...«Cuélgate de quien te quiera, no te mueras más que por amor»... Joaquín Sabina
Jaime observó fascinado la suave luz rosada ciñéndose a la breve cintura de Alma, «El cinturón de Venus, ¡muy apropiado!» reflexionó. Una sonrisa soñadora se le dibujó en el rostro mientras su mirada estaba concentrada, en no perderse cada uno de los detalles de esa chica.
Alma respiró con fuerza y apretó los castaños ojos. Él la había llevado al límite esta vez, gimió sintiéndose indefensa, era cuestión de nada para lograrlo, pero no se lo permitía. «¡Eres tan arrogante!» gritó en su mente con desesperación. Se perdió unos segundos en sus marrones ojos que brillaban salvajes en su acalorado rostro.
Jaime apreció el sensual rubor que oscureció las mejillas de ella y, como sus labios se separaban intentando jalar más aire. Estaban muy cerca de llegar. «Come on! Honey , you can do, do it me all night long (¡Vamos! Cariño tú puedes hacérmelo toda la noche)» canturreó en su mente. Alma siseó empujando las piernas y ondulando las caderas turbada por lograr la cúspide. Jaime percibió su agotamiento y, observó excitado las pequeñas y calientes gotas de sudor que resbalaban por el cuello de la joven, marcando una deliciosa trayectoria hacia su escote.
—¡Dios! — gimió ella exasperada —. ¿Siempre tienes que ponérmelo tan difícil? — replicó levantando las pestañas, agotada y jadeante.
Jaime se carcajeó profundamente al dejarse caer a sus pies, había pausado ya el playlist que reprodujo en su móvil al concluir «Whole lotta rosie by AC/DC» y se deshizo de los audífonos. Acto seguido tiró de ella y la colocó sobre su regazo.
—No te lo pongo difícil muñeca...—replicó observándola cariñosamente mientras ella se removía en su abrazo como un gatito enfurruñado —. Tú te empeñas en competir en todo, simplemente mis piernas son más largas que las tuyas y si insistes en correr a mi paso te cansarás el doble.
—¡Engreído! — replicó juguetona contra su torso, con una sonrisa perezosa recargó su oreja y posó su pequeña mano en el lado izquierdo de su pecho; disfrutó bajo su palma del calor y la vitalidad de ese hermoso hombre.
Jaime acarició sus delgados dedos y se entretuvo un poco con el esmalte de sus uñas, atrapó su mano en la suya y la observó con más atención «Tus manos me recuerdan tanto las de ella» sopesó para sí mismo. Alma recuperó entonces el aliento después de esa fatigante carrera y contempló su expresión.
—Siempre me ha gustado lo cuidadas que lucen tus uñas — confesó el chico.
—Supongo que me niego a perder lo único que pude compartir con mi madre — comentó alzándose de hombros, Jaime centro toda su atención en ella —. Cuando era pequeña me era complicado conectar con la gente, con mi madre específicamente. Nunca tuvimos mucho en común, yo siempre he sido un bicho raro. Ella cambiaba el color de sus uñas cada tres días. Colocaba en fila todos los pequeños frascos de esmalte y entonces elegía uno. Comenzaba el ritual: limpiar, limar y aplicar el color. Yo me sentaba en silencio y observaba todos sus pausados movimientos. — Sus castaños ojos se humedecieron. Jaime le acarició la mejilla con el dorso de su mano, ella suspiró —. Ansiaba tocarla, pero mamá no parecía soportar mi contacto. Entonces un día, ella tendió su mano sobre la mesa invitándome y yo acepté. Durante los siguientes tres años antes de que desapareciera, ése fue nuestro tiempo, nuestra manera de compartir. Después durante la temporada en el albergue, hacia pequeños trabajos cómo limpiar y así, para tener un poco de dinero y poder comprar algún esmalte de calidad.
—¡Gracias! — musitó Jaime y dejó un suave beso en su sien, la estrechó aún más con toda su deliciosa fuerza, proporcionándole con su proximidad un indescriptible alivio. Alma permaneció echa un ovillo entre sus brazos y, sintió como una sonrisa íntima le crecía en los labios, le resultaba imposible no sentirse bien ante la calidez y seguridad que emanaban de él.
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Nuestro amor al final del tiempo
Roman d'amourJaime Noyola, es un joven y atractivo Comandante en plena ascensión. Respetado por su coraje, famoso por su fuerte personalidad y su inquebrantable sentido de la justicia. Su corazón duele en soledad, por las heridas de un doloroso pasado y su confi...