Un goteo incesante se colaba a través de las oscuras cloacas de las celdas. Tal vez lo condenarían a muerte, tal vez ya estaba muerto y no lo sabía. Ni siquiera podía pensar en eso, solo pensaba en Rhaenyra. Ansiaba su sonrisa, sus labios, su alegría, sus dulces manos acunando su rostro. Lamentaba no haber tenido más tiempo a su lado, pero amaba cada segundo que habían compartido.
Las puertas traquetearon sin cuidado, Daemon ni siquiera levantó la cabeza para saludar a su destino.
—No se llama Visenya —una voz sonó en las tinieblas, era juvenil pero tenía una dureza extraña.
Daemon entrecerró los ojos para tratar de ver quién le hablaba.
—Dicen que tú buscas a tu hija, Visenya. Ella no se llama Visenya, se llama Melony —el más joven tomó una antorcha de la pared y se acercó a él.
Lo primero que el Canalla distinguió fue una cicatriz grotesca y queloide que le cruzaba la mitad del rostro. Él más joven tenía el cabello de plata, largo hasta los hombros.
—Eres Aemond —dijo Daemon.
—Eso dicen —respondió el muchacho, dejó la antorcha a un lado y se arrodilló junto a él— También dicen que tú eres su padre.
Daemon lo observó con curiosidad, ¿Qué quería ese mocoso con él?
—¿Quieres vengarte por lo que le hice a tu madre?
Aemond asintió.
—Quiero venganza, pero contra ella —su voz era oscura y amenazante.
—¿Contra tu madre?
—Contra la mujer que la tiene —siseó— Madre no quiere que vuelva allá.
—¿Y tú quieres volver?
—Yo quiero matarla y traer a Melony conmigo.
Daemon reconoció algo en el niño, en aquella mirada desfigurada por el ataque del que había sido víctima, aunque no lograba descifrar qué era exactamente.
—Si perdemos más tiempo ella se irá y jamás podré encontrarla —siguió diciendo Aemond— Si eres el único dispuesto a ir a buscarla, no puedo permitir que te dejen aquí.
Daemon se puso de pie con dificultad y estiró sus brazos sobre la cabeza.
—¿Entonces viniste a liberarme?
—No exactamente —replicó el príncipe— Estás aquí porque intentaste matar a mi madre, te juzgarán por ello. Pero antes de que te maten, necesito que me acompañes de regreso allá y me ayudes a liberar a Melony.
Daemon se quedó sorprendido por la actitud del mocoso, tenía agallas para ser un Hightower.
Aemond se acercó a él, y sacó un manojo de llaves de su cinto. Con destreza le liberó las cadenas que le sujetaban los pies.
—Fue una estupidez que vinieras —dijo Daemon— Podría matarte aquí y ahora y luego huir.
—Y nunca sabrías dónde está tu hija —dijo Aemond, haciendose a un lado para darle espacio— Tu dragón está en la Fosa, con Vhagar. Los guardias vendrán por ti en menos de diez minutos, ¿Tienes idea de cómo podemos salir del castillo en ese tiempo sin que nos vean?
—Por los dioses, niño, conozco este castillo mejor que a mí mismo, por supuesto que sé cómo huir.
*****
El niño era hábil con su dragón, pese al gran tamaño de Vhagar, Aemond la dirigía a su antojo, con una sincronización increíble para ser tan joven y llevar tan poco tiempo siendo jinete.
Muy a su pesar, Daemon admitió que su sobrino era más dragón que Hightower.«Putos Hightower». Pensó.
Otto había aprovechado su segundo de debilidad para hacerlo a un lado y llamar a los guardias. Daemon pudo fácilmente contra dos, pero en cuanto llegaron tres más lograron detenerlo y arrastrarlo de regreso a las malditas celdas negras. Si Rhaenyra sabía o no lo que ocurría, era un misterio para él. Pero había hecho una promesa: no volver sin Visenya, y no lo haría. Por mucho que sus instinto lo quisiera arrastrar a Dragonstone, no podía alargar más el sufrimiento de su amada.
No conocía las Tierras Sombrias más que por historias y fábulas de terror contadas por nodrizas en su infancia.
El camino fue largo y tumultuoso, haciendo paradas de cuando en vez para comer, dormir y descansar.
Si una persona con rasgos valyrios era llamativa en cualquier lugar, dos lo eran mucho más. De nada serviría teñirle el cabello a su sobrino, o intentar ocultar quienes eran, sus dragones los delataban con facilidad, pero también ayudaban a qué sus asilos se volvieran lugares seguros. Nadie se metía con un príncipe dragón.Los últimos días de viaje fueron exasperantemente largos, adentrarse en Asshai no era cosa fácil. El aire era pesado y mortuorio, y la oscuridad cubría cualquier cosa visible incluso para los dragones.
Su sobrino estaba desesperada, insistía en avanzar, en seguir, en llegar pronto.—Los primeros dragones vinieron de aquí —le contó Daemon a Aemond mientras acampaban alrededor de una fogata— Desde las Tierras Sombrias y el Mar de Jade, pero no fue hasta que los valyrios mezclaron si sangre con la de ellos que aceptaron tener un jinete. ¿Por qué crees que Vhagar vino a ti?
Aemond sacudió la cabeza sin entender.
—Porque olió su propia sangre en tus venas —Daemon se hizo un pequeño tajo en la palma de la mano y dejó que la sangre goteara sobre las brazas— Mi sangre es la de Caraxes, la de Balerion, la de tu padre y mi esposa, la de mi hija y... la tuya.
Aemond guardo silencio por un largo rato.
—¿Por qué quisiste matar a mi madre? —preguntó.
—Porque tu madre tiene la culpa de que Visenya esté lejos de mí, sobre todo, tiene la culpa del dolor de Rhaenyra.
—Rhaenyra es mi hermana, la que podría ser reina.
Daemon se detuvo a analizar sus palabras.
—La que será reina —corrigió.
—Mi abuelo quiere que yo me siente en ese Trono, no ha dejado de decirlo desde que llegué a Red Keep —dijo el príncipe— También su sangre corre por mis venas, tanto como la tuya y la de Vaghar.
Daemon alzó las cejas y esbozó una sonrisa.
—¿Y eso quieres? —preguntó— ¿Ser el nieto de Otto? ¿El hijo de la reina?
La mirada de Aemond era un lienzo en blanco, era imposible distinguir qué diría o haría.
—Lo único que quiero es saber que Melony está a salvo.
*****
Era imposible llegar a la casucha a lomos de sus dragones, descendieron en la Costa, justo donde el ataque tuvo lugar. Daemon vio a su sobrino tensarse frente al punto exacto dónde se sintió tan inútil.
Habían marineros alrededor, que se alejaron horrorizados por los dos enormes bestias que rampeaban sobre la arena.Caraxes agitó la cabeza en aire y soltó un gruñido tan letal que los pocos que quisieron quedarse cerca, huyeron despavoridos hacia sus casas.
—Oye —le pidió Aemond mientras caminaban por las estrechas callenuelas— Cuando las encontremos, no puedes matar a mi Am... A esa mujer.
—Pensé que la querías muerta.
Aemond asintió y señaló la daga que llevaba atada en la cintura. Era de hueso dragón y acero valyriano.
—Yo la mataré.
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Daemon & Rhaenyra: La Sangre De Dragones
FanfictionLocura y grandeza son las dos caras de una misma moneda, Rhaenyra Targaryen probó ambas. Nacida para ser la heredera al Trono de Hierro, tuvo que luchar contra su propia sangre para hacer valer su derecho. Dragón contra dragón se alzaron, y la danza...