Castiel. ➸

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Abril 1978

Las noches nunca han sido iluminadas en la vida de Castiel; la primera noche de su vida, la noche en la que nació no habían estrellas y la luna era menguante. Castiel no llegó al mundo con los brazos cariñosos de su madre esperándolo, de hecho no conoce a su mamá.

Él sabe, por lo que le han contado que estuvo en ese hospital hasta que su pequeño estómago pudo digerir y su padre se lo llevó a su casa.

El mismo hombre que había violado a su mamá y la razón por la que castiel no la conoce.

Castiel recuerda vagamente las noches de su infancia. Vacías de sonrisas pero rebosantes de lágrimas y de dolor.

Su papá era borracho y golpeador, sin tomar en cuenta que robaba esporádicamente y una que otra vez llevaba chicas a casa para un polvo rápido y esas chicas lo único que podían hacer era gritar por ayuda.

Y el pequeño Cas era solo un niño de ojos grandes y azules que lloraba y hablaba únicamente cuando tenía hambre.

Pero sus lágrimas pocas veces eran borradas de su rostro con comida. Lo único que borraba las lágrimas de Castiel las noches en las que la luna se vestía de luto era su almohada, su almohada, el dolor y el cansancio que sentía luego de que su padre en un intento estúpido de callarlo lo golpeara hasta dejar moretones.

A Cas siempre le gustaron los colores, el color del sol cuando despertaba y el color entre morado y rosado de la casa de al lado. El azul del cielo que cuidaba y protegía a las recién nacidas plantitas de su patio.

Cuando tenía 6 años le temía a sus cardenales y al tono violesaceo que estos tomaban luego de unos días; pero luego de un tiempo empezó a verse fascinado con las mezclas de colores y tonalidades que sus cardenales brindaban. Los azules violesaceos, los verdes azulados e incluso ese color oscuro y casi negro que a veces lograba ver en el centro se algunos de sus más dolorosos cardenales. Él no se dio cuenta en qué momento exactamente había dejado de admirar el verde esperanza de sus plantas favoritas para ahora quedarse horas admirando las combinaciones de colores fríos y dolorosos que habían en su delgado y frágil cuerpo.

Pero el niño callado y de ojos asustados comenzó a gritar cuando los golpes que su progenitor le brindaba dejaron de ser provocados solo por sus manos, él comenzó a gritar tan fuerte como pudo cuando los latigazos de los cables domésticos chocaban contra su piel intentando romperla, cuando el palo de la escoba se estrellaba contra sus huesos sin remordimiento y cuando los cristales de las botellas de alcohol de su padre estallaron contra su palida espalda no pudo hacer otra cosa más que intentar defenderse en medio de sus propia sangre y lágrimas.

Ese día y sólo con 8 años de edad Castiel descubrió que no le gustaba en absoluto el color rojo, le daba miedo. Hacía que su corazón se acelerara y que sintiera que todo a su alrededor se hiciera pequeño. Ese día, bañado en su propia sangre Castiel pensó por un segundo que se merecía eso. Pensó en cómo nunca conoció a su mamá y en cómo extrañaban ir al jardin de niños donde la maestra lo abrazaba cada vez que tenía ganas de llorar.

¿Dónde estaba la maestra Susan ahora? Porque sus lágrimas no querían irse y el ardor punzante en cada parte de su cuerpo quemaba con cada pequeño espasmo que hacía al llorar.

No llores más, niño idiota.

Se decía a sí mismo con la voz de su padre en la cabeza cada segundo pero no podía parar sus lágrimas y tal vez nada pudiera callarlas nunca.

Varios días después Castiel recuerda haberse despertado bañado en sudor, con sus heridas aún ardiendole y temblando de frío. Castiel recuerda cómo ese día por primera vez su papá lo cargó y lo llevó al hospital.

Recuerda perfectamente a esa señora de cabello rubio y ojos verdes que lo tomó entre sus brazos y le hizo dormir mientras le sonreía y le prometía que iba a eatar bien.

Sus heridas se habían infectado y Castiel sin haberse enterado siquiera casi muere a sus cortos 8 años de edad.

Su propio padre casi lo mata.

Pero hasta las tormentas más destrozas traen consigo un arcoiris.

Cas recordaba ese arcoiris. Recordaba los besos en la frente que esa señora le regalaba, cómo lo arropaba algunas noches y como algunas veces le leía un cuento.

Los niños odian los hospitales, ahora, a sus 23 años Castiel lo sabía; pero también sabía que él era diferente y que siempre recordaría su estadía en ese hospital como la mejor época de su niñez.

Ahí tenía amigos, el doctor que curaba sus heridas a veces se ponía una nariz roja de payaso y hacía reír a Cas hasta que su barriguita doliera.

Las enfermeras le traían comida muy seguido y él casi olvida lo que se siente tener hambre. Él casi olvida lo que se siente llorar hasta quedarse dormido.

Pero su arcoiris duró poco.

Las heridas sanaron rápido y sus niveles de desnutrición desaparecieron de su cuerpo en unas cuantas semanas durante las cuales nunca vio a su papá y luego de las que le enviaron a un orfanato.

Cas recuerda que habían noches en las que extrañaba a su papá y hasta se sentía mal por estar ahí en ese hospital con sábanas limpias y no con su padre en el sofá sucio de la desordenada sala. Habían noches en las que hasta extrañaba sus golpes. Y habían noches en las que se dormía con lágrimas en los ojos sin saber muy bien porqué.

Su época en el orfanato no fue mala, en lo absoluto. Algunos niños se reían de él, sí pero todos eran amigos.

Y cuando Cas cumplió 10 hubo una torta y cantos alrededor de él.

Lo hicieron llorar muchísimo.

Las maestras sabían que Cas era un niño sensible y que había sufrido mucho pero no se imaginaron que nadie le había cantado cumpleaños antes.

Ese día le habían regalado una caja de colores nuevos y Castiel agradece eternamente ese regalo (a pesar de que solo eran creyones de cera para niños) porque ese día descubrió que podía ser libre, que era libre y siempre lo sería porque el arte era su libertad.

Desde ese día en adelante Cas cuenta el tiempo mediante dibujos.

Cuando estaba terminando su segundo dibujo [un pajarito azul sentado sobre un girasol] vio llegar a un señor algo delgado y con una bonita sonrisa.

El estaba acostumbrado a las visitas, pero desde que vio llegar a ese señor se sintió un poquito más tranquilo.

Una semana después una de las maestras estaba arreglando sus cosas en una pequeñas maleta azul y castiel estaba agarrando sus colores con sus cuatro pequeños dibujos entre sus brazos para marcharse " a su nuevo hogar"

Definitivamente ahí fue cuando Cas supo lo que se sentía tener una familia: una mamá que te acariciara el cabello y te ayudara a arreglar la ropa. Un papá que te llevara a la escuela junto a tus hermanos, porque oh sí, ahora Cas tenía hermanos.

Demasiados para su propio gusto.

Cuando Castiel entro a la que sería su casa supo de inmediato que esa no era una familia normal, (a pesar de no saber muy bien lo que es una familia normal) era una que estaba hecha de retazos, los más lindos trozos de cada una de las almas de la conformaban.

Él supo que sería feliz ahí.

Unos días luego de unirse a la familia el más joven de los pequeños se enteró de que él no era el único niño adoptado de esa casa, de hecho, sus otros 5 hermanos también lo eran. Chuck y Amara nunca habían podido tener un hijo propio; el único embarazo que vivieron terminó en un aborto espontáneo y optaron por salvar vidas.

Y vaya que salvaron vidas, o al menos la de Cas.


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@dewdney.a
Bonita semana para todxs

ANATOMÍA DE UN ÁNGEL. Destiel ||| WATTYS2019 |||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora