Epílogo

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El alegre repiqueteo de campanas en la sencilla y antigua capilla de «Casa Vitale» resonó por toda la hacienda. Salva Aguilera curvó los labios en una sonrisilla cariñosa, cuando los castaños ojos de Alma Fernández se encontraron con los suyos de camino al altar.

La observó con ternura, su vestido y arreglo eran sencillos, pero esa mujer tenía la capacidad y el poderío suficientes para poner de rodillas al mismo Diablo, literal. La profundidad de su belleza iba más allá de lo físico, esa joven era lo mismo honesta que inteligente, cómo serena y cálida. Su andar, sus formas, siempre se acompañaban de una sutil seducción a la que era imposible resistirse.

El sol se filtró por el enorme ventanal lateral, jugando con la cremosa piel de la chica que contrastaba con su espeso y oscuro cabello. Jaime Noyola seguro que ponía cuidado en lo que el sacerdote compartía, pero su mirada no se apartaba ni por un segundo de la joven que se estaba convirtiendo en su esposa.

En el momento en que unieron sus manos y compartieron sus votos, Salva exhaló aliviado de que hubieran podido llegar a ese instante. En su mente se coló el amargo y siniestro momento en el que entró en aquella casa de seguridad, y al mismo tiempo que escuchó a su Comandante rugir «Hoy no» ambos abrieron fuego contra Roberto Pérez, el cuerpo de aquel indeseable se estremeció con violencia al recibir su bala en el pecho, y la de Noyola en la frente. Sacudió la cabeza, y volvió al momento dichoso que compartían aquella tarde.

De pronto algo fue diferente, percibió las notas de su aroma favorito, esa mezcla dulce de jazmines y cerezas. Se volvió justo en el momento en que la mirada de cervatilla de Emilia Cobo hacia su entrada en la capilla y se enlazaba con la suya.

Su corazón se saltó un latido, al notar que estaba sola y se dirigía directo hacia él. Cayetano tuvo que jalarlo del brazo para que reaccionara y le hiciera un espacio a la chica en su propia hilera de asientos. Tropezó con sus propios pies, y le sonrió avergonzado. Emilia correspondió a su sonrisa, con calidez.

Un coro de aplausos inundó la capilla. Los hermanos de Jaime y sus esposas, dos mujeres altas y muy bellas, reían con jubilosas carcajadas, pues el novio haciendo gala de su apodo, en el momento en que el padre dijo: puede besar a la novia, él la había tomado de la cintura obligándola a pararse de puntillas para alcanzar su altura, y la besaba apasionado delante de todos.

Entre sonrisas y aplausos junto a sus compañeros Carmen y Cayetano, Salva festejó ese arrebato de su jefe.

—¿Estas aquí con Yago?—preguntó sin ningún filtro a Emilia, su pensamiento lo traicionó poniéndole voz a su interrogante.

—No. No lo estamos más...—respondió ella con suavidad, entornando sus preciosos ojos chocolate.

Salva la contempló en extremo hechizado, mudo y sin aliento.

...«No me digan dónde están mis ojos, pregunten hacia dónde va mi corazón»...Jaime Sabines



C o n t i n u a r á . . .

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¡Sí! Mis querid@s tod@s, pronto volveremos con la historia de Salva y Emilia, #SalEm como ya les bautizaron de cariño, mientras tanto les dejo en el multimedia una imagen de esta nueva parejita, que espero sea tan bien recibida como sus antecesoras. ¡Nos leemos! Les quiero mil😉😘😘😘😘

 ¡Nos leemos! Les quiero mil😉😘😘😘😘

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Nuestro amor al final del tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora