BLANCA ESTELA

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(Una historia que me contaron, de alguien que se lo contó)

Empezaba un nuevo día, las 7 de la mañana y el sol ya estaba amenazando con una jornada de calor, se refregó los ojos, bebió del agua que está en su velador, tenía mucha sed, se levantó de su cómoda cama y se fue a la ducha, el agua estaba exquisita, el jabón y su espuma recorría su cuerpo, eso la relajaba y despertaba. Después se preparó un café muy cargado como a él le gustaba, tres de café y dos de azúcar a si recordaría el sabor de sus besos, encendió un cigarro y lo dejo consumirse en el cenicero para sentir ese aroma que la transportaba por las calles abrasada de su brazo. Tomando su taza de café salió al jardín para dar las indicaciones a los trabajadores, le pidió al jardinero las rozas más hermosas para colocarlas en su dormitorio, le dijo a la cocinera lo que quería para la cena; La miraban sin decir nada, solo haciendo un gesto de aprobación. La casa era grande muchas habitaciones, en algunas nunca había entrado desde que llego, tenía una sirvienta solo para ella, estaba siempre acompañada pero siempre se sentía sola si no estaba él. Hoy llegara de su viaje, cenaran juntos y al caer la noche con el calor de la chimenea harán el amor para después pegada a su pecho cerrara los ojos y entregarse a los sueños mientras él acaricia sus cabellos.

Se encerró en la biblioteca y busco el libro que leían cuando se conocieron, Cumbres borrascosas, busco entre sus hojas las imágenes del pasado cuando sentados en el banco del parque ella atenta a su voz escuchaba lo que él le leía. Una lagrima resbalo en su mejilla estrellándose en la página del libro, lo cerro bruscamente y se lo llevo a su dormitorio para que hoy le leyera de nuevo. Sería una noche prefecta para ellos.

Las horas pasaban ya es la tarde y no había noticias de él, estaba ansiosa corría de un lado a otro de la casa, dando órdenes a quien se le cruzaba por el camino quería todo perfecto cuando él llegara.

La tarde estaba muriendo, el sol agónicamente regalaba sus últimos rayos, la sombras de las montañas anunciaba que la luna estaría grande iluminando la noche, la hora avanzaba y no había noticias, el carruaje no llegaba, de seguro el tren estaba retrasado, las lámparas de gas de la casa iluminaban habitaciones, ella miraba por la ventana si veía la sombra de algo que se acercara. Con sus ojos llenos de lágrimas rompió el silencio.

—Hoy llegara...Mi corazón me lo dice, esta noche dormirá en mis brazos.

―¿Por qué no descansa?, vamos a su cuarto yo le aviso cuando se acerque el carruaje, me comprometo a estar atenta para que usted esté lista señora Blanca ―le dice la mujer encargada de la servidumbre.

―Tienes razón, creo que descansare un rato estoy agotada con tanto preparativo. Si llega muy tarde dile que lo espero en la habitación.

—Descuide no se preocupe, déjelo todo a mi cargo.

Blanca Estela subió las escaleras y entro a la habitación, se quitó el maquillaje y se puso el camisón de dormir, estaba cansada. Él llegaría tarde, lo esperaría en la cama, mañana recorrerán el campo juntos.

Entre sueños escucho ruidos pasos que se acercaban, quiso levantarse más su cuerpo cansado no se lo permitió, vio la puerta abrirse y la luz del pasillo ilumino un poco la habitación, sus ojos cansados quieren abrirse, ve entre sombras y nebulosas a su ama de llaves con una sonrisa, detrás de ella aparece la silueta de un hombre, su corazón sabe que es él, llego a su lado extiende su mano y él rápidamente se la toma con fuerza, en su cansancio no puede decir palabras su cuerpo no responde y cae rendida a los sueños tomado su cálida mano.

El hombre suelta tiernamente la mano de Blanca Estela y mira a la mujer que la acompaña.

―¿Desde cuándo esta en este estado?

―Desde la mañana cuando se levantó, a todos le daba órdenes, nosotros solo seguimos el juego nada de complicaciones como usted dijo, ya que tiene tendencias a causar problemas y ha sufrido desfallecimientos y espasmo musculares

—Muy bien, ahora descansara—decía esto el hombre desconocido mientras tomaba una ficha a los pies de la cama de Blanca Estela viendo en el su diagnóstico "Histeria femenina" anoto unas cuantas cosas cerrando lentamente la puerta de la habitación, —. Mañana a primera hora tiene sesión de masaje pélvico, a si la tendremos tranquila por un tiempo. ya es hora de apagar las luces de las celdas o ¿hay otra novedad?

—Nada importante doctor solo el paciente de la celda 25 el Señor Renfield, dice que tiene algo muy importante que hablar con usted, es muy importante según él.

—¿El de la celda 25?... ¿el que come Moscas y arañas, la otra noche me pidió un pájaro.

—El mismo doctor, pero hoy estuvo diciendo que esta noche llegara su amo

—Bueno, mañana lo veré, ahora cierre con llave esta celda. Le invito un café enfermera será un turno tranquilo esta noche.

El doctor y la enfermera se alejaban por el pasillo riéndose de los chistes del doctor, mientras Blanca Estela dormida en la cama de la fría celda del manicomio.

                        FIN

EL PROSTIBULARIO DE LA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora