➻d i e c i o c h o

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Volvieron hablando animadamente. Por alguna extraña razón preferían hablar hasta del color de un sapo antes que quedarse callados. Se detuvieron frente a la casa. El castaño bajó con cuidado y luego Derek bajó. Stiles se giró a verlo.

—Muchas gracias por el paseo —le sonrió.
—No es nada.

Él se acercó a la puerta para ingresar a la casa, y se detuvo al ver que Derek no lo seguía para entrar.

—¿Qué pasa? —le preguntó.

—Los peones no entramos por la puerta principal —dijo él. El castaño lo miró bien.

—¿Por qué? —quiso saber.

—Porque somos empleados y entramos por la cocina.

Stiles lo miró espantado. Eso era horrible.
—No quiero que vuelvas a decir eso —le dijo—Ustedes no son ladrones para entrar por atrás.
—Pero…

—Pero nada, Derek. Es una orden.

Él sonrió por lo bajo. El castaño siempre había sido así de justo. Para él todos eran iguales y nadie era mejor que nadie. Soltó un suspiro.

—Está bien, entremos.

Ingresaron y casi toda la casa estaba en un completo silencio.

—¿Dónde estarán todos? —preguntó el castaño.

—¿Durmiendo? —inquirió Derek. Stiles sonrió.

—Debe ser eso —asintió —¿Vamos a tomar un té?

—Mmm, no lo sé…

—Vamos, Salvaje, solo un té. Por los viejos tiempos.

El castaño le había puesto su mejor cara de perrito mojado, y eso lo estaba matando lentamente. Trato de calmar a su acelerado corazón.

—Bueno, vamos.

Stiles dio un par de saltitos contento y en un impulso se acercó a él para abrazarlo. Derek algo asombrado, lo envolvió. Y se quedaron así, abrazados y sintiéndose muy tontos. Luego de unos cuantos segundos el pecoso se alejó algo avergonzado.

—Lo siento —se disculpó.

—No tienes por qué —aseguró Derek.

Entraron a la cocina y Stiles se dirigió a las hornallas, mientras que Derek tomaba asiento cerca de la mesada. Se quedó observándolo. ¿Podía ser más hermoso? Seguramente sí. Entonces a su mente vino la charla que él había tenido en la tarde con ese tal… Theo

¿Debería preguntarle? Un nudo se le formó en medio del estomago. No podía tolerar la idea de Stiles con otro hombre. Le daba rabia la idea.

—Oye, te gané una carrera, y el lavado de los caballos —comentó el castaño mientras buscaba té en una de las cajoneras de la cocina —¿No crees que me debes algo por eso? —indagó y lo miró sobre su hombro con una sonrisita de autosuficiencia.

Derek sonrió divertido y luego alzó una de sus espesas cejas. Stiles se ruborizó y volteó, para seguir buscando el té.

—Y ¿se puede saber qué es lo que te debo? —inquirió.

Saltó de la mesada sigilosamente y se posicionó detrás del castaño. Cuando Stiles al fin dio con el té, volteó y se sobresaltó al encontrar el gran y musculoso cuerpo de Derek frente a él. Abrió la boca, aunque incapaz de emitir palabra. Derek se acercó un poco más. Por dios, ¡¿qué había entendido?! O, ¿¡qué había insinuado él!? Se ruborizó de sobremanera, y la respiración se le agitó al sentir como Derek se acercaba lentamente hasta él.
El moreno no podía dejar de mirarlo a los ojos, esos ojos profundos de color miel que siempre lo habían cautivado. Pero, inevitablemente, su mirada verdosa bajó hasta los labios del castaño. Esos carnosos labios que había probado por primera vez cuando tenía 13 años. Y que quería volver a probarlos, justo ahora. El castaño no pudo moverse de su lugar, simplemente parecía que sus pies estaban pegados al suelo. Su respiración era algo irregular, y sentía como su corazón latía fuerte. Tenerlo así de cerca era de unas las cosas más… maravillosas que le habían pasado en los últimos tiempos.
Derek no podía detener la leve inclinación que estaba haciendo su rostro hacia el del chico tan hermoso que tenía enfrente, simplemente no podía. Él tenía que besarlo, sacarse la duda, volver a sentirlo.
Y justo, justo cuando estaba a muy pocos segundos de volver a hacerlo el agua comenzó a silbar y el vapor comenzó a salir, avisando que ya había hervido.
Stiles volteó con rapidez, rompiendo el encanto, y Derek se quedó allí, quieto, con ganas de besarlo. Se alejó, algo incómodo, y volvió a sentarse.
Stiles vertió el agua en la taza azul, y ese fue el único sonido que llenó la habitación. ¿Cómo se suponía que iría a mirarlo ahora? Aquello había sido más que extraño.
Derek se rascó la nuca, nervioso. Se maldijo unas tres mil veces mentalmente. Él no debió acercarse así al castaño, no. Pero el sentimiento era más fuerte que él.

s a l v a j e ; sterek • EDITANDO•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora