2016
Aquella noche no quiso hablar del pasado, ni del futuro. Esa noche quiso disfrutarla con el calor de la rubia perdida en su cuello y sus manos, abrazándole la cintura nuevamente después de un año de angustia y fue cuando por vez primera consiguió dormir de verdad. Era algo... inexplicable. Pero desde que comenzaron a dormir juntas, si en alguna ocasión lo hacían por separado o enfadadas, no conseguían pegar ojo, pero al instante en que se encontraban o reconciliaban, las invadía un sueño aniquilador. Por eso la rubia decidió un día que estaban enojadas que nunca se irían a la cama enfadadas, si era necesario despertaba a la joven en medio de la madrugada y discutían pero al alba siempre debían estar en armonía. Decía que nunca se sabía si despertarían, o si al salir de casa volverían a casa porque la vida era muy incierta y de un segundo a otro se podría terminar y ella n deseaba que en el final de ninguna de las dos, la otra quedara como una villana, sino todo lo contrario. Aunque Becca cedió a la petición la sintió como una inmensa idiotez porque no morirían en un abrir y cerrar de ojos, ahora sus palabras tenían más sentido que nunca. Se preguntaba desde cuándo Élise lo sabía, desde cuándo habría sentido que se le acababa el tiempo…
Ella esa noche no pudo pensar más allá de que cada lágrima, cada sonrisa, cada caricia, cada suspiro, cada beso... se lo debían a aquel destino en que siempre creyó las había hecho coincidir. Ese que fue capaz de encontrarlas a pesar de caminar en direcciones opuestas. Ese que la hizo hallar refugio en el mismo sitio del que salió herida. Ese que hizo que vestida de "Luna" reapareciera en la vida de su ex mujer exactamente el mismo día en que Julianne, su enfermera, la encontró inconsciente en la bañera con el rímel corrido por el llanto que había desatado la rubia mientras se rendía ante la muerte.
―Finalmente conocí a la famosa Becca ―dijo Julianne mientras miraba con nostalgia a Élise dormir y la joven no comprendió a qué se refería.
―¿Por las películas dices?
―No, no. Es que cuando comenzó a despertar en el hospital luego del lavado de estómago, lo único que se le escuchaba decir era << Becca... Becca... Becca…>> y para mí no tenía sentido ninguno, no sabía a qué se refería. Cuando la confronté no me quiso decir –aquella confesión había emocionado a la joven, lo sentía como un grito de ayuda que deseaba haber podido escuchar―. Yo sé que a ella le incomoda hablarlo conmigo obviamente, pero llegó un día en que no lo pudo ocultar más y me contó que Becca era una chica con la que había tenido una historia ―a Becca le dolió que lo resumiera a eso aunque sospechaba que esas no eran palabras de Élise―. La noche que entraste a su habitación… cuando vi cómo te miraba…, supe que tú eras esa chica ―dijo y suspiró.
A Rebecca se le llenaron los ojos de lágrimas al igual que la enfermera, aunque no lo entendía del todo, se supone que ellos están acostumbrados a lidiar con la muerte, de hecho la mayoría de los que ejercen la medicina lo ven como algo tan natural que se les endurece el alma y para los pacientes y familiares nos resultan demasiado crueles incluso. ¿Qué sería lo que pasaba con la pelirroja? En los días que llevaba Becca en la mansión australiana se había hecho su confidente porque no quería abarrotar a Élise de ideas y momentos amargos sabiendo la importancia que tiene el estado anímico en ese tipo de pacientes, así que le preguntaba a ella. Aunque sentía que había sucedido no solo porque pidiera información sino porque Julianne aparentemente necesitaba también alguien con quién desahogarse de toda aquella tragedia que había compartido con su rubia.
―Tuvimos que ingresarla de urgencia en el hospital –murmuró la pelirroja mientras Élise dormía―. No sabes Rebecca el miedo que tuve –dijo emocionada y Becca comprendió porqué Andy le agradeció aparecer exactamente ese día―. Élise se había tomado un bote entero de píldoras, de las mismas que le recetaron para combatir los efectos de la quimio y se metió en la bañera según ella porque no quería morir de cáncer, quería decidir sobre su muerte y hacerlo maquillada y portando joyas le daba un glamour muy hollywoodense a su final.
Eso eran tan diferente a la mujer que conocía, una persona narcisista jamás se suicidaría, la rubia debió haber cambiado bastante con aquella enfermedad realmente, tal vez estar al borde de la muerte le había abierto los ojos, aunque ese nivel de control sobre cómo ocurriría todo le parecía típico de ella. Rebecca ni se imaginaba cómo hubiera reaccionado, de encontrarla inconsciente su fortaleza mental no lo soportaría jamás. Pensaba en cuán mal debía sentirse Élise para llegar a ese punto y recordó que en las conversaciones con Andy siempre había percibido a una persona derrotada y rendida, pero una que jamás se mataría porque realmente su sufrimiento era no poder vivir lo suficiente para recuperar aquel amor. Entonces, ¿qué le había sucedido a Élise?
―Si te lo preguntas―había dicho en parsimonia la rubia mirándola apenada mas tratando de mostrar orgullo cuando despertó y las encontró abordando el tema a sus espaldas―, es muy simple hacerlo cuando no tienes nada que perder.
Rebecca no logró responderle. Siempre vio aquello como la mayor de las paradojas: querer morir por miedo a la muerte. Lo sintió de pronto hasta una idiotez..., pero no podía etiquetarlo como cobardía, ni como todo lo contrario. Sencillamente lo creía: el último acto de valentía de un cobarde. Porque ciertamente en una situación donde creemos haber tocado fondo, lo sencillo parece ser no enfrentar nada más, pero en sí mismo ese acto de rendición ante la vida es el de mayor rebeldía. Pues buscando no encarar nada se batalla contra el mayor temor de la especie humana: la muerte.
Y no, no podía imaginar a la mujer que amaba al borde de ese abismo, a un paso de perderla realmente después de ella misma haberse perdido, mas con el tiempo llegó a comprenderla sin compartirlo. Sí. Entendió que los niveles de control y repentina insubordinación de la rubia llegaron estrepitosamente a su cénit y la llevó a querer elegir lo que nadie escoge: fecha y condiciones de la partida. Son muchas las personas que como ella, prefieren no padecer el proceso desgastante por el que se pasa durante el intento de sanación de estas enfermedades, y dejarse de la vida cuando aun tienen (como ellos mismos dicen) dignidad. Y tal vez sea cierto, tal vez a veces, muchas veces, solo utilizan su último período de vida para luchar en una guerra perdida que los hace sufrir a ellos y a sus espectadores, pero muchas otras veces se consigue la victoria. ¿Qué seguridad tenemos de que nosotros no ganaremos? Esa, particularmente, la joven creía que era una lucha que valía la pena porque solo se podía perder algo ya perdido, pero se podía obtener la mayor de las recompensas: volver a nacer. Eso sin siquiera hablar de todos los momentos que estarían negándose a todavía tener, con la opción de tenerlos.
Su teoría se vio reforzada al conocer que la señora Blanchart había sido diagnosticada con una depresión clínica. Julianne había asegurado que Élise se sentía culpable por todo lo que le ocurría y para Rebecca cobró todo mucho más sentido. Recordó cómo Andy había escrito que merecía lo que estaba sucediendo, y hasta ahora no había llegado a comprender que se refería a los cigarrillos. Becca consiguió imaginar la complicación tras aquella lucha sabiendo lo autohostigadora que alcanzaba a ser la mayor y probablemnte eso era lo que significaba aquel intento de suicidio, adelantar un final que sentía merecía y había provocado.
Lo importante no es solo que Élise lo veía así, sino que de ese modo lo ve el mundo entero lo cual provoca que estos pacientes se sientan culpables y se rindan. Pero Rebecca no lo veía así, de hecho nunca creyó que esa fuese la única causa de su enfermedad. Millones de personas en el mundo son fumadoras, y sí, tienen un alto porcentaje de desarrollarlo pero no significa que todos necesariamente tengan que presentar un carcinoma pulmonar. Pero es que el mundo siempre lo ha tratado como el huerfanito inadaptado del salón de clases. Por más lástima que siembre en alguien escuchar la palabra <<cáncer>>, cuando va acompañado de los sustantivos pulmonar y fumador ya no es lástima, ya es más bien un <<te tocaba>> lo que sus caras demuestran, un <<lo mereces por inconsciente>> o el típico <<te lo dije>>. Pero no, no es así. Nadie lo merece, porque ni la muerte debería ser castigada con la muerte, además de que cualquier ser humano podría desarrollarlo sin necesariamente haber probado un cigarrillo en su vida.
Deberíamos dejar de ponerle a la noticia el acompañamiento <<claro, es que fumaba desde los 14 años>>. Eso es solo una muestra del nivel que alcanza la necesidad de las personas por etiquetar, distinguir, formar grupos, denigrar. ¡Pareciera que solo somos felices sintiéndonos parte de una tribu superior a otra! Y no. Seremos superiores el día que estas "comunidades" dejen de existir con un objetivo más allá del de convivir en igualdad y respeto. Porque una vez que el mundo ya insistió en hacerte miembro de uno de sus apartados, para una mujer, y más para una como Élise, sería muy difícil aceptar que el error no era suyo.
Y encima de todo eso, la rubia sufría por primera vez verse al espejo y que la viesen, cuando estaba acostumbrada a amarlo. Por eso se mantenía a oscuras. Por eso no aparecía en eventos ni había mostrado el rostro en aquel video. Por eso no se retiraba el fular y había encargado hasta una peluca oncológica que a Becca no le convencía. Le gustaban sus cabellos cortos e intentaba hacérselo sentir de todos los modos posibles porque no podía verla de otro modo más que perfecta, porque ella miraba con los ojos que todos debían mirar: los del alma, la misma alma que Élise solo había desenmascarado para ella. Y desde entonces era inconcebible no verle directamente ahí, donde realmente se ubicaban las pupilas de las dos, muy lejos de los ojos y muy cerca del pecho.
Se abrió de golpe la puerta de la habitación perturbándolas a las tres y apareció un enfurecido Ryan que no dejaba de mirarlas juiciosamente. En el par de días que Becca llevaba allí había intentado molestar lo menos posible, solo permanecía en la habitación de Élise vigilándola, atendiéndola y ayudando a Julianne a cuidarla mientras que él ni se había aparecido dos segundos. Aun así en cada ocasión que tuvieron que encontrarse en el corredor o la vio a lo lejos parada en la terraza, no perdió la ocasión para insultarla y echarla de allí. Rebecca se sentía incómoda, a pesar de saber que el corazón de la rubia y el suyo eran uno solo, sabía que estaba casada con él ―por el motivo que fuera― y que le debían respeto. Se sentía una intrusa solo por estar al lado de su propia mujer, y le dolía pero lo importante era que Élise estuviera bien.
―Élise córtame la reunión del aquelarre que tu ESPOSO necesita hablar contigo –le dijo Ryan a Élise sin siquiera mirar a Becca o a la enfermera.
A Rebecca le subió un vapor por todo el cuerpo que podía jura que tenía la cara ardiendo, sintió deseos de decirle tantas cosas, pero lo mejor era no interrumpir y crear una situación que estresara a la rubia. Así que fue hasta su lado, le sirvió un vaso de agua y lo dejó junto a su mesilla, la miró con complicidad dándole calma y cumpliendo la petición de los ojos de Élise, salió con Julianne de allí.
―Tú y yo tenemos un acuerdo y el que me hagas quedar como un estúpido cornudo no es parte de él –escucharon a través de la puerta a Ryan decir y ninguna de las dos comprendió totalmente a qué se refería―. Esto tiene que acabar, no lo permito más. Esa zorra tuya se va hoy mismo de aquí, o me voy yo y atente a las consecuencias –fue lo último que se atrevió a escuchar Becca, de quedarse un poco más lo hubiera sacado a patadas y tirado desde la ventana probablemente.
Bajó con Julianne a la primera planta donde se hospedaban el representante de Élise, Phillip su estilista y los empleados de la casa. Becca trató de acercarse a ellos para que obviaran la discusión y los ritos que llegaban hasta allí pero nadie parecía sorprendido por el terrorífico espectáculo y aquello le provocaba más pánico aun. Significaba que estaban acostumbrados y no se le ocurría nada peor que alguien discutiendo, gritando y maltratando no solo a una mujer, sino a una mujer enferma y sin fuerzas para defenderse. Tuviera o no razón Ryan, aquellas no eran maneras y si Élise había tenido que soportarle durante un año para mantenerla a ella alejada, ya no tendría que hacerlo más. Ella no iba a aguantar eso en su propia cara, no se quedaría con los brazos cruzados.
Subió corriendo prácticamente las largas escaleras de lujosa madera y como hizo él, abrió de un portazo la puerta. Élise se encontraba totalmente calmada como si sus gritos no le afectaran y quizás por eso el rostro de él acumulaba tanta rabia, por no ser capaz de despertar ni el odio en ella.
―Ryan vete de aquí, vete a otra habitación, date un paseo por el jardín, sal con tus amigos o date un baño en el mar pero a Élise déjala en paz –dijo alterada Rebecca parándose junto a la cama de la rubia y enfrentando los ojos de su marido―. Deberías saber que necesita calma y cuidados, y si no vas a hacer nada de eso mejor lárgate y deja que nos ocupemos nosotras. ¡Su bienestar es lo único que importa ahora no tu mierda de orgullo de machito alfa!
―Tú cállate que no sabes ni lo que hablas –respondió―. Pero tranquila que ya quedó todo solucionado –aseguró él y Becca no comprendió.
Ryan se paró al otro lado de la cama y sin dejar de mirar a Rebecca lentamente se acercó a Élise, la tomó por la mandíbula y le robó un beso que ella interrumpió volteando la cara. Rebecca no aguantó más y en cólera lo cogió por la camiseta y lo echó de la habitación maldiciendo a todo lo posible.
―¿Estás bien? –le preguntó a Élise cayendo al suelo colapsada y con la respiración agitada―. Tus estúpidas decisiones tienen siempre altas consecuencias Élise –dijo agobiada por toda la situación que no sabía ni en lo que iba a parar, era demasiado para ella quizás―. Nos metimos demasiado en la película no sé cómo. Ojalá y no termine yo también como Luna matando a alguien.
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Tras bastidores | Completa | Temática Lésbica
EspiritualA Becca, nunca nadie la hizo tan jodidamente feliz e infeliz como aquella, que representaba todo lo que repudiaba. ❤ Élise Blanchart entró a la vida de la joven, para nunca marcharse... 🖤 > Las protagonistas de esta obra, por más que se intentaron...