21. Epifanía

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(EDITADO)


Edén

Me encontraba fumando un cigarrillo frente a esa pequeña tumba, el día estaba frío y el viento helado golpeaba mis mejillas.

Las letras del epitafio hacían que mis lágrimas saliesen mientras fumaba.

"Aquí yace Holly.... el pequeño gran amor de mamá"

Hoy se cumplía otro año de haberla perdido. Al pensar en ella también pensaba en Abby a quien amaba con locura y me preguntaba si me echaba de menos tanto como yo en estas semanas lejos.

Esmeralda tenía razón al igual que Jennifer, si no pensaba quedarme para que seguir junto a ellos.

A quien engaño, los extrañaba tanto, me estaba comportando como una de esas protagonistas de libros con un pasado fatal y encerradas en sí mismas a las cuales a veces quería abofetear para decir "amiga date cuenta" pero ahora las entendía mejor porque esta era mi historia.

Solo estaba esperando que el momento de mi epifanía por fin llegara y me hiciera derrumbar mis muros por completo. Admitía que Aarón me encantaba, me gustaba, para que darle más vueltas al asunto, éramos como imanes, pero jamás me puse a pensar en un futuro con él, diablos tampoco pensé en un final.

Estaba atardeciendo y la poca gente que había en el cementerio empezaba a irse. Me agaché a limpiar un poco, arrojé el resto de mi cigarrillo y coloqué unas flores mientras lágrimas silenciosas nublaban mi vista.

Una mano se colocó en mi hombro y casi me orino del susto. Rogaba que no fuera algún espíritu enojado o algún zombie lo que me tocaba.

Me encomendé a Dios tan rápido como pude y empecé a cantar una de esas músicas que escuchaban mis abuelos cuando era niña, hasta que escuché una risa que conocía bien y me giré hacia él.

—¿Te asusté? —me preguntó una voz masculina con burla.

—Idiota —musité. Limpié mis lágrimas y le arrojé una piedrecilla la cual esquivó.

—Ven vamos, pronto anochecerá y ni tus oraciones podrán evitar que veamos a algún espíritu —me tendió su mano y yo la tomé para levantarme —, o tal vez logres invocar uno con tu canto.

Lo empujo.

—¡Auch! Ed tan agresiva como siempre —se quejó.

—Rubio tonto. ¿Cómo supiste que estaría aquí?

—Sabía que siendo hoy el día que es, aquí te encontraría, además recuerda "estamos destinados a estar juntos, es imposible que huyas de mí" —dijo esa frase con burla.

Rodé los ojos, recordando la línea de una película que vimos anoche y seguí caminando por el sendero adornado con flores dejándolo atrás. Él corrió alcanzándome y me colocó su bufanda para rodearme con su brazo besando mi mejilla.

—Asco —me limpié la mejilla con su bufanda —, tonto odio que me beses.

Volvió a besarme.

—Tonta, que te quede claro que solo yo puedo besarte y no ese modelito que vino a buscarte anoche —masculló y yo resoplé.

Se supone que nadie sabía dónde estaba, debí dudar de las capacidades de Ian, al ser pasadas las ocho de la noche alguien tocó la puerta de casa de mis padres los cuales habían salido dejándome con mi hermano menor. Cuando abrí la puerta vi a Ian de pie con una gran sonrisa. Ojalá hubiese sido el hombre de los ojazos azules quien hubiese tocado la puerta anoche.

Edén sin censura © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora