VII. El Caballero Blanco

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En el cuarto mes del 105 dC, la capital se empapó de felicidad. El Rey Viserys I Targaryen organizó un gran torneo en honor al próximo nacimiento de su hijo y al decimotercer día del nombre de la princesa Rhaenyra. Todas las Casas fueron invitadas. Desde los Grandes Señores del Norte hasta el más humilde vasallo de El Dominio. Cada hombre capaz de participar en una justa, tenía permitido hacerlo.
Se armaron tarimas tan grandes que tuvieron que traer madera desde Essos. Las telas multicolor adornaban las calles para proteger del potente sol de verano a la gente del pueblo llano que quería ver a los justadores.
Por esos días, las cantinas desbordaron vino y cerveza, y las prostitutas recibieron tantos clientes como en el día de la Doncella.
Hasta el más insignificante ser de la capital, fue beneficiado con ese magno torneo.

Desde que se anunció, la princesa Rhaenyra contaba los días para que su padre por fin blandiera las palmas dando inicio a la primera justa. Amaba los torneos, y le encantaba ver a los caballeros en armaduras. Eran simples hombres, pero se veían magistrales, parecían invencibles... poderosos.

«Pero no tan poderosos como un dragón.» Pensaba.

Sabía que más de uno buscaría su favor. A su corta edad, era la joya más anhelada por cualquier Casa de los Siete Reinos. Varios se habían atrevido incluso a pedir su mano antes de que el Rey la declarara en edad casadera. Su padre había denegado cada una de esas propuestas, pero eso no seguiría así por mucho tiempo. Si su madre no daba a luz un varón al que pudiera desposar, le buscarían un partido apropiado. Su madre se había casado poco después de su catorceavo día del nombre, y si Rhaenyra no tenía un hermano, su camino sería muy similar al de la Reina Aemma.

Daba por sentado que ese torneo era una prueba de su padre, quería asegurarse que de cualquier forma, Rhaenyra conseguiría un buen esposo.

«Tal vez me case con el campeón.» Pensó la mañana del inicio, mientras sus sirvientas le  arreglaban el vestido y peinaban su largo cabello.
Recordó a los muchos caballeros que había visto llegar a la ciudad, a lomos de enormes percherones decorados. Todos ellos parecían admirables, pero no se imaginaba como esposa de ninguno de ellos. Solo lograba imaginar a un hombre como su esposo, pero ese hombre estaba prohibido y además, debía odiarlo por sus múltiples desplantes.

El torneo tomó lugar bajo la Colina de Visenya. Cuando la princesa llegó a su lugar, su padre y su madre ya estaban ubicados en sus respectivos asientos. La Reina Aemma se veía preciosa, el embarazo había acentuado sus mejillas y siempre tenía una sonrisa en el rostro. Su padre le dedicó una sonrisa cuando la vio subir a la tarima. Se puso de pie y tras pedir el favor de los Siete, aplaudió dando por comenzada la justa.

Los primeros caballeros en pasar, fueron dos caballeros de Storm End's: Ser Maverick Errol de Pazo Pajar y Ser Josh Wylde de Aguasmil. El primero era un caballero poco agraciado, Rhaenyra calculó que debía tener la edad de su padre o tal vez, un par de años más. El segundo, era bastante joven, pero tenía rostro de gusano y no había ni un solo cabello en su cabeza. La princesa le pidió a los dioses que ninguno de ellos llegara al final de las justas, y por suerte para ella, fue oída. Tras la tercera liza, el caballo de Errol se asustó por algo que vio entre la arenisca y se alzó en dos patas dejando caer a su jinete. En un intento de ayudar a su oponente, Josh Wylde apresuró su desmonte y terminó por partirse una pierna. Ambos fueron llevados a los salones del castillo para que los maestres pudieran curar sus heridas.

Los siguientes en pasar fueron Ser Dontos Frey de Los Gemelos y Marion Velaryon, un sobrino lejano de Lord Corlys Velaryon “La serpiente marina”. Ser Dontos era feo como una fruta añeja, en cambio Ser Marion tenía la belleza Valyria que los Velaryon compartían con los Targaryen. Llevaba el largo cabello plata suelto hasta la mitad de su espalda, tenía los ojos celestes y su sonrisa sinica le recordaba a su tío Daemon.
Las damas de la corte gritaban a favor de Ser Velaryon. Le arrojaban prendas al campo para animarlo. Por seis cruces, los dos caballeros se mantuvieron firmes sobre sus monturas, en la séptima, el Frey hizo un cambio de mano inesperado y de un tumbo, tiró por los suelos  al apuesto jinete.

Daemon & Rhaenyra: La Sangre De Dragones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora