Uno

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Draco Malfoy se encontraba en casa, escribía un par de capítulos para su nueva novela, que trataba sobre una condesa enamorada del príncipe heredero. Un romance triste, donde la infidelidad estaba presente por ambas partes, desde luego que la idea llegó tras ver a Granger, era irónico que ella fuese su musa.

Su novia estaba en otra área de la casa tocando el piano, era algo molesto ya que no le dejaba concentrarse por completo en las emociones que deseaba plasmar y empezaba a cuestionarse sobre si debía terminar o no su relación, ya que Astoria parecía siempre tratar de importunarlo con su música desastrosa que no estaba ni cerca de ser placentera a sus oídos, ya antes tuvo que vender un piano y ella volvió a comprar otro.

Decidió que el personaje femenino de su libro iba a perder al bebé, solo porque su novia le estaba perturbando con el enojo que le estaba infundiendo a través de las notas nada afinadas. Decidió que él se quedaría soltero otra vez y con eso conseguiría la paz que estaba anhelando. Dejó sus manuscritos dispuesto a cruzar la casa para finiquitar su relación y echar a Astoria, así eso le costase un par de horas de gritos y llantos.

— Señor, ha llegado visita — Almendra, su ama de llaves le informó. — Es Hermione Granger y la señorita Astoria ha bajado a atenderla.

— Por favor lleva el café al salón, voy a hablar con ella. — Sonrió para sí, la actriz era peligrosa y prácticamente le ayudaría deshacerse de su novia.

Bajó parte de las escaleras, desde luego la actriz le puso el abrigo en las manos a su novia, creyéndola parte de la servidumbre, algo que a Draco le divirtió en sobremanera, no obstante Astoria se veía ofendida. Caminó hacia el salón muy seguro, había algo diferente en esta chica, La manera en que movía su pelo, era divinidad en movimiento. Un espectáculo grácil. Daba la impresión de ser de esas mujeres en las que no se podía confiar y estaba seguro de que era así.

— ¿se puede saber qué hace aquí? — Astoria le preguntó de manera directa tras dejar el abrigo en uno de los sofás, desde luego que no lo lanzó al piso puesto que no contaba con el dinero suficiente para pagarle la tintorería o incluso comprar uno similar.

— Tengo una cita con Draco Malfoy — respondió con una sonrisa perfecta.

— Él no me contó nada— protestó la joven de 26 años. Era muy menuda y pálida, con el cabello castaño. — Mi novio me dice cuándo va a salir con alguien importante.

— Ya veo, no te contó que soy la mujer con la que se escribe cartas y e-mails, pero seguro que me viste en una de sus fotografías de sus redes sociales — Hermione no decía nada que fuera mentira, pero se malinterpretaba gracias a la manera coqueta en la que lo decía.

Claramente por la cabeza de Astoria pasaron pensamientos negativos, era la naturaleza celosa de una mujer.

Así que Draco terminó de descender por las escaleras — Creo que ya se conocen, no hace falta presentación, Granger ven conmigo, tendremos privacidad para hablar en mi despacho.

— Draco no te hace falta fingir, ¿no hablamos anoche por teléfono? — le dio una sonrisa ladina a la vez que veía a Astoria con desafió, retándola a oponerse.

Astoria lloró al comprender lo que estaba ocurriendo — Debí suponerlo... Puedes quemar mis pertenecías, me marcho — Dicho eso tomó las llaves de su camioneta y se marchó.

— Siempre quise decir esa frase, la escuché en una canción... — le miró divertida al verlo con el entrecejo fruncido — Draco no te hagas el tonto, sé que estuviste en las escaleras observándonos, querías que le pusiera final a tu relación... yo dije frases que ella malinterpretó y si quieres volver con ella solo debes aclar que fueron sus celos que le dieron sentido a sus...

— No voy a regresar con ella — Interrumpió él y se sentó en el sofá más cercano y con la mano la invitó a hacerlo también — ya que estás cómoda aquí, ¿a qué debo tu visita?

— Bueno, he insistido de mil maneras para que me digas que pasó con los personajes de la novela, tenía la esperanza que aparecieras en la fiesta de reencuentro para confesarte que soy tu más grande admiradora. — guardó silencio para meditar sus palabras mientras Draco se sentaba delante de ella— saber que me detestas desde el colegio me hizo sentir bien, todos me aman por mi físico o mis películas, nadie más que los diarios se atreven decir que soy un desastre.

— ¿y que te hace pensar que te diré lo que pasó al final de la novela? — el escritor recibió el café que almendra le dio — Gracias Al, espero que te guste el café negro, Granger.

— Me gusta, pero lo bebo cuando leo una novela — agradeció a la ama de llaves con una sonrisa sincera. — Creo que me lo dirás porque no puedes contener más ese secreto.

— Buen punto, pero no te lo diré.

Hermione cruzó las piernas al puro estilo de Sharon Stone, la falda roja que usaba no ayudó a cubrir lo que el escritor alcanzó a ver — Sabes puedo ser muy persuasiva cuando quiero algo.

— Por eso es que te detesto, podrías manipularme, ser mala, peligrosa y... — la actriz acomodó su escote para que el viera un poco — Deberías irte.

— puedo ser de ayuda para tu siguiente libro. — Ella bebió su café y se puso en pie para ir hacia él — no has publicado nada en el último año y se rumorea que se te han ido las ideas... que no puedes escribir nada más...

Entonces pasó, ella lo tocó. Él sintió que hundía en la pasión a causa de los labios de la extraña mujer, era como una caída a un panal de miel. Consideró que la boca de la actriz era más tersa que la seda, pero su espíritu interno y sus palabras estaban tan afiladas como una espada de doble filo. La detestaba, pero aun así cayó atrapado en la telaraña de pecado. Un toque, un beso, un susurro de amor. Hundido en la oscuridad de una locura de pasión.

La llevó sobre sus brazos a la habitación de invitados, cuando estaban a un paso de unirse ella le pregunto: — ¿Qué pasa con el final de la novela?

— Tras varias giras ella termina cansada y le disparan, no muere, pero ocasiona muchos desastres, el detective se hace pasar por muerto. — No dijo más porque la poseyó.

Solo había conseguido sacarle un poco de información sobre esa novela, pero aun así ella era peligrosa. Tendría que rezarle a Dios, ya que tenía claro cómo la lujuria puede cegarlo. Era una pasión que no sabía por qué emergía desde lo profundo de su alma, la detestaba y odiaba por ser como era.

Granger no calificaba como una maldita amante, ni siquiera como amiga suya. Solo como alguien que a pesar de que le llamase "dulzura" en medio de gemidos no era nada buena para el escritor.

Toxic ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora