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He escuchado en susurros de la noche que el precio de los buenos momentos es el eco melancólico del recuerdo, y créeme, he aprendido que es verdad. Extraño con fervor aquellos días en los que tu risa era la melodía que inundaba mis días de luz y alegría.

Cada nota de tu risa era un rayo de sol que iluminaba mi alma, cada destello de alegría en tus ojos era un bálsamo para las heridas de mi corazón. En esos momentos, el tiempo se detenía y el mundo entero parecía cobrar vida, como si estuviéramos suspendidos en un eterno instante de felicidad y plenitud.

Pero ahora, en la oscuridad de la noche, el eco de tu risa se desvanece en el silencio, dejando sólo el eco vacío de mi soledad. Y mientras contemplo el cielo estrellado, me doy cuenta de cuánto extraño esos momentos de dicha compartida, de cuánto anhelo volver a perdernos juntos en el laberinto de la felicidad.

Así que, aunque el dolor de tu ausencia todavía arda en lo más profundo de mi ser, me consuela saber que los recuerdos de esos días de felicidad compartida seguirán vivos en mi corazón para siempre. Y aunque el tiempo siga su curso inexorable, sé que la luz de esos momentos brillará eternamente en la oscuridad de mi memoria, recordándome que, a pesar de la distancia y la separación, el amor que compartimos sigue ardiendo con la misma intensidad que el primer día.

lo que nunca te dijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora