"capítulo cuatro"

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Mi padre me deja en mi habitación, una de las enfermeras que dirigen el plantel le explica su sistema operandi, cada vez más detallado, al final terminan diciéndole que las visitas son de dos horas los fines de semana, en el jardín que nos enseñó en la excursión, grande con mesas de piedra. También dentro de la institución hay una sala de visitas.

Podemos vestir con ropa normal, usar un reproductor de música, pero solamente en nuestra habitación o en el jardín, podemos usar las típicas batas que siempre ofrecen, usar el calzado que queramos menos tacones o zapatos con adornos puntiagudos.

Tenemos horario para comer, es como una cafetería de instituto, sólo que en vez de pagar tendré qué dar una tarjeta de comida.

Habitaciones individuales, podemos salir de nuestra habitación a la hora que queramos, hay cámaras en todo el lugar menos en las habitaciones y enfermeros circulando todo el día y noche, podemos cerrar nuestra puerta con seguro con el permiso del enfermero en guardia. Y demás cosas, sin embargo, no las nombraré, prefiero ilustrarlas al paso de mi estadía aún no determinada.

―Te tengo qué dejar, corazón, volveré este fin de semana, te traje algunos cuadernos, lápices de colores, normales, plumas, para que puedas escribir y dibujar, preguntaré si puedo traerte plastilina para que esculpas algo. ―sonríe con los ojos llorosos, sonrío de la misma manera, casi llorando.

Lo abrazo, pronto se va y me quedo sola instalándome en el lugar.

No tardo mucho en acomodar mi ropa en el armario y acomodar mis libros y cuadernos en un mueble de cuatro secciones, al terminar no tengo idea alguna de qué hacer, ya tomé mi medicación, ya arreglé mis cosas, ya me dieron un tour por el asilo. . . No tengo idea alguna de qué hacer, así que me siento en mi nueva cama, es muy cómoda, veo el ventanal sellado que da la vista a unos árboles grandes, la luz del sol refleja las tonalidades verdes de las hojas, es muy bonito el arte que ilustra.

Me levanto después de haber admirado mi habitación, camino hasta la puerta después de haber tomado mi reproductor, arrastro un poco los pies ya que estoy cansada, casi nunca estoy despierta de día, suelo andar por las noches, pero me recomendó la enfermera que no duerma esta tarde para poco a poco ajustar mi horario de sueño.

Salgo ajena a la situación de afuera, justo frente a mi habitación sale un chico con mala cara diciendo groserías mientras es tomado por el antebrazo de un enfermero de casi dos metros, un poco más de la estura del gran muchacho. Es muy alto, delgado, blanco, cabello negro peinado en pinchos, tiene unos ojos rasgados, una nariz larga, recta con una bolita en la punta, una nariz de inglés, labios rosas con figura de fresa y una mandíbula remarcada.

―Me importa una mierda, Emerson fue quien pintó la pared. ―suelta el chico con una voz barítona rasposa, tiran de su brazo, se escucha molesto y a la vez burlesco, una combinación extraña para la negación.

―Sí, Remington. Tú no pusiste chúpenme mi RemmyAss. Eres un problema cuando no tomas tu medicación. ―dice el hombre con diversión, pero un rostro serio. Este ríe, me voltea a ver y sonríe.

― ¿Qué miras, enano? ¿Te gusto o qué? ―me pregunta a mí con diversión, alzo una ceja.

― ¿Qué quieres, cabeza de piña? ¿Una respuesta que te ayude a subir tu escasa autoestima? ―pregunto con fastidio, hace una cara de sorpresa fingida mientras se va alejando.

― ¡No necesito de un enano para subir mi autoestima, idiota!

―No necesito contestarle a un idiota. Buen día. ―digo sin hacerle alguna cara, vuelve a voltear de nuevo, sin regresarle la mirada camino por otro pasillo para ir al gran salón, en una hora más se desayuna, algo tarde. 8:10. Mi estómago gruñe con fuerzas, no tengo ganas de probar bocado alguno, aunque te estén calculando la comida dudo que lo hagan con la mía, no ingresé por alguna desnutrición o anorexia bulimia. Ingresé por estar chalada.

Caught In My Own Body;  Emerson Barrett & Remington LeithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora