Capítulo 8: Un profundo dolor...

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CAP. 8: UN PROFUNDO DOLOR...

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“Esto ha sido inesperado… No logro entender lo que se propone el príncipe Jarrod. Primero captura a su princesilla y luego la deja ir, para luego hacerla llegar a palacio como si nada hubiese pasado… Algo se tiene entre manos, de eso no hay duda, pero mientras no logre descifrarlo, seguiré el juego como que no me he enterado de nada, pero en cuanto lo sepa, deseará nunca haberlo intentado… jajajaja… Y lo mejor de todo y lo más patético, es que el pobre rey Zoar creerá que lo hago por lealtad a él, como todo lo que hago… jajajaja… No tiene idea de lo que le espera, pero todo a su tiempo… todo a su tiempo…”

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No podía creer lo que veían mis ojos. Tuve en mis brazos a la mujer más hermosa del mundo, no podía ser más bella, pero ahora; cuando la veo llegar a palacio como si nada y con clara intención de aceptar nuestro matrimonio, me faltarían las palabras para describir su belleza. Ya no es esa preciosa mujer decidida y aguerrida por la que caí rendido; ahora, es una despampanante princesa de familia acomodada y con todos los lujos y alhajas que merece su título. No pude hablar cuando mi padre, sin conocer nuestra historia anterior me la presenta.

“Jarrod, hijo mío; te presento a Kairi, princesa de Aldentain, quien ha venido a nuestro reino a convertirse en tu esposa y así honrar un lazo de amistad y entendimiento entre su reino y el nuestro…”

Mi padre continuaba hablándome y luego se dirigió a ella, pero yo no escuchaba nada, mi mente estaba en blanco. Lo único que podía pensar era en cuánto deseaba arrancarle ese lujoso vestido, soltar su hermoso cabello castaño, de un color que hasta las avellanas desearían. Quería poseerla, hacerla mía y no dejarla ir nunca más. Ya no sentía el vacío que dejó al partir y aunque aún no entendía sus razones, no me importaban; estaba aquí y todo lo demás era secundario.

Cuando caí en la cuenta, mi alegría se convirtió en dicha y satisfacción. Ella estaba aquí para casarnos. Ella sería mía, desde hoy y para siempre y al pensar en esto, una leve sonrisa maliciosamente lujuriosa se apoderó de mis labios.

Entonces cuando iba a comenzar a hablarle de lo feliz que me hacía volverla a ver, me pidió que le mostrara el palacio. Le ofrecí gentilmente mi brazo, el cual aceptó gustosamente y la guié por los hermosos jardines sin pronunciar palabra. Cuando por fin estábamos lo suficientemente lejos de todos y ya el palacio comenzaba a disfrutar del banquete que habían preparado en honor de su llegada, Kairi comenzó a hablarme. Me explicó sus motivos y me dio la mejor noticia que podría yo haber escuchado; ella se quedaría conmigo, es más, quería apoyarme en la rebelión y sé, por como manejó las cosas hasta ahora, que era una estratega innata y que sería un excelente aporte a nuestra causa.

Luego de charlar un buen rato y decirle lo feliz que me hacía tenerla conmigo, quería besarla, pero no me lo permitió, pues no quería levantar sospechas. Debí aceptar, aunque fue a regañadientes, pues la deseaba ferozmente y no podía ni quería mantenerme un segundo más lejos de ella.

Entramos al salón del banquete y mi padre nos tenía preparados los puestos de honor a su derecha y a su izquierda estaban mi madre, la reina Dharla, hermosa y dulce, a pesar de las calamidades y adversidades que ha debido pasar por estar casada con un tirano. Aunque ella insiste que no siempre mi padre fue cruel y ambicioso y eso le ayuda a no perder su esperanza de algún día poder recuperarlo. Se le veía contenta, sin razón aparente, entonces luego de sentarnos con Kairi en nuestros lugares, me levanté y fui hacia ella.

Princesa EsclavaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora