Capítulo 3: Preguntas sin responder... (parte 1)

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CAP. 3: PREGUNTAS SIN RESPONDER...

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Jarrod no era el único que buscaba algo en el "Conquistador". En algún lugar del Reinato Imperial de Aeroldia, una mente retorcida por la envidia y el rencor se encontraba maquinando un maquiavélico plan... “Esto está resultando mucho mejor de lo previsto. Ni en mis mejores sueños barajé la posibilidad de que Zoar pidiera a la princesa Kairi en matrimonio para su engreído hijo. Ahora, debo tomar ventaja de la oportunidad que se presenta. Tantos años en este desagradable bajo perfil, que no me han permitido disfrutar del poder y la vida que merezco; esto debe terminar ahora. Debo interceptar el barco de Aldentain y robarme lo único en el mundo que me llevará hacia todo lo que siempre he soñado… Kairi”

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Mientras nos embarcábamos en el “Justicia Divina”, la mayor embarcación que poseía la rebelión, no dejaba de pensar en los posibles planes que determinaron la decisión de una alianza entre la última República independiente, Aldentain y el país que estaba arrasando con todo a su paso, sin importar las bajas o las consecuencias, el Reinato Imperial de Aeroldia. No tenía ningún sentido, pero sabía que alguien tendría las respuestas, la princesa Kairi.

Nos tomaría casi un día entero de navegación llegar al encuentro del "Conquistador" y trataremos de convencer a su tripulación que no tenemos intención de luchar con ellos; sin embargo, si reaccionan como creo al abordaje, deberemos confrontarlos. Espero que no se pierdan muchas vidas en esto.

Mi mente divaga entre miles de posibilidades de cómo obtener las respuestas que necesito para evitar más muertes y batallas. Estoy a un paso de lograr entender todo lo que pasa por la mente del Rey Zoar y así poder acabar con su reinado de tiranía.

De pronto el sonido de una voz me separó de mi reflexión y me devolvió a la realidad en que no tengo las respuestas, pero ya habría tiempo de seguir planeando, ahora debía actuar. "¡Jarrod, hay otra embarcación en nuestra ruta!" - dijo Letos - Y ambos supimos que sus intenciones no eran las mejores. Su bandera no pertenecía a la rebelión, pero tampoco era el emblema de Aeroldia.

Cuando aún no estaba seguro de cuál sería mi siguiente movimiento, sentí el estruendo de un cañón terminó por decidirme. Corrí hasta el puente de mando y miré a través de un catalejo al barco que abiertamente había abierto fuego sobre nosotros. Era una embarcación impresionante. Con una larga fila de cañones, pero que, afortunadamente, aun no estaban a distancia de tiro, a lo cual llevábamos ventaja; pues si bien nosotros teníamos menos armamento, sí estábamos a escasos centímetros de dar en su cubierta.

Mi interés en ellos no era solamente hundirlos y ya; era mucho más que sólo eso. Quería saber quiénes eran su tripulación, quién la comandaba y más aún, por qué nos atacaban, pero era obvio que querían a Kairi tanto como yo, lo que no era obvio era el motivo.

En sólo un par de minutos nos vimos envueltos en un encarnizado combate en medio del océano y aunque ya estábamos preparados, no contábamos con que se adelantaría tanto; además, cualquiera fuera el resultado final, afectaría nuestro objetivo, pues utilizaríamos una gran parte de nuestras escasas municiones y el barco se vería dañado, aunque fuera levemente. Sólo esperaba no perder a toda mi tripulación. Varios de sus disparos impactaron en nuestra embarcación. Las explosiones, el humo y el fuego impedían ver con claridad la cercanía que habíamos logrado con nuestros enemigos; pero cuando el humo se disipó un poco, nos percatamos que estábamos pegados a ellos y muchos de mis valientes guerreros se lanzaron a un osado abordaje. Yo mismo me vi en la obligación de utilizar toda mi experticia en el uso del sable para evitar la muerte en varias oportunidades, pero no lograría responder mis inquietudes en la cubierta de mi navío, así que seguí a mis hombres que ya se encontraban luchando duramente sobre la cubierta enemiga y Letos me siguió, lo cual ya no es nuevo para mí, pues toda la vida se ha preocupado de protegerme, al punto que casi creo que hay un motivo para ello, pero aunque he preguntado en varias oportunidades, nunca ha respondido.

Choques de espada, gritos de batalla, balas que esquivar, cuerdas por cortar y seguía mi camino directo al puesto de mando, con la intención de conseguir información y ver cara a cara a quien no estaba ni a favor de Zoar ni de nosotros. Justo al llegar siento que mi brazo izquierdo me comienza a quemar y al mirar me percato que el inmundo marinero con quien estaba luchando había logrado herirme, aunque no de manera grave, pero igualmente causando un agudo dolor que me recorría. Con furia terminé con él con la destreza de un espadachín preparado lleno de ira por haber recibido esta herida. Cuando al fin atravieso su pecho con mi espada y se desploma frente a m, veo a quien estaba buscando. Ahí estaba el capitán del buque, acabando hacia el otro lado con uno de mis hombres; al darse la vuelta y enfrentarse a mí, puedo ver su rostro, que reconozco inmediatamente.

“¡¿Sánchez?!” Dije con toda la incertidumbre y rabia que mi mente albergaba en ese momento. El hombre que tenía en frente era un asesino a sueldo buscado en casi todo el mundo, tan escurridizo e inteligente como para haber burlado a la Armada Imperial de Aeroldia en varias oportunidades, pero nunca se había visto involucrado en contra de la Rebelión. “¡¿Qué haces un maldito sicario como tú aquí?! ¡¿Qué es lo que buscas?! ¡¿Quién te contrató?!” – y a medida que hablaba, las preguntas seguían invadiendo mi mente y confundiéndome aún más. “¿Son muchas interrogantes, no crees, Jarrod? Bueno, sólo para que lo sepas, si quieres respuestas deberás sacármelas con la punta de tu espada…” Aún no terminaba de decir eso cuando sentí el filo de su sable a toda velocidad viniendo hacia mí, lo cual evité casi más por suerte que por destreza y en el momento justo. Los metales sonaron, incluso me pareció ver chispas salir del golpe, pero lo siguiente es que estábamos enfrascados en una pelea que sólo tendría un vencedor. De pronto sentí a Letos que se acercaba a tratar de ayudarme, pero de un solo grito lo detuve, pues era una pelea que enfrentaría yo solo. Era realmente bueno con la espada; de hecho estábamos bastante parejos y a medida que me atacaba y se defendía comenzó a responder mis preguntas. “La verdad, Jarrod, es que me contrató alguien de mucha influencia en el Reinato Imperial, – iba diciendo a tiempo que seguía lanzando ataques excelentes – Me atrevería a decir que es de la total confianza de Zoar, pero aunque soy un bandido y ofrezco mis servicios al mejor postor, mi única regla es la lealtad de nunca revelar quién me contrata”.

De pronto la punta de su espada alcanzó mi pierna derecha, causándome un gran dolor, a lo cual respondí hiriéndolo en su abdomen. “¿Por qué vas por la princesa? ¿Por qué te contrataron para raptarla?”… preguntas, preguntas… mi cabeza no lograba unir las cosas y Sánchez no me daba las respuestas que necesitaba...

Princesa EsclavaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora