QUERIDO VECINO 🌙 (COMPLETA)

CAPÍTULO 22 :

DIVIDIDO EN DOS :

SEIYA :

Llevo toda una semana, que estoy muy nervioso. Sé que es estúpido, después de el extenso historial que tengo con ella, pero simplemente no puedo dejar de pensar en ese escalofrío, que me dará, cuando le diga lo que pienso hacer. Llevo toda la semana, esquivando el asunto, aunque sé que tengo que hablar con ella, sobre eso, tarde o temprano.
La odio. A ella y a mi estúpida debilidad, arruinaron, que no hicieron más, que arruinarme la vida. En pocas palabras, arruinaran mi matrimonio, pronto. Y aunque aún mi bombón, no sepa todo, ni todos los detalles escabrosos de lo que a pasado en este tiempo, sé que cuando sepa la verdad, será una pelea difícil la que tendremos ambos, en donde tal vez, llegue hasta a perderla.

Mi plan de vida, siempre fue encontrar a una mujer, con la que me identificará plenamente. Esa mujer siempre fue mi bombón. ¿Quien mejor que ella? Fue mi mejor amiga, durante el tiempo de estudiante. Me conocía mejor que nadie.
Ella era todo lo que siempre soñé de una mujer. Era dulce, atenta, fiel. No había una mejor mujer para esposa que ella. Así que no dude ni un segundo, en proponerle matrimonio. Si, nos casamos jóvenes, pero aún en matrimonio, tendríamos esa vida bonita y especial, solo nosotros dos, tal como lo queríamos y lo habíamos platicado, en nuestros años de chavales. Todo iba bien, y de tan buena química, aún casados, que ya después de tres años, yo estaba pensando, hasta en pedirle a mi bombón, que nos plantearamos una nueva meta en la vida. Creí que ya era el tiempo justo, para encargar familia. Pero todo se fue al carajo, cuando conocí a Saori, y me encandiló de tal manera, que hasta yo mismo me sorprendí.

Desde que la conocí, me dió muy mala espina. Era bonita, no voy a negarlo, pero yo no tenía ojos para nadie más, que para mi bombón. ¡Claro!, hasta que ella apareció. Era como si el animal sexual, que todos llevamos dentro, imaginara escenas candentes en mi mente, con solo mirar su figura, haciendo que mi instinto, pudiera más que mi cordura. Pero a pesar de ello, luchaba con ese instinto, y me negaba a hacerlo o pensarlo. Toda relación, de jefe y empleado, iba bien con ella, hasta aquél día, que comenzó a insinuárseme descaradamente. Primero fueron los saludos demasiado cariñosos y empalagosos. Luego fueron los coqueteos sutiles y se pudiera decir, que desapercibidos, cómo cruzar las piernas sensualmente frente a mi, o cuando se caía algo de su escritorio, se agachaba a recogerlo, y me dejaba ver el pronunciado escote que siempre llevaba. Al principio pensé que tal vez eran figuraciones mías, al comportarme mentalmente como un livinidoso. También pensé, que tal vez ella era así de coqueta siempre con todos. Pero poco a poco, me fui dando cuenta, de que esos detalles coquetos solo los tenía conmigo. Así que puse, aún más distancia de por medio, llevando mi anillo de matrimonio, fielmente puesto en mi dedo anular, dejándole claro que estaba felizmente casado, con una mujer maravillosa. Y dejándome claro también a mi mismo, que no por ver a una mujer curvilínea, iba a arruinar lo que tenía asegurado con mi esposa.

Pero ella ni así desistió. Siguió haciendo su misma rutina coqueta conmigo, y yo intenté con más esfuerzo, poner una distancia prudente de por medio, a toda costa de ella. Hasta que ella ya no soporto más esa indiferencia que ponía como barrera, que me impedía no caer ante su encanto, y me dejó ver, a ese lobo, disfrazado de mujer, que me dejaba en claro, que cuando algo le gustaba, no dejaba de luchar hasta conseguirlo. Aún recuerdo, como si hubiera sido ayer, como empezó todo este infierno, en el que yo también, estúpidamente participe.

***FLASHBACK***

Estaba por terminar el trabajo que tenía pendiente. Ya era tarde. La mayoría de los empleados de la oficina, ya habían salido. El guardia de seguridad, ya había dado un rondín, y al verme aún trabajando, me preguntó, si aún me faltaba mucho por terminar. A lo que yo le contesté que solo me faltaban unas cuantas cosas, pero que no tardaría más de treinta minutos, así que el solo asintió, y siguió haciendo su trabajo, dejándome de nuevo, solo en mi espacio. Luego de haber acabado, estaba apagando el monitor de la computadora, cuando la mire entrar a mi oficina. Se me hizo extraño que aún estuviera aquí, por lo que comencé a sospechar,
y no tarde en cabrearme y en preguntarle de una manera un poco osca, ¿Que era lo que necesitaba? A lo que su respuesta fue: