"capítulo uno"

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Siempre asustada del mundo exterior, viviendo en las sombras, saliendo cuando todos descansaban y la oscuridad absorbía rastro de movimiento, con tranquilidad y un miedo oculto, luchando contra mí misma para no volverme loca y hacer un destrozo que pudiera costarme algo que no estoy dispuesta a pagar.

Locura.

Eso es lo que hay en mí, eso es lo que tiene miedo de salir de un ser tan delicado como yo, andando bajo las sombras para desahogarme del encierro, de mis demonios que como leones enjaulados estaban hambrientos de libertad.

La noche tan bella como siempre, la luna a todo su esplendor, grande y blanca.

Caminando por las calles vacías de los suburbios, todos en su quinto sueño preparándose para levantarse en un par de horas a ir a trabajar, a estudiar y llevar una vida normal en la cual no incluyen a una chica que le falta un tornillo.

Si hablamos de mi locura no es la típica de una chica depresiva que piensa que está loca porque le gustan bandas setenteras y es tan hormonal que se cree bipolar. No.

Más bien, mi locura es un trastorno de personalidad y esquizofrenia juntas, bien agarradas de la mano, tres personalidades distintas, tres voces igual a la mía, rostros igual al mío, pero pensamientos y actitudes demasiado diferentes a la mía. También una graves ataques de ansiedad que no son tan comunes, pero muy fuertes y un tipo de depresión que me hace actuar extraño y solitario.

Viví sobreviviendo como una persona normal hasta los doce años, lastimé a una compañera porque una parte de mí me dijo que lo hiciera, porque según la había escuchado decir que iba a matar a toda la escuela en el descanso, casi la mato gracias a los múltiples golpes en la cabeza, pero lograron alejarme de la pobre niña que hace mucho no veo.

Cuando pasó eso mi padre, con apuro me llevó a una cita psicológica, había notado el problema más nunca lo había confirmado, hasta ese día.

La psicóloga me mandó al psiquiatra al escucharme susurrar: No le digas que nos escuchas, te mandarán al infierno.

Se preocupó tanto por haber escuchado a Spooky, esa voz más mala que hay dentro de mí, me dijeron sus nombres cuando entré en crisis y les recriminé frente un espejo.

Me diagnosticaron ese trastorno, me medicaron y desde ese momento me encerraron en mi casa, con clases a domicilio, con candados en las puertas y seguros para niños en las ventanas.

Mi padre, siendo un hombre soltero, dolorido de verme sufrir por un poco de mundo me dejó salir por las noches, mientras esté controlando a esos demonios que habitan dentro.

Tengo 16 años, cuatro años encerrada sin poder disfrutar de un amigo, viviendo con los enemigos y odiándome como nunca, hace un año me dejó salir a disfrutar de la oscuridad y la libertad. Soy feliz fuera, soy feliz siendo libre un momento.

Estoy siendo medicada, pero parece que no funciona el medicamento, me la paso adormilada, eso calla las voces por unos momentos, o me hacen estar tan cansada que no las puedo escuchar por pensar en como mi cuerpo se debilita a tal punto de dejarme arrastrando mis pies.

Olvidé tomar mi medicamento. Lo olvidé por completo.

Hemos vuelto, Éster. ¿Creíste que nos podías mantener calladas por más de dos días?susurra aquella voz, la que más habla, la que más daña. Spooky.

Es muy tierno verte animada por estar afuera y sin cargas, lamentamos decirte que estamos de vuelta, Éster.ríe escandalosamente Evangeline, la segunda más mala, no habla mucho, pero más que Ostier (Ostieg) sí. La última voz que me ha asustado más veces que las otras dos perras, por el hecho de que toma el control de mi cuerpo sin darme cuenta, en ocasiones ella está controlando la mitad de mi cuerpo y yo la otra, logra coordinarse, pero luego brota su mandamiento, ahí me doy cuenta de que es Ostier la que está acompañándome.

Es muy pasiva, a veces, es como yo. También quiere ser libre.

Pero está encadenada a tres personalidades más, incluyéndome.

Buenas noches, Éster. ¿Cómo estás hoy? ―susurra delicadamente, su voz es más dulce que la mía, menos rasposa que la Spooky, y menos agria que la Evangeline, tiene la ternura que a todas nosotras nos falta.

―No molesten, no me hablen, no se mezclen, quiero estar tranquila. . . ­―me siento mal al no contestarle a Ostier, suspiro y sonrío. ­ ―Buenas noches, Ostier.

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 Capítulo uno, pero cuenta como prólogo por presentación de personaje, muaa. 


Caught In My Own Body;  Emerson Barrett & Remington LeithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora