Capítulo 12: Una dolorosa pérdida...

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CAP. 12: UNA DOLOROSA PÉRDIDA...

Cuando Letos y yo nos percatamos que no podríamos volver por donde habíamos entrado, instintivamente decidimos continuar. El problema era la oscuridad absoluta en la cual no podíamos distinguir ni siquiera dónde estábamos pisando. 

El silencio también era total. No se oía ni siquiera brisas de aire ni derrumbe de tierras ni ningún sonido que habitualmente se oirían dentro de una montaña como ésta. Al tratar de comunicarme con mi fiel compañero, me percaté que mi voz tampoco era audible, sino que por el contrario, todo sonido se perdía en esa oscuridad que ahora sabía que no era normal; debía, sin lugar a dudas, ser magia.

Atiné a desenvainar mi espada con la mano derecha y con la izquierda a tratar de alcanzar a Letos, quien por lo que lograba recordar se encontraba justo a mi lado.

Lo que sucedió a continuación fue obra de la suerte netamente. Al sacar mi espada de su vaina en un instinto de protegerme, su hoja raspó lo que creo era la pared de la caverna, sacando chispas por el rose del metal con la roca, lo que logró fabricar artificialmente una tenue luz que nos dio una idea de dónde nos encontrábamos.

Estábamos al borde de un precipicio circular. Esta cueva era como una gran chimenea de roca y había peldaños que bajaban por su ladera a mi derecha en forma de un espiral sin fin. Si hubiésemos avanzado en la oscuridad, habríamos caído sin siquiera haber podido gritar en señal de aviso al otro, pues todo era silencio.

Lo que llamó mi atención y me dio una idea de supervivencia, fue que la caverna estaba hecha dentro de un yacimiento de zafiro; sus paredes y peldaños eran de esa fina joya y cuando la espada raspó la pared causando chispas, el mineral quedó encendido por un momento, que a mi parecer pudo ser más de un minuto; brindándonos una muy leve iluminación en tonos verdosos, pero que fue lo que nos permitió ver la escalera y la enorme fosa que se encontraba frente a nuestras narices.

Entonces al comenzar a bajar, seguí haciendo lo mismo. A medida que descendía por el espiral de peldaños, raspaba, esta vez en forma intencional y con mayor fuerza, el zafiro de la pared, lo cual nos iluminaba bastante bien, o quizás nuestros ojos se habían adaptado a la pésima iluminación que nos proporcionaba, aunque todo era mejor que la oscuridad.

Cuando llevábamos un tiempo indeterminadamente largo bajando, nos dimos cuenta que el sonido de a poco comenzaba a llegar a nuestros oídos. Primero fue un leve zumbido, luego un pitido muy agudo y pronto los sonidos roncos de las ráfagas de aire que se elevaban por la gigante chimenea labrada en el zafiro.

“¿Estás bien, Letos? - pregunté en cuanto me percaté que mi voz era audible – No fue nada gracioso estar sin ver ni escuchar nada, creo que no quisiera volver a pasar por algo así.”

“Si, estoy bien. Tienes razón, fue por lejos lo más desesperante que me ha pasado en la vida. Pero creo que aún nos falta mucho más por recorrer y por como comenzó, creo que la caverna pretende mantenernos bien ocupados y con nuestros sentidos al máximo. Debemos tener cuidado, Jarrod.”

 Nunca antes vi a Letos atemorizado y creo que esta experiencia lo había logrado. Sus ojos denotaban temor y su voz era como la de un niño asustado, que cree tener un monstruo bajo su cama.

Sin ahondar más en el tema, continuamos bajando por mucho tiempo más y cuando ya comenzaba a creer que este espiral no tenía fin, llegamos a la base de la escalera. Había cientos de cadáveres, esqueletos y armaduras que relucían lúgubres a la luz que nos proporcionaban los cristales de zafiro. Ahí nos percatamos de cuál hubiera sido nuestro destino, si no se nos hubiese presentado la oportunidad de mirar los peldaños.

Me dio gusto ver que a ambos lados del gran pasillo que se formaba había antorchas, pero la pregunta era con qué encenderlas. Letos y yo estuvimos de acuerdo en llevarnos una cada uno, pues quizás más adelante encontráramos con qué hacer fuego y prenderlas.

Princesa EsclavaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora