Capítulo 12. El Señor del Caos.⛧

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«La vida es la gran satisfacción de las pasiones

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«La vida es la gran satisfacción de las pasiones. La muerte es la gran abstinencia. Por lo tanto, sácale el mayor provecho a la vida, ¡aquí y ahora!»

La biblia satánica.

Anton Szandor LaVey

(1930-1997).

—¡Hola, Stan! —Victoria saludó al Diablo mientras pasaba con Quasimodo por delante de ella—. ¡Qué guapo estás hoy!

—¡Y tú también, cariño, te veo deslumbrante! —Satanás le acarició el rostro como modo de agradecimiento—. ¡Pronto tendremos que salir juntos!

—¡Cuando tú digas! —aceptó la chica a punto de babear.

     Apenas tres pasos después se les acercó un grupo de muchachas.

—¡No te imaginas cuánto amamos tu obra, Stan! —Miriam, la líder, le efectuó una coqueta caída de ojos—. ¡Vamos a todas las funciones!

—Pues anotadme vuestros números de teléfono que en cualquier momento os llamo para daros una función privada —les prometió Satanás de manera insinuante.

     Porque por las miradas le indicaban que estaban enamoradas de él más que de Entre dos pasiones. Así que le dio un fuerte abrazo a cada una para premiarlas por el comentario. Pensó que, de este modo, se aseguraba de tenerlas como público entregado hasta que saliese de cartel. Y, lo principal, contaba con ellas como posibles compañeras de orgía con las que aleccionar a Mary.

     Cuando se alejaron, el Señor Oscuro se vanaglorió:

—¿Adviertes, Sheldon, cómo la situación ha vuelto a la normalidad? Se mueren por mí y por mi gigantesco falo. ¡Y eso que no he utilizado la hipnosis!

—Por supuesto, amo Stan, su presencia siempre ha sido magnética. —Quasimodo asintió vehemente con la cabeza—. ¡Estaba seguro de que usted pronto recuperaría sus poderes!

—¡No me hables de usted ni me digas amo, papanatas! —lo regañó el Diablo por lo bajo, mordía las palabras—. ¡Recuerda el motivo por el que estamos aquí!

—¡Lo siento, am...digo S...tan! —se apresuró a disculparse, tartamudeaba porque a punto estuvo de cometer un nuevo lapsus.

     Satanás consideró que debió mantenerlo distanciado unos meses más, pues ahora no le resultaba imprescindible. Con la excusa de que tenía que ejecutar importantes misiones lo había alejado para evitar que el engendro con rostro reciclado le comiese terreno dentro de la London Academy of Music and Dramatic Art. Y, por supuesto, para dedicarle el tiempo a Mary sin que rondara por ahí con cara de perrito apaleado como si le hubiese robado a la esposa de toda la vida.

     Reflexionó —de nuevo— que sus facultades habían mermado por la depresión y no por haber sido vencido por la bruja de Da Mo. Mientras se hallaba desmoralizado, abatido y humillado se había olvidado de que hacer el mal era su obligación y la fuente del inagotable poder.

Satanás. La tentación del mal (novela terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora