Kings Landing
103 d.CLa capital nunca fue del total agrado de Rhaenyra. Admiraba las calles y el trabajo de los artesanos en el Red Keep. Pero prefería la gloria valyria que le proporcionaba Dragonstone.
Sin embargo, cuando su padre recibió el cuervo de Otto Hightower, Mano del Rey Jaehaerys I Targaryen, informándole que la salud del monarca había decaído considerablemente,
supo que tendría que abandonar su amado castillo en poco tiempo.
Dos años atrás, el príncipe Viserys había sido elegido sucesor del Rey Jaehaerys I Targaryen. Rhaenyra no entendía la situación política que rodeaba el asunto. Lo único que le dijo su madre fue que los derechos de su padre habían prevalecido sobre los de su tía Rhaenys, única nieta del primogénito del Rey.«Eligió a mi padre porque tiene un buen corazón.» Pensó la niña. Y estaba convencida de ello, hasta que oyó a una de las sirvientas decir que el verdadero motivo fue que “su verga”.
No le comentó sus inquietudes a nadie en el castillo. Los años le habían enseñado a ser mesurada con lo que compartía, y con quien lo hacía. No lograba perdonarse la indiscreción cometida durante la boda de su tío Daemon. Aunque habían pasado seis años desde entonces, Daemon no había visitado Dragonstone ni una vez. Años atrás, Rhaenyra le escribió una carta, disculpándose por la broma de mal gusto que le hizo a Lady Royce. En la misiva también le contó sobre su primera experiencia a lomos de Syrax. Su dragón era una hembra enorme y formidable, no era temible como Caraxes, pero si muy hábil y rápida.
La respuesta llegó dos lunas después, era una hoja muy grande para sólo tres frases: «No hay problema. Todo está perdonado. Me alegro que tengas un dragón.»
Después de ello, Rhaenyra volvió a escribirle, esta vez no obtuvo respuesta. Aún así, era persistente. Cada luna, sin falta, le contaba a su tío Daemon sobre las cosas que ocurrían. Era la única persona con la que se permitía ser del todo sincera. No entendía la razón al principio, pero luego supuso que era por lo lejos que estaba. Daemon no la reprenderia por mentir, ni la acusaría con sus padres por molestar a las criadas. Probablemente, ni siquiera leía las cartas. Su ausente tío se había convertido en su Septon de confesión, aunque él no fuera consciente de hacerlo.Antes de marchar a la capital, la joven Targaryen decidió escribirle por última vez desde su hogar de nacimiento. Le dijo que se sentía triste por dejar la isla, que su madre trataba de animarla diciéndole que sería la hija de un Rey y que toda la corte le rendiría honores. Pero ni siquiera eso le causaba júbilo, al punto que en las últimas noches se había visto atacada por una serie de pesadillas en donde era devorada por un dragón.
Por la mañana, dejaron Dragonstone. Su madre fue en barco, mientras Rhaenyra y su padre volaron hasta la capital en sus respectivos dragones. Ellos llegaron antes que los navíos.
Fueron recibidos por un hombre amable, vestía sedas plateadas y tenía el cabello oscuro y corto. Llevaba el broche de Mano del Rey prendido en el pecho.
—Ser Otto —lo saludó su padre— ¿Cómo se encuentra el Rey?
—Su Alteza no ha probado bocado desde hace dos días, los maestres dicen que es sólo cuestión de tiempo para que...
El Príncipe Viserys asintió. Había genuina tristeza en sus ojos, y también en los de Ser Otto. De hecho, no había persona en el castillo que no se viera triste. Desde las sierva, hasta los caballeros de la corte. Pobres y ricos, señores y lacayos, todos aguardaban con pesar el fallecimiento del Rey más querido que habrían de tener los Siete Reinos.
Jaehaerys era conocido “El Conciliador”, él y su esposa Alyssane, forjaron un reinado próspero y pacifico de más de cincuenta años. Incluso, habían llegado al lejano Norte, para visitar a los Stark y para dar ayuda a los Guardias Nocturnos, encargados de proteger la Muralla que protegía todo mundo conocido, de los salvajes y monstruos que habitaban más allá. La Reina Alyssane, apodada La Bondadosa,
había fallecido tres años atrás. Dejando un gran vacío en el corazón de los westerossi, y uno aún más grande en el corazón de su esposo.
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Daemon & Rhaenyra: La Sangre De Dragones
FanfictionLocura y grandeza son las dos caras de una misma moneda, Rhaenyra Targaryen probó ambas. Nacida para ser la heredera al Trono de Hierro, tuvo que luchar contra su propia sangre para hacer valer su derecho. Dragón contra dragón se alzaron, y la danza...