Kings Landing
Las campanas redoblaron y el pueblo volvió a tener alegría después de la muerte de su Rey más querido.
Viserys Targaryen, el primero con el nombre, rey de los Ándalos, los Rhoynar y los primeros hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino fue coronado un día esplendoroso. El sol alumbró hasta muy pasada la tarde, las calles se llenaron de música alegre y en los salones del castillo, los nobles se reunieron a jurar lealtad eterna al nuevo señor del Trono de Hierro.
Daemon no era ajeno a las celebraciones. Bebió cuanto vino pudo, y cantó junto a los bardos las glorias para el reinado de Viserys I. La felicidad de su hermano, era la suya. Viserys no tenía hijos varones, por lo que al morir, la corona pasaría a su hermano menor.
«Lucirá muy bien en mi cabeza.» Se dijo Daemon, mirando con codicia la pieza de oro que relucia en la cabellera plata de su hermano mayor.
Desde que supo que Viserys sucedería al Rey Jaehaerys, tenía la teoría que eso se debía solo a ser el mayor. El Viejo Rey le había mostrado su aprecio a Daemon, le había dado la espada de Visenya frente a todos y también le había dicho que pasarían siglos antes de que los Siete Reinos vieran a un caballero como él.
«Eligió a Viserys porque sabía que yo era su heredero, Jaehaerys me quería como rey.» Pensaba, ahito de orgullo.
Aunque no deseaba una muerte próxima para su hermano. Viserys podía hacerlo bien por algunos años, pero por lo bien que lo conocía, sabía que dar órdenes no era lo suyo. Se aburriría muy rápido del Trono de Hierro, tal vez dimitiría a su favor en menos de diez años.
No dejaba de imaginarse en lo alto del Trono de Hierro, con una espada sobre las rodillas, exponiendo a los infieles a la corona. Sería temido y venerado en partes iguales, y hasta los confines del mundo llegarían historias del Rey Daemon Targaryen.
—Es una lástima que Lady Rhea no te acompañara —le dijo la, ahora, Reina Aemma— No he sabido mucho sobre su matrimonio.
—No hay mucho que saber —Daemon se alzó de hombres para restarle importancia— Lady Rhea prefiere sus rocas frías a las fiestas de la capital. Además...
—¿Además?
—Olvídalo —masculló el príncipe, llenando su jarro de licor— Iba a decir algo sin importancia.
No se arriesgaría a contarle sus planes a Aemma antes de hablarlo con Viserys. Como heredero a la corona, merecía una esposa más apropiada. Rhea Royce era muy poca cosa para un futuro rey, además, la Zorra de Bronce aún podía buscar un marido que le quitara la virginidad que él no había tocado.
Viserys estaba sentado en el Trono. A su lado, Otto Hightower recibía los regalos que traían para el nuevo rey. Aquél hombre era ridículo por donde se le viera, tenía más papada que rostro y siempre llevaba el cabello grasoso y apestando a mentol.
Lo único bueno de Ser Hightower, era su hija. La dulce Alicent tenía dieciocho años, era espigada y grácil como una sirena. Sus cabellos oscuros abrazaban su cuerpo hasta las caderas. Varias veces, el príncipe la había pillado mirándolo, con una media sonrisa en los labios y ojos misteriosos. La joven Hightower estaba en la corte desde hacía varios años, y en los últimos días de Jaehaerys se había dedicado a leerle cuentos y cantarle canciones. Pero había quienes decían que cuentos no era lo único que le daba al difunto rey, sino que lograba complacerlo de otras formas.
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Daemon & Rhaenyra: La Sangre De Dragones
ФанфикLocura y grandeza son las dos caras de una misma moneda, Rhaenyra Targaryen probó ambas. Nacida para ser la heredera al Trono de Hierro, tuvo que luchar contra su propia sangre para hacer valer su derecho. Dragón contra dragón se alzaron, y la danza...