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Hay momentos en la vida en los que parece inevitable que haya un ganador y un perdedor. Sin embargo, aquella noche de diciembre, cuando nos dijimos adiós bajo el cielo estrellado, no hubo ni vencedores ni vencidos.

Fue una despedida en la que ambos perdimos algo irremplazable. El aire frío llevaba consigo nuestras palabras finales, y en el silencio que siguió, supe que no había triunfo en nuestra separación. Las estrellas brillaban indiferentes mientras nuestros corazones se rompían en silencio.

Esa noche, el adiós no dejó lugar para victorias ni consuelos. Solo quedó la certeza amarga de que, al despedirnos, ambos habíamos perdido más de lo que cualquiera podría ganar.

lo que nunca te dijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora