Capitulo 24. Cazador fino: precaución, cabeza y buen tiro

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...«No creo que exista el olvido, ni que deba existir. La vida se hace de escombros y de cenizas que siguen ardiendo»... Joaquín Sabina.



Como si se tratase de un anónimo personaje, atravesó la multitud de agentes reunidos en el cuartel, y se enfiló hacia su oficina. Una vez dentro, bajó las persianas y con suma concentración se dispuso a trabajar en su portátil. Sus dedos navegaban sobre el teclado. Introdujo códigos uno tras otro, luchando por derribar su protección, y no logró tener éxito.

Harto se irguió del asiento. Suspiró profundamente y caminando alrededor de su escritorio, se jaló el cabello con desesperación. ¡Esa maldita mujer, pagaría por todos sus desplantes! Sentenció en su mente.

Notó que fuera de su oficina el bullicio era menor, una ojeada a su reloj le confirmó que era la hora en la que la mayoría de sus compañeros se retiraban. Pasó el seguro a su puerta. Extrajo de una gaveta de archivo una botella de tequila, sirvió un trago y lo apuró para menguar su frustración. La quemazón en su garganta al pasar el líquido, pareció aclararle la mente y encontró la respuesta que necesitaba.

Con una mirada calculadora, y el ánimo renovado, se sentó de nuevo frente a la portátil. Supo entonces qué usar como puerta, y sonrió siniestramente al saborear todo el daño que causaría.

Cuando en la pantalla apareció el primer plano del lugar, una emoción enferma le recorrió el cuerpo. Ocultó en un cajón el dosier que estaba señalado como Fernández, y se sirvió otro trago de tequila. El hambre que tenía por obtener lo que anhelaba, era lo que más le sobraba...

*****.

Con los labios curvados en una irónica sonrisa, Jaime Noyola pasó su placa ante el lector e ingresó a la sala de operaciones, donde lo esperaban Alma y sus pupilos, estos últimos bebían café y mataban el tiempo arrellanados en sus sillas giratorias.

—La orden para intervenir la empresa de los Ugalde ha sido girada, y mañana a primera hora se llevará a cabo — informó Noyola. Todos asintieron complacidos por ese motivo.

Alma y Carmen habían descubierto que el video mostrado a Mendiola durante su secuestro y con el que se pretendía inculparlo de: saqueo y daño patrimonial a estructuras arqueológicas, había sido trucado. Un trabajo de edición muy meticuloso, pero no perfecto. Igual a la grabación que se había fabricado, y utilizado como prueba incriminatoria contra Jaime, por la agresión a Isadora. La que también había sido encontrada por Alma entre los archivos de Alexander, antes de dañarle el equipo con un virus que lo dejó inservible.

—¿Tenemos algo? — cuestionó a su chica directamente, dejándose caer en el loveseat donde ella se encontraba. Alma negó mientras sus delgados dedos corrían veloces sobre el teclado de su portátil, que mantenía sobre sus muslos —. ¿Qué haces Teniente? — inquirió Jaime al tomar despreocupado un cubo de rubik* que estaba sobre la mesa baja de café.



—Potencializo. Me preparo — comentó sin dejar de observar la pantalla —. Busco en los alrededores del pueblo, el lugar en el que podría citarnos, mejor dicho a Oliver Grant. He logrado reducir a tres, el número de posibles locaciones y estoy descargando los planos de esos lugares — explicó. Jaime asintió.

Alma sonrió orgullosa al notar que en menos veinte movimientos, su chico, había logrado completar el rompecabezas tridimensional que manipulaba entre sus largos y gruesos dedos. Su visión periférica captó el sutil movimiento con el que Salva lo invitó a fumar un cigarro, y él negó amable, al tiempo que dejaba sobre la mesa el cubo. El rubio asintió y atravesó las puertas, seguido de sus compañeros dejándoles solos a ellos dos.

Nuestro amor al final del tiempo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora