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Una vez me cuestionaste sobre mi falta de celos ante las mujeres que se acercaban a ti, y en aquel momento, la respuesta se me escapó entre susurros de incertidumbre. Sin embargo, ahora que el eco de tu ausencia resuena en el vacío de mi corazón, puedo finalmente comprender la verdadera razón detrás de mi aparente indiferencia.

En lo más profundo de mi ser, siempre supe que yo era inolvidable para ti. Que mi presencia dejaba una huella imborrable en tu alma, y que, sin importar quién estuviera a tu lado, bastaba con pronunciar tu nombre para que el eco de mi voz resonara en los rincones más recónditos de tu ser, llamándote de vuelta a mí.

Tú y yo éramos como dos estrellas destinadas a orbitar en el mismo firmamento, separadas por la inmensidad del espacio pero unidas por un lazo invisible e indestructible. Aunque el tiempo y la distancia nos hayan separado, nuestras almas siguen entrelazadas en un baile eterno, donde el recuerdo de nuestro amor perdura más allá de las fronteras del tiempo y del olvido.

Así que ahora, en este momento de claridad y lucidez, puedo afirmar con certeza que nunca sentí celos de esas mujeres que se acercaban a ti, porque sabía que en tu corazón, siempre habría un espacio reservado para mí. Porque nuestro amor trascendía las limitaciones del tiempo y del espacio, y porque, al final del día, siempre seremos dos almas destinadas a encontrarse una y otra vez en el laberinto del destino.

lo que nunca te dijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora