Capitulo 18. En tus brazos sé quién soy

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...«Anduve lo mismo que cualquiera, en busca de unas manos que, en mitad de la noche, entre tantos idiomas, el mío comprendieran»... Joaquín Sabina.



Alma tomó una chaqueta de mezclilla y echó un último vistazo a la habitación verificando que no olvidaba nada, las risas de complicidad de Jaime y Renata se escucharon desde el salón, ella negó divertida y cerró la puerta.

—¡Gracias también por los gemelos! — escuchó decir a Jaime.

—No ha sido nada — replicó Reni saliendo de casa después plantarle un beso en la mejilla.

Jaime se volvió en el momento preciso para observar la armoniosa figura de su chica deslizándose por la escalera. Se irguió del sofá y como un autómata camino a su encuentro. «¿Acaso es posible que seas más hermosa?» gimió en su interior al recorrerla con las pupilas encendidas.

Alma bajó dando saltitos por la escalera de piedra, su cabello largo fluía por su espalda y descendía también por sus hombros enmarcando con gracia la belleza de su rostro. Sus  castaños ojos brillando felices al encontrarse con los suyos, esa barbilla testaruda que lo volvía loco, ella era todo un sueño caminando.

Vestía unos vaqueros bajos de cadera con una playera anudada a su cintura, mostrando lo suficiente de piel para que todo su cuerpo reaccionara a su belleza, a la  sensualidad que emanaba de ella.

Alma metió los brazos en la chaqueta y se la acomodó frente al espejo del recibidor sin poder quitarle los ojos de encima a su chico. Su melena castaña desordenada y salvaje, sus pecaminosos labios que aún se veían hinchados. «¡Dios! En verdad soy fuerte. ¿Cómo conseguí mantener apartadas las manos de ti tanto tiempo?» se dijo a sí misma. Una sonrisa satisfecha y atrevida asomó en sus satinados labios, mientras pensaba que nadie lucía como él esa chaqueta de cuero y los vaqueros claros.

—No me mires así muñeca — gruñó con sensualidad en su cuello sin apartar sus ojos de los suyos en el reflejo del espejo —. Tenemos que salir ya —recordó con pesar, ella suspiró y asintió.

—¿Llevas todo? — cuestionó cruzándose al pecho el bolso de piel. Mientras Jaime ingresaba la clave al sistema de alarma de la casa y salía tras ella poco después.

—Todo está en la camioneta — aseguró —,  tú ve tranquila con Reni y acaben con las tiendas. Llegaré por ti a eso de las seis y seguiremos hasta la Ciudad de México.

—¡Venga ya! Que el tráfico se pondrá pesado — apremió Renata desde la portezuela de su mini cooper.

La pareja compartió una sonrisa, cuando a su amiga le daba por dirigir se lo tomaba muy en serio.

Jaime empujó la portezuela del coche y se introdujo por la ventanilla para dejar un último beso a su novia, Renata sonrió dulcemente ante ese gesto suyo, su amigo en verdad que era feliz con Alma. Moviendo sus manos con un suave movimiento se despidieron de él.

«Even Flow by Pearl Jam» se reproducía desde su móvil al BT mientras Jaime conducía atravesando todo el pueblo en dirección hacia «La Jacinta». Cuando le había pedido a Ricardo que se reunieran, le sorprendió que lo citara tan temprano. Tenía que aceptarlo, su primer encuentro no había sido el mejor y siendo honestos tampoco el segundo, pero había algo en el carácter de aquel hombre que le agradaba. Era hosco y muy directo para hacer notar sus opiniones, pero también era un hombre trabajador y responsable, lo que más le reconocía era lo pendiente que estaba siempre de su hermano. No lo creía capaz de hacerle daño a esa chica, sin embargo debía averiguar más.



Nuestro amor al final del tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora