XV

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Estaba cansada de llorar, sentía que su vida estaba a nada de acabar después de que fue raptada por esa chica aquel día en el cabaret. Ya no podía más con eso, quería acabar con todo.

— Bien, creo que ya es hora de que me digas en dónde están Myoui y Minatozaki. — Escuchó nuevamente esa voz que detestaba, la voz de su raptora.

Solar estaba en una silla amordazada, su cuerpo tenía las marcas de la soga que le cortaba la circulación de su sangre, y su ojos estaban completamente vendados. Sudaba, y sus temblores solo aumentaban al escuchar a Moonbyul hablar sobre sus amigas. Tenía hambre, sed, y estaba sucia. Habían pasado sólo tres días desde el incidente, y hasta ese momento pocas fueron las ocasiones en que se dignaron en darle algo que comer o tomar, dándole la idea de que sus días estaban contados.

— N-No se en dónde están... — Dijo con la poca fuerza que le quedaba.

— ¡No mientas! — Gritó la licántropo golpeando el filo de la silla donde Solar estaba. Pero no se inmutó, ya estaba aceptando que su destino era morir.

— No lo hago, en verdad no sé a dónde fueron. La señorita Son firmó un contrato de varias semanas con ambas y se las llevó, pero en ninguna parte del contrato se específica el lugar en dónde estarán.

Moon suspiró dejándose caer en el sofá en frente de su rehén. Esto estaba saliendose de control, y si no actuaba rápido, entonces Son y Zhou y serían demasiado fuertes para vencerles aún con toda una manada de licántropos en su contra. Se talló el rostro con frustración y miró de nuevo a Solar, o más bien a Youngsun. Si no sabía en dónde se encontraban entonces ya no le servía, pero no podía arriesgarse a dejarla ir y que delatara todo lo que había escuchado acerca de lo que era y lo que harían en contra de Son.

— ¿Sí entiendes la parte en que todos corremos el riesgo de una gran batalla si dejamos libres a esas cuatro? Seguramente Son ya hizo parte de las suyas a tus amigas, y ahora estamos todos en un gran peligro. Te lo expliqué antes, así que te lo diré una última vez ¿Dónde podrían estar?

— ¡No lo sé! — Grito Solar cansada de todo, sollozando en el proceso de pensar en que sus amigas estaban en una línea delgada dónde si es sobrepasada, entonces morirían. Se sentía impotente.

Moon se lo pensó de nuevo, ¿De que forma Solar podía serle de ayuda? Tenía la mente vacía, hasta que una idea pasó por ella, una perturbadora idea.

— ¡Xiumin! — Llamó a su hermano, el doctor de su manada y el único que sabría cómo llevar a cabo su plan con el cuerpo de Solar.

— ¿Sí? — Llegó él, un hombre algo pequeño para la estatura promedio de los hombres, cabello negro y gafas que sólo hacían resaltar su estilo de doctor con su bata blanca.

— ¿Qué tan rápido y factible es el proceso de transformación de un humano a licántropo?

Solar salto en su lugar y el miedo la consumió de pies a cabeza. Prefería estar muerta a ser ella quien se convirtiera en esa bestia.

— Hermana, eso es algo tardío pero efectivo si lo haces como se debe. Debes morder el cuello, específicamente en la vena principal, para que tú esencia cubra todo su cuerpo y sus partículas comiencen a cambiar. — Habló como todo un experto analizando el cuerpo de la rehén que lloraba fuertemente. — Sin embargo, si lo haces sabes que perderás toda relación con tu pareja predestinada y crearás un vínculo con ella al tener parte de tu sangre y esencia en su cuerpo.

— Eso es lo de menos, Whein puede vivir sin mí.

— Si eso es lo que piensas. Aunque también depende de que su cuerpo soporte la transferencia. El proceso es doloroso, y de no aguantarlo, podría morir en medio del proceso.

— Ella lo soportará, no hay duda de ello. — Entonces fue que ocurrió.

Con una mano tomó su cabeza obligándola a dejar libre su cuello aún con las constantes negaciones de Solar. Divisó rápidamente la zona donde debía morder, pues el sobreesfuerzo de la rubia en liberarse hacia que la vena destacara en su blanquecino cuello. Mordió fuertemente y esperó unos segundos hasta que el líquido de sus colmillos comenzó a esparcirse por la sangre de Youngsun quemandole desde el interior.

— ¡No! No por favor... — Lloró implorando piedad, pero era tarde, el ardor en su cuerpo y el prominente dolor le hizo saber que no volvería a ser la misma de antes. — ¡No!

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Tzuyu alzó su cabeza como si estuviese buscando algo. Su pecho dolía, y juraba haber escuchado las súplicas de alguien a mucha distancia. El corazón se le aceleró y gotas de sudor frío le recorrieron la espalda.

— ¿Pasa algo? — Preguntó Chaeyoung por el repentino comportamiento de su menor.

Ambas se encontraban en su entrenamiento diario que empezó hace días para aprender a combatir y controlar parte de su instinto en caso de una posible batalla.

— No, no es nada... — Trató de convencerse así misma, dejando aún lado ese sentimiento y concentrándose en su misión.

Dentro del hogar, Mina estudiaba de los libros que encontró en la sala principal, acerca de lo que eran Son y Zhou. Le impresionaba saber que todas esas leyendas de hombres lobo y de otras cosas más eran reales, y por alguna razón le interesaba saber la medicina y la forma de curarse de esa especie.

— Siempre quisiste ser doctora, ¿No es así, Mina? — Le sonrió Sana haciéndola salir de su trance.

Desde niña, ella juraba ser la mejor doctora del pueblo, y que con ello ayudaría a mucha gente necesitada para salvar sus vidas. Sin embargo, Taemin llegó en el momento justo para arruinar sus sueños y su vida con ello.

— Es... Sorprendente todo lo que pueden hacer...

— Lo sé, pero... No estoy aún confiada de ellas. Tengo el presentimiento de que algo saldrá mal. Muy mal. — Se sentó a un lado de su amiga y ambas se acurrucaron en el sofá de la sala con la vista de una chimenea en sus ojos.

En sus mentes parecía irreal el tenerte esa vista. Estar en un lugar cálido, tranquilo y bello como lo era esa casa parecía un sueño poco posible desde que Taemin llegó a sus vidas.

— Al menos salimos de aquel asqueroso lugar. — Susurro aliviada Mina, quien sentía lo mismo que la mayor, pero muy en el fondo sabía que para ambas algo de todo lo ocurrido había pasado para el bien de ellas. — Estamos fuera...

— Siento lástima de Youngsun. — Miró al techo, como si pudiese ver el rostro de su amiga en él. — Prometo que en cuanto esto acabe, iré por ella y la salvaré. Juntas iremos al mar, así como nos lo prometimos.

Ambas sonrieron ante el anhelado sueño que tenían de estar las tres bajo el cielo azul a la vista del mar, con el relajante sonido de las olas y la arena perforando sus pies. Era hermoso.

Pero nuevamente, sus sueños nunca serían realidad. El mundo conspiró una vez más en su contra, pues no lo sabían, pero ya no existía más de esa rubia de amplia sonrisa y positivismo contagiable.

Ya no existía más de Kim Youngsun.

El lobo que se enamoró de la luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora