XLII

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Aquella conversación logró dejarla lo suficientemente descolocada como para no poder pegar el ojo en toda la noche. Ni siquiera pudo mantenerse recostada sobre el colchón sin sentir que unas manos la asfixiaban por el cuello enterrando sus uñas en su delicada piel, porque así era como ella se encontraba en esos momentos, ahogada en su propio mundo. La historia contada por Sana parecía una completamente irreal digna de un libro de ciencia ficción de la cual podía burlarse por lo fantasiosa que sonaba, pero desgraciadamente para ella era una historia anecdotica que relataba su vida. Podía imaginarse cada una de las escenas que sus oídos habrían escuchado de esa hermosa voz que tenía la peli rosa, sin embargo, ninguna de ellas le sonaba como para poder decir que lo había vivido en carne propia, y eso hacía helar su sangre. Su cabeza estaba hecha un lío, y pronto lágrimas de frustración se vieron recorriendo sus mejillas ante la impotencia de no ser consiente de nada. Sentía como si hubiese nacido ese mismo día, porque tras analizar un poco su pasado, no podía recordar nada previo, ni su infancia, ni la razón del porqué su nombre era así, ni recordaba a sus padres, familiares, ni amigos. Nada.

Incluso, llegó a sentir empatia y un sufrimiento horrendo por pensar en Sana y lo triste que debió haber sido para ella vivir el infierno que, incluso ahora más que nunca, vivía. La forma en que la japonesa se refería mientras contaba con su voz quebrada y sus manos temblando, como ella había sido su soporte, su apoyo, y la única persona que la habría comprendido después de un largo tiempo, hizo que su corazón se encogiera pensando en el dolor que la mayor llegó a sentir al creer que la había perdido. Lo peor era que pesar de que no había muerto, no podía recordarla, y por lo mismo, no podía amarla como ella le había pedido que volviese a hacer.

Simplemente no podía. Aunque algo en su interior se removiese como un estallido de emoción cada que pensaba en ella, sin poder evitarlo. Le dolía verla tan destrozada, pero su sentido común aún no podía entablar tanta confianza con alguien que relativamente había a penas conocido. Todo era tan caótico.

Mordió su puño en un intento vago de evitar que sus sollozos fueran escuchados por toda la casa, porque, según lo que Sana le había contado, ahora mismo se encontraban en el hogar de alguien ajena a su vida, pero que sin embargo, se preocupaba por ella. Caminó de un lado a otro sobre la misma habitación que la resguardaba, apoyada de su fiel amigo el tripie, intentando aclarar su cabeza. Miró la hora, faltaba mucho para el amanecer pero ella ya no podía aguantar el seguir atrapada en esas paredes sin poder encontrar nada que la ayudase a recordar quien era. Por mucho que el relato de Sana le hubiese dado una pauta, ella necesitaba por si misma entender su alrededor, y de ser posible recordar todo lo que había perdido. Necesitaba respuestas, y su cuerpo estaba lo suficientemente ansioso para poder seguir esperando hasta la mañana.

Con temor se acercó a la puerta de madera de la que sujeto con fuerza el picaporte teniendo la intención de salir un rato, con su mano temblorosa por el esfuerzo haciéndole difícil la tarea de abrir el cerrojo. Necesitaba aire fresco, pero su cuerpo aún estaba lo suficientemente débil como para poder caminar más allá de la salida de su propia habitación, y eso la frustraba. Suspiró rendida de intentar avanzar sin que sus músculos le reprocharan por el esfuerzo, así que  giró su cabeza mirando la cama con la tentación de volver a ella e intentar descansar un poco más. Ya dormí por mucho tiempo, pensó teniendo la determinación de salir de todos modos. Aún así, con dificultad, logró cruzar la puerta tomando entre una de sus manos su abdomen intentado con eso reducir el dolor que, por alguna razón, se había asentado en el lugar; a la vez en que daba pasos pequeños intentado forzar su cuerpo lo menos posible. Estaba tan concentrada en su labor que cuando pasó por una de las habitaciones no notó que alguien venía saliendo de ahí con el típico sonido una cadena siendo tirada, topandose de cara con ese alguien que parecía alertada por verla ahí .

El lobo que se enamoró de la luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora