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Una vez, en el eco de nuestras conversaciones, pronunciaste palabras que se aferraron a mi memoria como pétalos de rosa en la brisa: "Las buenas personas llegan a tu vida sin buscarlas". En aquel momento, tal vez no comprendí del todo el significado de tus palabras, pero ahora, con la perspectiva del tiempo, puedo ver con claridad la verdad que encerraban.

Las mejores personas, aquellas que dejan una huella imborrable en el corazón, son aquellas que entran en nuestra vida sin aviso, como destellos de luz en la oscuridad. Son seres cuya presencia ilumina nuestro camino y cuya ausencia deja un vacío imposible de llenar. Y aunque su partida duela más de lo que podemos soportar, lo hacen con la misma suavidad y gracia con la que llegaron, sin causar daño ni dolor.

Sin embargo, tú, mi querido, no fuiste una de esas personas. Tú entraste en mi vida como un huracán, arrasando con todo a tu paso y dejando a tu paso un rastro de destrucción y desolación. Tus palabras eran dagas afiladas que cortaban profundamente, tus acciones eran flechas envenenadas que dejaban cicatrices indelebles en mi alma.

Aunque traté de aferrarme a la ilusión de que eras una buena persona, la verdad es que tu presencia en mi vida sólo causó sufrimiento y desesperación. Fuiste como una tormenta furiosa que amenazaba con destruirme por completo, y aunque luché con todas mis fuerzas por mantenerme en pie, al final, sucumbí ante la fuerza de tus embates.

Ahora, mientras contemplo los escombros de lo que alguna vez fue mi mundo, puedo ver con claridad que tú no eras una buena persona, ni mucho menos la mejor. Eras simplemente un ser humano herido y perdido, incapaz de encontrar tu propio camino y decidido a arrastrarme contigo hacia la oscuridad.

Pero a pesar del dolor y la desolación que dejaste a tu paso, estoy agradecida por haberme dado cuenta de tu verdadera naturaleza. Porque gracias a ti, aprendí a valorar a las verdaderas buenas personas que llegan a mi vida sin buscarlas, aquellas que llenan mi corazón de amor y alegría, y cuya partida deja sólo gratitud y bendiciones en su estela.

lo que nunca te dijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora