III

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2015

Rebecca había recibido una llamada de Donna y se dirigía a su casa para verla. La representante y su familia habían rentado una residencia en el centro de la ciudad de Hudson, así que le quedaban más de dos horas de viaje hasta llegar pero lo disfrutaba mucho. Le encantaba coger la moto y perderse en los caminos sintiendo el aire pegarle en el cuerpo como si fuera capaz de detenerla en el tiempo y dejarle la mente en blanco como las horas de sueño. Esta ciudad tiene un encanto típico neoyorkino. Recorrer sus calles es como meterse en una película clásica, de hecho es un distrito histórico. Los bordes de las aceras tienen elegantes farolas estilo Pushkin negras, al final de cada calle hay árboles que en dependencia de la estación florecen o se quedan absolutamente desojados, sus casas son altas de estilo antiguo, están pegadas unas a las otras y hay que subir unos diez escalones para acceder a la entrada. Donde es más visible este elegante estilo arquitectónico que mezcla el gusto local con lo industrial es en Warren Street, allí las viviendas están destinadas a la clase trabajadora y media. Tiene muchos pequeños negocios y constan con las mejores tiendas de antigüedades del noreste del país, le parecía un lugar tranquilo. Sin embargo Columbia no era un condado que iba con su estilo ni con lo que quería y buscaba en ese momento, necesitaba Manhattan que era mucho más ajetreada, ruidosa, siempre llena de gente, de pantallas luminosas, de carteles, vallas publicitarias y atascos de tráfico. ¡Quién diría que ahora esa era la descripción perfecta de paraíso para ella ahora si un año atrás solo deseaba una casa en la playa y en calma!
La casa de Donna y su familia no era como las típicas de la ciudad, sin embargo era una casa especial, estaba rodeada de un gran jardín donde siempre jugaban las niñas y el perro sin ningún peligro a orillas del río, tenían un patio con una pequeña piscina donde se podían hacer barbacoas, estaba cargada de plantas que te hacían sentir arropada y todo el mobiliario exterior era de madera que daba la impresión de estar desgastada. Aunque el interior era más moderno, contaba con más de seis dormitorios, paredes grises y blancas, con todos los equipos y electrodomésticos necesarios, pero aun así, lucía sencillo y rústico como una casa de campo moderna.
―Donna acaba de llamar, estará aquí en diez minutos –dijo Montserrat―. Toma ―continuó extendiéndole un vaso de zumo de naranja natural y un analgésico―, imagino que saliste anoche y con todo el viaje hasta aquí no debes sentirte muy bien.
―¡Como me conoces! –respondió Becca―. Obrigada… No tengo prisa de todos modos, sabes que me encanta visitarlas y jugar con estas pequeñinas.
En Hudson, se encuentra uno de los ríos más largos de Estados Unidos: el río Hudson y por este fue nombrada así la ciudad. Aunque aseguran que está mal catalogado porque realmente es solo un estuario marino. No es recomendable nadar en él o pescar, mucho menos beber su agua ya que la contaminación que tiene es tan alta que causa efectos nocivos hasta a la vida silvestre debido a varios factores principalmente la descarga de lo bifenilos policlorados (PCB) que recibió por parte de la multinacional General Electric, porque numerosas fábricas vierten basuras y residuos industriales directamente a sus aguas, por el tránsito marítimo y la violación de la Ley de Agua Limpia que cometió la planta de energía nuclear en Buchanan extrayendo grandes cantidades de agua del río y matando a millones de peces y otros organismos acuáticos anualmente, pero esta contaminación no se evaluó hasta la década de 1970. En numerosas ocasiones se han realizado arduas limpiezas en el río pero hoy en día siguen diciendo que los peces continúan contaminados por los tóxicos de PCB. Aun así es un paisaje digno de ver y su vista desde el puente de Brooklyn es también una maravilla. Tiene una extensión de 506km y desemboca en el océano Atlántico entre los barrios de Staten Island, New Jersey y también Manhattan desde donde se pueden coger water taxis para recorrerlo y ver la Estatua de la Libertad de New York como hacen los turistas.
Becca estaba sentada en una de las tumbonas junto a la piscina mientras tenía en brazos a Fernanda y Viví. Eran dos gemelas de casi cuatro años que parecían haber salido de un anuncio de potitos con sus ojos verdes y cabellos castaños. Montse y Donna les dedicaban mucho tiempo, siempre se veían cuidadas y relucientes y con lo último en moda. Ahora llevaban sus bañadores rosas de Barbie a juego y unos lentes de sol RayBan enormes, como de señora ricachona de Beverly Hills y le parecía de lo más tierno del mundo.
―Vamos al agua que la tía Becca se muere de calor –dijo Becca quitándose las botas, los vaqueros y quedándose en camiseta.
Se lanzó a la piscina sintiéndose ya más fresca y relajada, tomó los flotadores en forma de donut de las niñas y Montserrat la ayudó a acomodar a cada una a su lado. Sabía que debía tener cuidado con ellas porque Viví era un poco inquieta pero estaba tranquila porque por muy increíble que le pareciera, habían aprendido a nadar hacía años.
―Si estas dos supieron nadar antes que caminar –dijo sonriente Montse que las vigilaba desde el borde de la piscina.
―¿Montse tienes idea de qué quiere Donna? –preguntó Rebecca preocupada sin saber aun para qué la había llamado.
―La verdad es que no, meu bem. Pero ya te dirá ella.
Becca había conocido a la pareja poco antes de comenzar su trabajo en “Luna”, durante la grabación de una serie televisiva que protagonizaba Montserrat y a la que ella había sido invitada para dos episodios. A pesar de conocer primero a Montse y tener más en común con ella que con Donna, con la segunda fue con la que creó un mayor vínculo, tal vez porque sabía que necesitaba un Pepito Grillo personal y Donna era perfecta para el puesto. Eso mismo aseguró Montserrat al saber que Becca no tenía representante y que había echado a la anterior porque además de tratarla mal, no buscarle buenos trabajos y no prestarle atención, le había robado.
―Donna no se dedica a esto solo es mi representante de momento aquí porque es mi esposa y se entiende mejor con los americanos que mi representante brasileña, además ella no estaba disponible para venirse indefinidamente aquí, pero es buena y atención no te faltaría, yo sé lo importante que es tener a una mano amiga a tu lado en muchas ocasiones dentro de este mundo que no es nada fácil y menos para actrices jóvenes como tú. Tú tranquila que yo hablaré con ella y seguro se interesa en el caso –había dicho Montserrat el mismo día en que se habían conocido al verla discutiendo con su antigua representante.
Como siempre Becca le respondió agradeciéndole la ayuda, era algo que no estaba acostumbrada a ver en esa industria. Siempre eran muy duros con ella y la apartaban, la hacían sentir insegura, querer desistir, pero Montse tenía muchos años de experiencia quizás por eso la tomó como su protegida desde el primer momento y la cuidó tanto como le fue posible haciéndola sentir cómoda en aquel ambiente de trabajo que normalmente la estresaba demasiado. Sabía que ese tipo de actrices valían oro y al conocerla como persona, como esposa, como amiga, como mamá, se dio cuenta que Donna era una afortunada, aunque ella también porque su amiga era inigualable. A veces las veía y sentía tanta envidia, tantas ganas de tener una vida así, de encontrar a alguien que la hiciera sentir única y que ella también pudiera ver como la mejor criatura de la Tierra. Pensó que sería Élise pero claramente se había equivocado.
―Hola amor –dijo Donna entrado al área de la piscina y dándole un beso en los labios a su esposa―. Perdona haberte hecho esperar Becca pero tuve que ir de urgencia a hacer unas compras y necesitaba hablar contigo en persona.
―No te preocupes –respondió relajada alegrándose de su llegada porque ya comenzaba a deprimirse de nuevo pensando en la rubia.
Donna se acercó y le dio un pico a cada una de sus pequeñas que sonrían de tenerla de vuelta y Montserrat ocupó el lugar de Becca en el agua junto a ellas. Rebecca tomó una toalla mientras observa aquella hermosa estampa familiar, tan calurosa, tan hogareña, tan de anuncio pero tan real, nunca se habría imaginado que aquella felicidad fuera posible. No se podía creer que dos personas consiguieran tener semejante bienestar envidiable después de atravesar todos los golpes individuales que les había dado la vida, ella pensaba que las personas no podían recuperarse tras una pérdida, que solo era fachada lo que demostraban siguiendo adelante porque ella sabía que no podría hacerlo, pero en ellas era diferente, porque las conocía y sabía que habían vencido a la muerte y al dolor que dejaba con su paso.
―¿Y bien? ¿Qué tienes que decir? Estoy ya nerviosa –le pregunta a Donna cuando se adentran al jardín.
―Tranquila, solo quería que supieras que localizamos el IPEI del ordenador desde donde se escribe el blog de Andy, y tenemos la dirección. Es en Melbourne –dijo mirándola atentamente.
¡Ahora que se arrepentía de intentar localizarlo tenía que recibir aquellas noticias! Su sorpresa fue escuchar la ubicación: Melbourne. De inmediato se retractó de su deseo. No solo no molestaría a Andy, sino que tampoco iría allí a invadir el escondite de su mayor tormento. Fue por algo si ella decidió huir hasta allá, sabía que no era cierto lo que aseguraban las noticias de que solo se había marchado por su nuevo puesto dirigiendo El Centro de las Artes de Victoria; Rebecca la conocía mejor que eso y sabía cuánto odiaba su vida en Australia. Claramente estaba huyendo de ella a esa vida de esposa entregada con el "guapito de cara".
―Quería decírtelo en persona para repetirte que te pienses bien lo de buscar, investigar o seguir a esta persona de la que no sabes nada. No tienes ningún derecho de intervenir en su vida Becca –continuó poniéndole una mano sobre el hombro para darle apoyo y Becca asintió digiriendo la noticia.
El nudo en la garganta de Rebecca estaba jugando dentro de ella haciéndola sentir una repentina ira y desilusión que se le acumulaban detrás de los ojos y sabía que Donna podía verlo. De repente su cabeza se había inundado (como el día que supo que contrajo matrimonio) de las imágenes de SU RUBIA besando a aquel muchacho y todavía la seguía desgarrando aunque en un inicio no había querido reconocerlo. Volvió de inmediato al día en que Élise, después de encargarse de expandir rumores de ella llamándola desde promiscua, contagiada de ETS, hasta alcohólica y tener las trifulcas correspondientes, comenzó a aparecer acompañada del "guapito de cara" al estudio. Tenía la edad suficiente como para ser su hijo (cosa que a ella no le molestaba pero si se trataba de ellos, sí). Ryan... había dicho que se llamaba. No perdía la oportunidad de mencionarlo cada que Becca se encontraba cerca. Y aseguró que la consentía y amaba demasiado, que no podía dedicarle más tiempo del necesario por su carrera y que él siempre lo había entendido, pero que decidió hacerlo público porque “ella sí que no tenía de qué avergonzarse”. Claramente, sus comentarios fueron con segundas intenciones, pero la joven no hizo más que felicitarla e ignorarla ante todos. Internamente, lo que le ocurría a la trigueña se le escapaba ampliamente de las manos. Y al cuarto día de haberla estado escuchando no fue capaz de otra cosa más que antes de lo estimado pasar por Adhara y ofrecerle la tarde de intensidad que jamás había ni valorado podía tener.
Rebecca no lo entendió, pero el recuerdo de aquella altanera besándolo y tratando de hacerla sentir mal, realmente conseguía meterse en su cabeza hasta el punto de que ya estaba confundiendo su rostro con el de la mujer más joven bajo su cuerpo. Quería hacer que se tragara sus palabras, pero no era justo que anduviera utópicamente acariciándole la piel mientras tocaba a otra, por lo que se juró no permitir que la siguiera enloqueciendo. No podía permitirse nada, ni odio, ni rencor, ni rabia, ni nada. No era la persona indicada por la que sentir, con ella solo tenía un sufrimiento asegurado, ahora era consciente de que fue su culpa no actuar razonablemente bajo advertencia… Ahora no le permitiría a Élise creer que visitaba la ciudad por su causa, seguiría bajo la doctrina de no invadir su vida perfecta, en la que tanto había asegurado no creer, pero nunca se termina de conocer a las personas claramente y tampoco era justo interferir en la de Andy.
Tras días buscando un modo alternativo porque Becca no quería aparecerse en Australia a tenderle una emboscada a una persona enferma, Donna había resuelto un correo electrónico donde contactarle..., pero Becca no sabía qué hacer al respecto. Mantenía su idea pero estaba tratando con algo más grande que dependía solo de quien lo vivía y aunque enviarle unas letras no era del todo invasivo, entendía que se pudiera sentir expuesto, y ella sabía cuánto dolía, porque a ella también la habían expuesto. Esa fue la gota que rebasó el vaso y debió haber sido el momento de detenerse pero, aunque lo había intentado, le había sido imposible. Élise le anulaba la razón...

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