Fase II

155 10 13
                                    

2014

–Rebecca, ¡qué es esto! –exclamó Adhara con el móvil en sus manos.
–¿Qué pasa? –preguntó acercándose a ella que había dejado de desayunar y tenía el rostro transformado con una rabia que jamás pensó que podría expresar esa cara angelical.
Adhara le acercó la pantalla del teléfono al rostro y aparecía un reportaje ofrecido por Élise Blanchart, que confirmaba la homosexualidad de la joven y su relación con Adhara Gamble. Además tenía adjuntas unas fotografías que debían haber sido tomadas horas antes, porque aparecían ella y Adhara besándose dentro del departamento. Ya se arrepentía de las paredes de cristal, con lo sensuales que le habían parecido siempre… Pensaba en cómo podían haber sacado esas imágenes desde tan alto, o las tomó Superman o las sacaron desde los edificios adyacentes que tienen la misma altura. Élise añadió lo desagradable que era trabajar sintiéndose acosada constantemente por las miradas irrespetuosas de Rebecca James, por culpa de quien tuvo que mandar hasta a poner un cerrojo en su camerino. En ese momento ya se dio cuenta que alejarse de Élise era probablemente la decisión más sensata que había tomado en su vida.
―Será hija de…
Algo en su crisálida explotó y se sintió idiota por la recién desarrollada afición hacia la diva, porque esta vez la señora había sobrepasado los límites. No tenía ni idea de cómo lo había descubierto, pero supo de inmediato que no se trataba de un error. Se había entrometido en asuntos delicados sobre los que no le correspondía informar y ella no paraba de cuestionar el "porqué". Y no solo la exponía a ella sino que también a Adhara que no tenía ni idea de cómo era la vida de esa chica, si su familia o amigos lo sabían, si lo sabía la industria, si sabría cómo enfrentar todo aquello, ni siquiera sabía si solamente le gustaban las mujeres o estaba experimentando. Era todo un desastre y sentía que era su culpa así que ella lo arreglaría.
―¿A dónde vas? –dijo Adhara.
―A resolver esto –aseguró poniéndose su chaqueta de cuero―. Tú pídete un taxi.
Cogió el casco, las llaves de la moto y salió dando un portazo. Se dirigió arrastrada por el mismo Satanás al estudio de grabación. Al llegar y estacionar, fue perseguida por la prensa que no dejaba de pedirle una confirmación de la noticia que nuevamente no dio. Uno de los periodistas sostenía el periódico con la nota y Becca se lo quitó en cólera. Esa mujer la iba a tener que escuchar.
―¡Élise Blanchart! ―exclamó entrando al estudio.
La australiana y todo el personal de la producción se voltearon a mirarla, Élise la miró desde su pasible arrogancia y su irónica sonrisa. La vio sosteniendo el New York Times en su rostro pidiendo una explicación o una hipócrita defensa al menos.
―Si lo que buscas es dañarte las cuerdas vocales, existen maneras menos molestas para el resto de nosotros ―dijo sarcástica acariciándose el lóbulo de la oreja.
―Querida, créame que lo más molesto en esta sala no soy precisamente yo. ¡¿Me explicas qué es esto?!
―¿Qué? ¿No te gustó el nuevo regalo? No me digas que sigo sin acertar ―ironizó un gesto de tristeza.
Becca sintió la impotencia recorrerle la espina dorsal hasta llenarle los pulmones con una mezcla de hormigueo. Suspiró con profundidad rogando paciencia divina mientras aumentaba su presión arterial.
―He tratado de estar en paz contigo, pero eres imposible. Creí que trabajaría con una mujer madura y profesional, pero veo que me equivoqué. No tienes derecho alguno a meterte en mi intimidad ni en la de ella solo por tener el privilegio de acceder a esta. ¡Déjeme... en paz! ―demandó con la voz rota―. No tengo la culpa de que sea una amargada que no ríe para no arruinar el efecto del Botox de su cara y vive con una latente homosexualidad reprimida que se niega a reconocer. Deja de meterte con quienes sí somos felices justamente por quienes somos ―esputó la joven sin pensar―. No quiero tropezarme con otra de tus difamaciones o tendré que rebajarme a tu posición negando en la próxima entrevista tantas falsas acusaciones con pruebas de la realidad, donde eres tú quien comete todo de lo que me acusas ―la rubia solo la veía orgullosa  como una madre ante los primeros pasos de su infante―. ¿Te crees que no me iba a enterar que los ensayos te los has inventado tú? ¡¿Ahora quién acosa a quién?!
―Vaya, al fin demuestras que tienes sangre y no agua corriéndote por las venas ―dijo serena la australiana.
A veces se pensaba masoquista... La verdad es que la tranquilidad no iba con ella, amaba vivir en una noria constante, vivir planamente no era lo suyo y comenzaba a descubrirlo. Reconocía que Élise era su "ni contigo ni sin ti", ese algo con lo que no lograba convivir pero sin lo que perdía la gracia vivir..., aun con todos sus excesos.
―Estás completamente loca ―concluyó hastiada la joven consciente de que nada la detendría―. Y tienes razón, algunas personas no pueden dejar de ser lo que son, no les interesa ser mejores… En cuanto a mí, ya estás advertida –dijo antes de dirigirse a Jordan y ponerlo al tanto de la situación.
Sabía que todo lo que hiciera sería inútil y que la rubia era muy consciente de aquello. Ella no es que no fuera nadie en la industria, sino que era prácticamente vetada, temida, tachada de problemática y anti―hollywood, encima esa mujer por los motivos contrarios era intocable, como si fuera una bruja a la que todos le temían y decidían no molestar por miedo a que sus garras los dejaran sin trabajo. Pero con plantarle cara por lo menos demostraba que no era como el resto, que ella no estaba asustada.
En su corta carrera, Becca había pasado sobre todas las reglas de la estirada sociedad del arte dramático, comenzando por recoger su primer premio Óscar descalza debido a un percance con los zapatos de tacón que le forzaron a usar. A partir de ahí, rompiendo las etiquetas de la industria en las que esto no era permitido, fue con su estilo relajado y zapatos planos a cada evento aunque ni esto ni su tan corto flequillo ruso fueran muy populares entre las chicas americanas de los 2000's. Pero se sentía bien así, ¿por qué le iba a importar lo que dijera alguien? Obviamente, ser titulada "reina en saltarse el quión" traía efectos secundarios, como no ser invitada a entregar reconocimientos o a participar en galas "elegantes" (a no ser que fuese imprescindible) y ser mal vista por esas personalidades más... académicas, como Élise, que no estaban ausentes en ninguna.
Había sido entrevistada desde comiendo una naranja hasta bebiéndose una copa, llegó a una alfombra roja en autobús público por un retraso con su taxi y varias veces en su moto. En pleno discurso de agradecimiento soltó maldiciones incluyendo la nunca ausente "joder" y habían más fotografías de su dedo del medio en internet que de su propia cara. Esa personalidad agradaba siempre a la audiencia por las bajas cuotas de artificios que contenía, misma razón por la cual la mayoría de los renombrados la odiaban. Los reporteros y presentadores eran más afines con su espontaneidad y, aun así, trabajaban bajo la tensión de no saber con qué les podría salir la joven que siempre se las ingeniaba para tomarlos de imprevisto. Siendo la Eugene de Rastignac neoyorquina a la que una ciudad de Vautrins no fue capaz de corromper, Rebecca James no conseguía entender a aquellos que no lograron ni en décadas volver a ser los de siempre y en cambio vivían para tachar actitudes como la suya, de irrespetuosas con la profesión.
Ella no se creía irrespetuosa, simplemente libre, fiel a sus deseos y no a los protocolos. No aguantaba las prendas ajustadas, ponerse carmín o mil polvos en el rostro. Un atuendo holgado, una chaqueta de cuero y sus botas, solían ser más que suficiente por sus ojos verdes y clásica figura de antaño. Ese era el principal problema con la australiana probablemente, que vivían caras opuestas de una misma moneda. Hacía una semana no la veía. Tras la exposición a Becca, esta pidió que rodaran por separado hasta ser imprescindible. Necesitaba un descanso de sus arrebatos y sus fastidiosas consecuencias y hasta el momento estaban completando de filmar las secuencias donde solo trabajaba Élise.

Ext. Parking. Amanecer.

Sonido: Mezcla de ambiente urbano, sirenas de policías, pasos y radio transmisores.
Efecto: Murmullo.
Sandra saluda con un gesto de la cabeza a los compañeros de trabajo.
Sonido: Música de suspenso.
Avanza hasta el auto acordonado como la escena del crimen.
Mira el cuerpo de un hombre de cabellos negros y rasgos finos dentro del auto.
Todos la miran.
Sandra cierra los ojos.
Silencio.
Efecto: Suspiro profundo.
Sandra se acerca a él, se pone los guantes y le cierra los párpados.
Se mantiene estática al sentir que emana de su abrigo un perfume de mujer que conoce a la perfección.

DR. TORRES
Inspectora, lamentamos mucho su pérdida.

Sandra asiente.

SANDRA
¿Agente González me podría decir lo que sabemos hasta el momento?

ALEJANDRO GONZÁLEZ
Inspectora el…, la víctima se trata de Stefano Baroni, un arquitecto italiano de 43 años de edad…

SANDRA
González ahórrate esa parte que es del conocimiento de todos, que lo sé. Dígame qué ocurrió.

ALEJANDRO GONZÁLEZ
La dueña del bar ha sido quién ha llamado, vio el cuerpo al cerrar. Aquí no hay cámaras de seguridad y es una zona muerta para la que hay en esta calle, pero hay un testigo que dice haber escuchado una pelea en el parking y luego escuchar un disparo. Parece ser que la víctima tuvo un enfrentamiento saliendo del bar y con unas copas encima, donde le propinaron una patada en el rostro que causó la rotura del tabique nasal y las lesiones del rostro. Una vez dentro del auto recibió un disparo en el pecho y otro en la cabeza aproximadamente a cinco metros de distancia, esto causó una muerte inmediata.
Silencio.
ALEJANDRO GONZÁLEZ (CONT´D)
Siento mucho lo de su chico. Pero él luchó, consiguió arrancarle este botón al asesino durante la pelea, con suerte nos dará información. Lo tenía en una de sus manos.

Sandra traga en seco y mira el botón de gabardina Burberry que reconoce perfectamente.

SANDRA
Comisario, llevo varios días hablando con usted sobre mi renuncia a la Brigada y todavía no ha sido firmada. Es una decisión definitiva, no voy a cambiar de idea y ahora menos, los dos sabemos que no me necesitan ahora y que me van a apartar del caso debido a mi relación con la víctima. Así que por favor, fírmela, deme una excedencia, no sé, pero yo quiero dejar el cuerpo.

—Corte.

Tras bastidores | Completa | Temática LésbicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora