IV

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2016

―Ryan ya la semana que viene puedes volver a la casa, que estará vacía –dijo Élise al teléfono y tosió―. Aunque bueno –continuó con dificultad para respirar―si prefieres puedes volverte a New York y buscamos un sitio donde te puedas quedar… Vale, entonces hacemos eso… Adiós.
―¿Y bien? –preguntó Rebecca.
―Nada, dice que de momento se quedará aquí pero pronto volverá a Estados Unidos, que se busca un departamento y ya me mandará la factura –informó resignada Élise y Becca se molestó al no reconocer ese comportamiento sumiso en Élise, pero eligió permanecer en silencio, de todas formas ella no sabía qué se traían ellos dos y no era su asunto.
La rubia prendió la reproductora de música que le habían dejado en la cama. Puso el álbum de baladas de Rebecca que sin saberlo lo había hecho por ella mientras la joven y Julianne terminaban de preparar sus maletas. Cuando comenzó la melodía de la primera canción Rebecca sintió una fija y potente mirada de la rubia sobre ella, una de esas miradas que te escarban hasta los huesos, que podía sentir que había perdido consciencia de la realidad y que probablemente hasta de respirar se hubiera olvidado. Amaba esas miradas suyas y prácticamente deberían ser prohibidas frente a otras personas, delataban mucha más intimidad que una pareja teniendo relaciones en público. Y por cómo Julianne las miraba a las dos, tenía razón.
―¿No es hermosa, Julianne? ―cuestionó retóricamente Élise besándola en la mejilla.
Julianne asintió con visible incomodidad y la rubia abrazó a Becca por la espalda. La joven se sonrojó y encogió los hombros percibiendo un ambiente extraño. No solo porque la rubia nunca demostraba tanto públicamente, sino porque sintió algo anómalo de su parte en aquel gesto que le creó un poco de incomodidad. Fue como si Élise intentara probar algo y ella estuviese en medio de una lucha de la que desconocía cuál era la base y claramente en qué consistían la victoria y el merecido premio.
―Definitivamente: girl, you're every woman in the world to me (chica, tú eres cada mujer del mundo para mí) ―tarareó Élise en su oído la canción de Air Supply que sonaba.
Su enfermera tras mirarlas en la inútil espera de que se detuviera todo aquello, se disculpó con una cara extraña como de molestia y las dejó a solas para no participar en aquel espectáculo, tal vez solo quería ofrecerles la intimidad que la mayor parecía reclamar pero parecía algo más y la teoría que le venía rondando la cabeza a Rebecca hacía días no le agradaba en lo más mínimo pero prefería no pensar en ello.
―You're my fantasy... (tú eres mi fantasía) You're my reality... (tú eres mi realidad)―completó la estrofa la menor sin prestarle más atención a lo sucedido.
―You're everything I need... (tú eres todo lo que necesito) ―susurró Élise colocando las manos en sus mejillas con la delicadeza de estar acariciando un impoluto copo de Luna y tenía una mirada que demostraba completamente sus palabras.
Tensó los labios buscando vaciar su mente... Ella también la necesitaba... Y era imposible ocultarse bajo sus párpados y no pensar. No pensar en el mañana..., en si existiría... Élise la besó tiernamente abrazando con sus labios los de ella mientras le acariciaba el rostro. Deslizó las manos por sus hombros..., por sus brazos..., hasta llegar a sus manos y entrelazarlas con las propias...
―You're everything to me... (tú eres todo para mí) ―admitió la joven en un balbuceo estremecedor.
Besarla y sentir cómo se le anegaban los ojos por el deseo desesperado de la rubia de detener las agujas del reloj, era una constante para la menor. Sentía las ganas de aprovechar cada momento en cada movimiento de sus lenguas. Como si con su boca intentara dejar constancia de su paso por la Tierra. Como si quisiera vivir de golpe todo lo que se negó por años, concentraba sus días en esos minutos donde sus alientos se unificaban... Y debía reconocer que sabían hasta diferente sus labios... Como afrutados, como si se hubiesen vuelto más dulces con el tiempo..., y más suaves, pero a la vez más vehementes... Ahora era como si en cada beso, ella le dejara su vida... Y así había sido desde el primero, en ese donde la intensidad de su danza le hizo entender, más allá de las palabras, cuánto se habían extrañado.
Le parecía que los miles de besos compartidos en las últimas semanas seguían siendo pocos para la rubia comparados con todos los perdidos. Y eso era algo real, los besos que disfrutaban no eran la recuperación de los perdidos, porque justamente estaban eso: perdidos (estos, eran simplemente los que debían estar teniendo). Y la entendía, por eso le correspondía hasta quedar sin oxígeno, con el miedo a la realidad constante de que, desgraciadamente, cada instante fuera el último.
Rebecca abrió los ojos en un suspiro y comprobó el recorrido de las lágrimas en las mejillas de la rubia también... La miraba enternecida..., y antes de poder pronunciar palabra, recibió su rota sonrisa seguida del calor de su mentón escondiéndose en su cuello, que se había vuelto su escondite favorito. La sintió temblar entre sus manos y comprendió sus nervios, los mismos que nunca se atrevería a confesar, porque sabía que no era la única que los sentía. En dos días estarían de vuelta en América, y finalmente se le realizarían los análisis que responderían a si la quimioterapia había dado resultado. Y Becca cada vez la admiraba más aunque creía que ya no era posible... Siempre estaba más pendiente de su alrededor que de ella misma..., porque aunque la joven trataba de fingir entereza, no era la mejor de la actrices aparentemente si el personaje era ella misma y no lograba convencerla de su despreocupación.
―Rubia ―consiguió decir Becca alzándole la mirada en tono de broma, sabía que no le agradaba demasiado cuando le decía "rubia" sin acompañamientos. Decía que sonaba a lo que la llamaría un obrero antes de soltarle un horrible piropo machista, pero a ella le encantaba molestarla―, intentaremos todo, y esto saldrá bien ―aseguró tratando de convencerla de algo que ni ella estaba segura, solo esperaba que la fortaleza de su deseo lo hiciera realidad―. Superaremos esta etapa juntas porque lo mereces, lo merecemos las dos y nada de esto es tu culpa obviamente ―dijo bajo la mirada de la mayor que no se atrevía a romper el silencio.
―Lo sé ―contestó finalmente asintiendo con suavidad sin desviar la mirada, como si intentara convencerse dentro del iris de la trigueña, de una respuesta que no se había detenido a pensar demasiado―, lo sé ―repitió con una tímida sonrisa.
Aquello hizo a la menor sentirse el único motivo de su seguridad, como si le hubiese dicho <<sí, porque estaré contigo>>. Pero realmente su seguridad residía en ella misma y en aquellas ganas de no rendirse que desbordaba ahora por los poros. Agradecía tanto eso..., ese cambio de actitud, ese retroceso de los pasos previos al abismo, ese arrepentimiento de saltar... Su australiana, aunque seguía siendo suya, ya no era la misma. Y eso se lo aplaudía. Le aplaudía la evolución. El plantarle cara a los que apuntan dedos y aceptar la única realidad: no era culpa de nadie, simplemente tenía que suceder y sucedió. Porque, aunque la conoció como agnóstica, la rubia se había confesado capaz de entender esas teorías de la joven, y más que eso, creerlas. Creer en que el destino con un propósito que debemos descubrir de cada uno de nuestros pasos ya ha sido marcado millones de años atrás.
―Creo que gracias a las palabras de “Luna” es que sigo aquí, me dio ánimo y me hizo ver que aun podría tener una oportunidad contigo –dijo Élise y Becca sintió que su rol de celestina al final no fue un fracaso tan grande―. Sé que no te busqué, pero por lo menos cambié de idea y me dieron ganas de que aparecieras, que vinieras a buscarme justo como lo hiciste.
―No me lo pusiste nada fácil, no sabes cuánto duele saber que todo este tiempo podíamos haber estado juntas –dijo la joven conteniendo las lágrimas y las palabras para no decir que ahora no sabía si la podría disfrutar ni siquiera dos meses.
De todos modos agradecía el cambio de Élise, porque nunca es tarde para vivir, pero siempre es pronto para empezar a morir, y verlo en un ser que amas sabiendo que todo lo que haces es inútil, es totalmente frustrante... Y sí, siempre nos quedarán cosas por hacer..., porque la muerte es sigilosa, pero podemos intentar que nos quede la menor cantidad posible. Nadie debería pasar por la vida de puntillas sino diciendo: estuve aquí e hice que valiera la pena, sin permitir que nos ahoguen los charcos de lluvia. Porque siempre se alza el arco iris, como siempre volverán a caer las gotas de agua tras de él. Pero rendirnos ante una derrota porque luego vendrán más batallas, es como decir: no me cepillaré más los dientes porque de cualquier modo volverán a ensuciarse.
Y eso sentía Becca, el despertar de Élise Blanchart. Que en cada caricia se arrepentía de cada píldora ingerida, de cada día que había vivido para otros, de cada momento en que se había rendido. Ahora tenía el arco iris en frente y le veía directamente a los ojos, pero quería poder hacerlo por miles de tormentas más, y no sabía si sería posible..., si todavía estaba a tiempo.

Tras bastidores | Completa | Temática LésbicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora