Capítulo 3

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— Lo siento, no quise asustarte – Dice con voz profunda y no puedo evitar sonrojarme.

— Es mi culpa, no sabía que alguien más vivía aquí.

— Soy Christian – Dice y estira su mano hacia mi.

Tengo que soltar los tacones en el piso para estrechar su mano con firmeza, aunque me tiembla un poco.

— Soy Ana, y debo irme.

Meto los pies dentro de los zapatos y le sonrío una vez más antes de comenzar a caminar hacia el ascensor. ¿Podría esto ser más vergonzoso? La peor caminata de la vergüenza de mi vida.

— ¡Espera! Te acompaño.

Mierda. Sí podría ser más vergonzoso. El chico de los ojos grises sube conmigo al ascensor y presiona el botón del vestíbulo. Rebusca en los bolsillos de su saco hasta que encuentra una cajetilla de cigarros.

— ¿Fumas? – suelto sorprendida, y luego apenada. ¿A mí qué mierda me importa si fuma o no?

— Solo cuando estoy ansioso.

— ¿Estás ansioso ahora? – sonrío y él también lo hace.

Salimos del ascensor y pasamos el vestíbulo hasta las puertas de cristal. Apenas tocamos la acera cuando Christian enciende el cigarrillo en sus labios, sus delgados y apetecibles labios.

¿Qué mierda me pasa? No puedo dejar de observarlo, y él seguramente tiene una opinión equivocada de mi. O no. Después de todo, si soy la chica que conoció a Elliot hace dos noches.

— Se supone que saldríamos a beber, y el bastardo me dejó plantado – dice de pronto con el humo saliendo de su boca.

— Lo entiendo completamente – sonrío girando hacia la calle – A mi amiga Kate le gusta citarme en lugares a los que no va a llegar.

Christian ríe y pequeñas arrugas se forman junto a sus ojos. Ahora estoy mirando con atención sus ojos, haciéndolo sentir incómodo porque patea una piedra imaginaria del piso.

— ¿Cuál es tu auto? – pregunta y volteo hacia la calle, a los autos estacionados antes de señalar.

— ¿Ves aquél precioso Audi rojo? – Él entrecierra los ojos y asiente con incredulidad – La parada de mi autobús está detrás.

Su sorpresa se transforma en una gran risa divertida, por lo que tiene que sostener el cigarro con la mano para no arrojarlo al piso. Vuelve a poner el cigarrillo en sus labios y mete las manos a los bolsillos.

— ¿Elliot no te lleva?

Niego levemente con la cabeza antes de volver de nuevo hacia la calle, buscando un taxi. Christian inhala el humo del cigarrillo y luego gruñe algo que suena como: imbécil.

—  Ahí viene un taxi – digo con demasiada emoción mientras agito mi mano.

El conductor se detiene junto a la acera y me apresuro a abrir la puerta de atrás, pero antes de subir giro hacia mi acompañante.

— Un gusto conocerte, Christian.

— Igual, Ana.

— Así que... - balbuceo. ¿Qué debería decir? ¿Me encantan tus ojos? – Nos vemos.

Entro en el auto y le doy la dirección de mi departamento. No bebí demasiado, estoy bastante conciente de mis acciones. Pero aún así, me siento aturdida.

Voy directo a la ducha para quitarme el olor a alcohol, sudor y cigarrillo. Me tomo un par de aspirinas en la cocina para anticipar la resaca y compruebo que, de nuevo, Kate no llegó a dormir.

El sábado es mi día libre, pero paso la mañana poniéndome al corriente con la larga lista de lecturas que me encargó Hyde. Mierda, son tantos libros que no siento que avance.

Decidida a compartir mi desdicha, escribo un texto rápido a Regina, la secretaria de Hyde.

*Gracias por la tonelada de trabajo, quiero lanzar todo a la mierda y leer solo el final del libro*

Ella me contesta de inmediato.

*No hagas trampa, lee el libro completo y disfruta la lectura*

*No quiero, además, ¿Por qué todos los protagonistas se llaman Aiden? ¿Por qué no pueden llamarse Christian?*

*¿Christian? ¿Has estado leyendo libros eróticos otra vez?*

*¡No! Es solo que estoy tan estresada que no puedo concentrarme*

*¡Entonces vamos por tragos! Eso siempre funciona para mí*

*¿Lori's?* - Pregunto lanzando el manuscrito sobre mi cama.

*Si*

Voy a cambiarme por unos jeans azules ajustados y una blusa blanca sencilla pero elegante. Tomo mi bolso y el movil para ir hasta la parada del autobús y hacer los 10 minutos hasta el bar.

Cuando llego no solo Regina está ahí, Lindsay también, así que me siento junto a ellas para pedirme un trago. Hoy se me antoja un Daiquiri de frutas.

Hemos bebido nuestra primera ronda de tragos, cuando Mina y Vania entran por la puerta directo hacia nosotras.

— ¿Por qué estamos aquí? - gruñe Vania.

— Para beber – Lindsay pone los ojos en blanco y sorbe otro trago de su Margarita.

— ¡Pero quiero ir a The Búnker Club! – Chilla Mina.

— ¿Por qué? – Dice Regina – Estuvimos ahí ayer.

— La pequeña está enamorada del cantinero – se ríe Vania – Así que muevan los culos hasta mi camioneta.

Quiero protestar, de verdad quiero hacerlo pero no se me ocurre una razón suficientemente buena para no ir a nuestro nuevo punto de reunión.

Y luego hacemos el mismo procedimiento de ayer. Nos sentamos en la mesa central, dándole a Mina la silla que le permite ver de frente al chico moreno detrás de la barra.

— ¡Qué vista! – suspira Mina.

— ¡Qué chico! – la sigue Lindsay.

— ¡Qué brazos! – Se ríe Vania y todas reímos con ella.

— Creí que estabas saliendo con alguien – señalo a Vania – ¿Cómo se llamaba?

— Barry... Barry Connor.

Barry... Barry... Barry... El nombre me suena. Pero, ¿De dónde? Seguramente en la televisión, ¿o en el periódico? ¡Oh mierda!

— ¿Barry Connor? ¿El reportero del Seattle Times?

— Si, aún nos vemos de vez en cuando. ¿Lo conoces?

¡Y quiero gritar que si! Que se acuesta con Kate y por eso siempre me deja plantada. Pero antes de que las palabras salgan de mi boca, el mesero se sitúa junto a nosotras con nuestra siguiente ronda de tragos en su bandeja.

— Dos margaritas, dos Daiquiries, un Old Fashion – coloca los tragos frente a nosotras – Y un Cosmopolitan para la señorita.

Pone la bebida rosa frente a mi y me guiña un ojo. Mierda. Ni siquiera tengo que voltear completamente para saber que Elliot está en la barra, mirándome.

Amigos + Beneficios (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora