Capítulo 13: Nuestro amor nos protegerá siempre...

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CAP. 13: NUESTRO AMOR NOS PROTEGERÁ SIEMPRE...

Mi cabeza no hizo más que apoyarse en la almohada para caer profundamente dormida. El aroma de las hierbas que estaban en el inciensario me relajaba y me brindaba una inmensa paz.

En un principio no soñé con nada en particular. Sólo sentí como mi cuerpo se relajaba y recuperaba de a poco la tranquilidad.

De pronto y casi sin darme cuenta, fui transportada al interior de una caverna que no conocía, y en la cual podía ver muy poco y con dificultad. El olor a azufre era casi insoportable, pero de a poco comencé a adaptarme a él. Mi visión igual se iba adaptando, lo cual hizo que lograra ver un poco más de detalles de la cueva.

Era una mina de zafiros y la caverna estaba completamente hecha de ellos.  No entendía por qué estaba allí, pero tenía la sensación de tener una misión. Así que me adent6ré en ella esperando encontrar el motivo que me condujo hasta acá.

De pronto y desde una altura inmensa, pude divisar dos siluetas al fondo de esa gran caverna. Comencé a acercarme a ellos y me di cuenta que se trataba de Letos y de mi amado Jarrod. Me encantaba estar soñando con él, pero lo que no me agradaba tanto era el percibir esa ansiedad y ese miedo que le invadía.

Pude percatarme que él no me veía ni me sentía, pero me quedaré con él. No entiendo qué hace aquí o qué es lo que está buscando, pero quizás es sólo un sueño. Para estar seguros mejor les acompaño por si acaso, aunque realmente no sé si pueda hacer algo por ayudarle en alguna situación.

Me adelanté a ellos con la idea de inspeccionar la caverna más detenidamente. No parecía ser muy segura, lo cual concluí al ver la pila de cadáveres y armaduras que había en su interior, de quienes intentaron entrar aquí antes que Jarrod y Letos.

Delante de ellos había un pasillo muy largo, que a mí no me tomó nada de tiempo recorrer y al final de él una gran cámara tallada circularmente en el zafiro. Había unas pocas antorchas pero no estaban encendidas. La única fuente de iluminación era el zafiro mismo de las paredes que desprendía muy tenuemente una pequeña penumbra verde, que le brindaba al lugar un aspecto tétrico.

Al centro de esta cámara había una laguna perfectamente circular, que más parecía una fuente artificial, de cuyo fondo de agua emanaba una luz verde un poco más intensa, pero que sin razón aparente me hizo ponerme sobre aviso.

Entré en el agua, aunque no podría decir que estaba nadando, pues yo no era más que un ente en medio de esa inmensidad y a quien el agua ni mojaba ni hacía escasear mi aire. Fui hasta el fondo y fue entonces cuando me di cuenta del gran peligro que corrían mi amado Jarrod y su gran amigo.

En el fondo de la fuente, había decenas, si no cientos de guerreros muertos y ahogados. Quise saber por qué habían muerto, pero a simple vista no había una explicación lógica. Entonces se me ocurrió tratar de levantar a uno de ellos para saber qué había sucedido y me percaté que no podría hacerlo, incluso con ayuda. Estaba pegado al fondo de la fuente, como si se tratara de un imán gigante. Su armadura fue atraída hasta el fondo y no le permitió zafarse de aquella trampa.

Debía advertirle a Jarrod cuanto antes, o su destino sería el mismo que el de los cientos de muertos que habitarían aquella fuente por toda la eternidad.

Salí velozmente a la superficie y me di cuenta de que Jarrod y Letos ya estaban resolviendo quién iría primero, pero aún permanecían con sus armaduras puestas. Debía hacer algo, por lo menos intentarlo.

Me acerqué a Jarrod y comencé a susurrarle muy despacio al oído.

“Jarrod, amor mío; debes quitarte la armadura. – comencé a decirle, sin saber si daría resultado, pero nada pasaba. Entonces debí alzar mi voz - ¡Jarrod, quítate esa armadura o morirás en un instante!”

Princesa EsclavaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora