III

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2024

Becca se encontraba en la bañera poniendo jabón sobre la espalda de su mujer, sintiéndose... tan poca cosa, porque aunque sabía cómo debía actuar, no hacía juego con lo que sentía. Sin embargo, no podía echarle en cara a la rubia el que volviera a mentirle escondiéndole la verdad sobre su cirugía. ¿Qué otra cosa podría haber hecho? Ella la había obligado a ocultarlo por tener esa actitud reticente mientras su esposa sumaba puntos hasta los límites más crueles de la escala de Karnofsky. Al parecer, Élise había pensado mejor solución que la joven volcara su odio en ella y no ¡en la bendita vida! ¿Cómo Élise podía con tanto? ¿Y cómo Rebecca era tan incapaz?

–O sea, que me la lleve a casa con un par de pastillas para que no se muera en un hospital agonizante>>, recordaba haber ironizado y resoplar ante el silencio de los desconcertados doctores tras la última visita al hospital–. ¿Por qué no la matan ustedes directamente y así se ahorran esfuerzo? No, claro, que si se muere desde ya, ¡a ustedes se les reducen los ingresos! ¡Esto es la hostia! –había exclamado Becca antes de salir dando un estruendoso portazo.

La pequeña como cada día, había aparecido en la puerta sosteniendo su albornoz de princesa y su patito de hule pidiendo acompañarlas, y ambas luego de compartir una cómplice sonrisa, asintieron. Rebecca estaba agradeciendo enormemente la ayuda de Donna y Julianne. Ahora las dos estaban quedándose en casa pues ahora tenía ella que ayudar a dos hermosas rubias al unísono tratando de hacerlo lo más normal y divertido posible para ambas. Dormían juntas, les daba el desayuno, las vitaminas de Nahiara y las medicinas de Élise juntas, las vestía, peinaba, maquillaba, y rectificaba el correcto cepillado dental de la pequeña mientras cepillaba cuidadosamente a Élise con un cepillo especial de cerdas extra suaves y un dentífrico sin flúor para proteger los daños causados en su cavidad bucal. En medio de ese caos, estar unidas era un oasis que no se cansaba de admirar. Aunque les había tomado tiempo y habían estado a punto del abismo, habían conseguido acercarse e intentar crear una armonía saludable para todas. Se había dado cuenta de que solo se aferraba a un vacío, que mientras más fuerte lo sostenía más dañaba a quien amaba. Que hay cosas que no tienen ni razón ni explicación. Que hay batallas que se ganan dejando a tiempo la lucha. Que hay cosas que no acaban nunca. Y que hay amores que sobreviven a los amantes...
Becca había desvestido a Nahiara y la adentró al agua, y Élise la había abrazado con escasas fuerzas mientras chapoteaba frente a ella.
–Becca tiene razón con eso de que la esperanza es lo último que se pierde. Es válido. Pero como no podemos renunciar a las esperanzas, tampoco al realismo –recordaba la voz de Julianne decirle a Donna el día que había llegado de Brasil.
Como si nada que ocurriera tuviese más valía que ese baño, ella se perdía acariciándole la espalda, en busca de una antigua cicatriz de operación pulmonar que no encontró. Y sonrió con dolor cayendo en la realidad… Su cabeza sin pedírselo, fue de inmediato al inicio de la historia (como le habían dicho ocurría en los segundos previos a la muerte). Recordaba cuando llegó a su vida en el más oscuro momento como un rayo de luz que traía nuevas esperanzas, cuando decidieron rápidamente tener a la pequeña, cuando por vez primera la sostuvieron en sus manos, cuando en un atardecer aceptó ser su esposa, cuando en otro avanzó hasta el altar con el ritmo de "Now and Forever" creyendo que realmente sería para siempre... Los repasaba como si le diera una caricia de despedida a cada uno, a cada beso, cada abrazo, cada lágrima, cada risa, cada noche y cada día..., como si le dijera adiós a la felicidad que ya conocía de primera mano y era imposible rescatar una segunda vez.
―Mamá, ¿qué cuento nos leerás hoy? ―preguntaba la rubita volteándose a ver a la trigueña.
Becca sin saber entonces porqué, comenzaba a recordar inevitablemente cómo una de esas noches en que acudía en busca de autoconsuelo, había terminado en el salón viendo Los puentes de Madison. Viendo cómo los protagonistas, después de haber conocido su amor, sabiendo que era todo lo que necesitaban para que su vida fuera lo que deseaban, lo dejaron ir... Se sintió egoísta, nuevamente.
―Hoy..., mamá no leerá ―contestaba y Nahiara frunció el ceño graciosa―, pero te contará una historia preciosa, cariño ―informaba Becca, y Élise le había devuelto una mirada confusa. La neoyorquina posó su mano sobre el hombro de la mayor pidiéndole que se despreocupara, y la había sentido relajarse.
Ella comenzaba a entender el porqué de que Élise se emocionara con aquel antiguo romance cinematográfico. Como en el filme y las convicciones ahora nubladas de la menor, debía aferrarse simplemente al amor más allá del cielo, de lo mortal, de lo físico, lo material, lo mundano, más allá de la muerte, más allá de la vida... “Ya no estoy sentada a tu lado, aquí en el césped. Me tienes dentro de ti como una prisionera voluntaria”. Aquella frase de la protagonista era justamente lo que ella sentía y lo cual debía ser su consuelo. Robert y Francesca no pudieron darle continuidad a su romance por circunstancias de la vida, y cada cual a su modo halló la solución a que eso no les impidiera vivir. Así que luego de fallecer él, y Francesca dejar todo en una carta a sus hijos que jamás tuvieron ni la menor idea de su historia, entendieron y cumplieron su deseo de ahora descansar junto a él y tenerse como no se pudieron tener antes arrojando sus cenizas en el mismo puente. Ella, por igual, rememorando una antigua promesa, encontró su "solución".
―Dice la leyenda ―comenzaba a narrar Rebecca―... que millones de años atrás, las almas gemelas eran... una pequeña semilla. Como la de una nuez, de esas que les encantan a ti y a mami ―especificaba para hacerse entender mientras se le inundaban los ojos―. Y su fortaleza era tan, tan, taaan grande, que parecía un gigante junto  al de la Tierra. Y claro, eso no podían permitirlo porque desestabilizaba el equilibrio planetario. Entonces, un señor muy malo y feo, con cuernos rojos y un tridente enooorme ―continuaba interpretando para los atentos ojazos de la niña como si estuviese sobre las tablas de un escenario―, fue el encargado de separarlas. Y les borró la memoria, para que se olvidaran de que un día fueron una sola cosa.
―¡Jo! ―se quejó Nahiara―. Pero ¿cómo si eran tan fuertes las separaron? ―cuestionaba la rubita, y ella sintió un hueco apoderarse de su estómago.
―Sí, lo eran ―aceptaba―. Por eso a pesar del sufrimiento y la distancia, su amor persiste ―suspiraba buscando calma―. Solo que ahora su destino, en vez de estar juntas, es tratar de encontrarse la una a la otra..., en todas las vidas ―tomó un respiro y prosiguió mientras dejaba caer el agua sobre la piel de la rubia―. Dicen que su energía es tanta, que cambia el aire cuando están por hallarse, que parecen capaces de olerse, de sentirse, de recordarse..., y como si tuvieran un GPS interno, como el de la camioneta de mami, algo que no saben lo que es, les suena al verse como si hubieran llegado al final del recorrido. Y ese es un momento... mágico, uno que sin saberlo estuvieron esperando en miles de reencarnaciones ―decía recordando el día en que firmó el contrato del filme junto a la rubia y descubrió una parte de ella que tenía dormida y nunca más pudo apagar―. Cuando están frente a frente, entienden por qué siempre se sintieron desdichadas, como si les faltara un pedacito a su cascarón ―apretó los labios a sabiendas que ese dolor que siempre sintió, volvería a sentirlo con mayor impacto pronto―. Aunque no todas pueden encontrarse ―advertía con una sonrisa a modo de consuelo y la pequeña hizo una mueca de pena―. Otras, en ocasiones, están cerca, pero no se reconocen y de tan fuerte que son las vibraciones mutuas, acaban destrozándose, confundiéndose con enemigas―rió con soberbia y molestia la rubia, y ella recordó los miles de enfrentamientos que tuvo con la diva―. Y no queda ahí, princesa, las afortunadas que logran reunirse, tienen que superar varios desafíos.

Tras bastidores | Completa | Temática LésbicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora