

El padre de Tris reía, él era una persona de mente abierta, igual que su esposa, y la situación les causaba muchas gracias a decir verdad. Pero en cambio los abuelos del chico, se mantuvieron callados, ellos no pensaban igual.

—Déjenlos, los avergüenzan, ninguno puede comer... —dijo Aaron, otro primo, el más tranquilo del grupo, pero fue interrumpido por su hermano.

— ¡¿Comer... o caminar?! gritó.

Todos los adolescentes de la mesa comenzaron a reír fuertemente y Tristan, aun con la cabeza gacha observó por el rabillo del ojo al castaño, quien jugaba con sus pulseras y al percatarse de la mirada de su amigo también se la dirigió. Se quedaron así por un rato, mientras los mayores intentaban calmar a los menores quienes no dejaban de soltar carcajadas por el mal chiste.

Por fin todo pasó y terminaron de comer.

Entonces las doce de la noche llegaron, y con ella la navidad.

Todos se pararon y comenzaron a saludarse, uno por uno, y de apoco salieron a la calle, a ver los fuegos artificiales iluminar el oscuro cielo.

Tristan solo saludo a algunos y fue por Jack al jardín trasero de la casa, quien no dejaba de ladrar alterado por los fuertes ruidos de la pirotecnia.

Lo amarro con su correa, lo encerró en el sótano y volvió a salir afuera con los demás.

Se sentó en el césped de la vereda de su casa, con las piernas chocando contra su pecho, los brazos a su  alrededor, y observó el cielo.

The Bunker ►TradleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora