Capitulo 12. Eres mis latidos

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«El amor no se elige, te elige...un día te das cuenta que es difícil estar lejos de él»...Julio Cortázar.

Alma terminó de arreglarse y observó su reflejo en el espejo con más detenimiento del que siempre reservaba. Notó que en sus ojos sobresalía un brillo diferente y supo quién era el causante. «De eso mi Diablo ha necesitado mucho...» las palabras de la anciana profesora se habían instalado en su cabeza y echado raíces en lo más profundo de ella, en ese lugar al lado izquierdo de su pecho que creía seco y, con apenas la suficiente vida para únicamente bombear sangre y mantenerla de pie.

Su mirada acudió al cajón de la cómoda lateral en su habitación, donde celosamente guardaba algo en lo que había estado trabajando secretamente. Se roció un poco de perfume y, tomó entre sus manos el pequeño cofre oculto entre sus pertenencias. Inspiró y entonces abrió la puerta de su habitación para ir a su encuentro.

«Earned it by The Weeknd» llenaba con sus sensuales notas el salón. Jaime echó una ojeada disimulada a Alma, su cabello oscuro le fluía suelto sobre su definida espalda. Llevaba un vestido corto y unos tacones altos. No mostraba demasiado, pero lo suficiente para hacer que su boca se secara. «¡Eres un sueño caminando!» gimió en su mente.

Una sonrisa encorvó los satinados labios de la joven, que en ese momento eran rojos.

—Así que por fin acepto una cita contigo, ¿y esto es lo que obtengo? — inquirió divertida con sin poder ocultar el placer que iluminaba sus castaños ojos.

Cariño... Mi mesa es el lugar más exclusivo que encontrarás jamás — replicó él exhibiendo sus perfectos dientes y con sus ojos llenos de risa, mientras le servía una copa de Shiraz.

—¿De verdad? ¿Cuántos meses se requieren para un reservación? — preguntó siguiendo su juego al alargar su mano para reclamar su copa.

Se midieron con la mirada. Alma giró el cáliz con suavidad, observó el rojo profundo y, la acercó a su nariz dejándose llenar del suave pero distintivo aroma ahumado a cedro en que había reposado el vino. Lo dejó deslizarse por su garganta disfrutando su sabor.

—¿Cuántos meses? — insistió al depositar sobre la superficie de cuarzo su copa. Jaime pareció entonces recobrar el hilo de la conversación, se había quedado absorto de sus delicados movimientos al degustar el vino.

—¡¿Meses?! — cuestionó divertido arqueando una ceja y negó —. Se ha necesitado toda una vida.

—Me siento halagada entonces.

—Deberías, yo solo he cocinado para otra chica — afirmó bebiendo él de su copa y observándola desde el borde a través de las pestañas.

—Pensé que todo esto era parte de tu arsenal.

—Pues te equivocaste por completo — rebatió feliz de haberle ganado una y dejarla sorprendida.

—¿Te importa si cambio la música?— inquirió la joven haciéndose con el mando del sonido.

—¿No se supone que te gusta el R&B? — contraatacó Jaime con un leve fruncimiento de ceja.

—Claro que me gusta, pero ese es el punto. Tú siempre intentas darme gusto y, esto no se trata solo de mí...— afirmó cautivándolo con ese brillo que parecía nuevo en sus castaños ojos.

—Bien, sorpréndeme — convino risueño.

Alma comenzó buscar entre las playlist que había precargado días antes al sonos  de la casa, si tenía que aceptarlo adoraba los juguetes de Fabio. Jaime mientras tanto se entretuvo revisando que todo lo que necesitaba para servir estuviera listo, le quedaba poco tiempo a la carne.

Nuestro amor al final del tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora