Capítulo 28

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— ¿Pero qué mierda está mal contigo? ¿Cómo puedes ser así?

— Christian es mío, yo lo vi primero.

— ¿Tienes 6 años? ¡Esto no se trata de ti! ¡Es sobre lo que él quiere!

— ¡Pero tú no lo conoces! ¡Yo he estado enamorada de él desde que nos mudamos a Seattle!

No puedo más, no puedo seguir peleando con esta chica porque siento que estoy hablando con la pared. Ella simplemente elige no escucharme.

— Yo tenía 6 años cuando mamá, Elliot y yo llegamos aquí desde Detroit.

Dice ella después de un par de minutos. Tiene la vista fija en sus manos, así que permanezco en silencio para que siga hablando.

— Mi hermano no era el idiota que es ahora, sino un chico flaco, pálido e inseguro que era molestado por ser el nuevo de la escuela.

— ¿Qué edad tenía él? — Me atrevo a preguntar.

— 12 años. Christian y su padre Carrick vivían en la casa de al lado, pero era muy raro verlos. El señor Grey pasaba todo el día en su despacho y Christian solo salía de la casa para ir a la escuela.

Mientras Mía lo dice, puedo imaginarme a un chiquillo de ojos grises sentado en un cómodo sofá leyendo un libro o escuchando música a todo volumen en su habitación.

— Mamá también estaba fuera todo el día, así que nos dejaba al cuidado de mi abuela.

La rubia sonríe de forma triste, pero no me mira. Pareciera que habla para ella misma.

— Cada día después de la escuela, en el camino a casa, Elliot era golpeado por unos chicos más grandes que él.

Dios... — Digo en un susurro.

— Era una terrible costumbre y mamá no sabía qué hacer para ayudarlo. Hasta el día que los chicos siguieron a Elliot a casa y lo golpearon en nuestro jardín.

— ¡Pero qué horrible! No puedo ni imaginarlo.

— Salí corriendo para intentar ayudarlo, aunque solo tenía 6 años y no hubiera mucho que pudiera hacer. Ese día Christian salió de su casa y golpeó a los chicos con tanta fuerza que los hizo llorar.

Una sonrisa se estira en mis labios. ¿Christian? ¿Golpeando a alguien? ¡Pero si parece el chico más tranquilo del mundo!

— Desde ese día, Elliot y Christian iban y venían juntos de la escuela. Jamás volvieron a molestar a mi hermano porque todos le temían a Christian. ¿Quién lo diría? Él sabía karate.

— ¿Christian? ¿Karate?

— Si. He estado enamorada de él desde entonces. ¿Crees que es justo para mí? ¿De pronto apareces tú y él te elige?

— Escucha, lo siento, por todo por lo que tú y tu hermano han pasado. Los chicos no deberían ser tan malvados y crueles, pero ese es un asunto que está fuera de mis manos. Sé que piensas que no lo merezco, pero de verdad lo quiero. Y mientras él me quiera, no voy a renunciar.

Le hablo en voz fuerte y clara. No deseo hacerla sentir mal, pero tiene que comprender que no voy a dejarle el camino libre por lástima.

— Así que te acostumbras a mi presencia y aprendemos a tratarnos con cortesía, o te alejas de mi y te arriesgas a perder a tu amigo. Elige.

— Elijo a Christian.

— Lo sé, pero él me eligió a mi y yo a él, y no voy a desaparecer solo porque tú lo dices.

— ¿Quieres apostar? — Ella sonríe con arrogancia.

— Apostemos entonces, soy paciente y obstinada. No voy a renunciar al hombre que amo solo porque tienes un enamoramiento.

Me siento frente a ella, cruzando mis brazos sobre mi pecho. No puedo evitar pensar que debajo de esta chica orgullosa se encuentra otra muy necesitada de cariño y protección, igual que su hermano.

— Arruiné tu noche — Ella se ríe.

— Una noche — reconozco — Pero tendré muchas noches más con él.

— No lo mereces — Me dice ahora con furia.

— ¿Tú si? Eres una chica caprichosa, vamos, dices que lo conoces mejor que yo. ¿Crees que tu actitud berrinchuda lo va a enamorar?

Mía hace de nuevo ese gesto de fastidio en el que tuerce la boca. Dios, es una niña.

— ¿O ese es tu plan? Ser una perra con todas las mujeres que se le acercan hasta que se canse y no le quede más remedio que estar contigo.

— Tal vez.

— Pues eres tú la que no merece eso, Mía.

Sus ojos castaños me miran, primero con sorpresa, luego con incredulidad.

— ¿Eso es a lo que tú aspiras? ¿A qué un hombre se fastidie y te tome como su única opción?

— Por supuesto que no.

— Pues eso parece. Y estoy segura de que a pesar de la odiosa chica que eres, mereces a un hombre que te ame a ti por encima de cualquier otra.

Esquiva de nuevo mi mirada y me parece ver algunas lágrimas nublado sus ojos.

— Eres una chica muy cursi para ser tan entrometida — me acusa.

— Y tú pareces muy ruda, ¿Quién diría que tienes corazón de pollo?

— No tengo corazón de pollo, estúpida — Vuelve a mirarme, pero esta vez una gran sonrisa se estira en sus labios.

— Si lo tienes, chillona idiota.

Yo también me río, mientras ella niega divertida. Podría decirse que está es la conversación más amable que hemos tenido desde... Siempre.

— ¿Cómo mierdas se supone que saldremos de este lío?

— No lo sé — Exhalo — Pero deberíamos llamar a alguien.

Antes de que pueda terminar de hablar, la puerta metálica del pasillo se abre, dejándonos ver al oficial que nos trajo desde Piket Market.

— Señoritas — Dice con expresión incómoda — Lamentamos mucho el malentendido, revisamos las cámaras de seguridad y así pudimos corroborar que solo la Señorita Williams estuvo implicada en el robo.

— ¿Y eso es todo? — Le grita Mía — ¿Lo sienten mucho? ¡¿Y nuestro tiempo perdido?!

Volteo hacia la ventana alta que se ubica en el pasillo, la luz que proviene de afuera es tan tenue que estoy suponiendo que pasan de las 9.

— Mil disculpas — dice de nuevo abriendo la puerta — Pueden retirarse.

Mierda. ¡Mi cita con Christian está arruinada! Regresamos a la recepción de la estación donde una oficial nos entrega nuestras pertenencias, lo primero que hago es revisar el móvil.

17 llamadas perdidas.

Amigos + Beneficios (Versión Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora