IV

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Y ahí me encontraba. Ya eran casi las once de la noche, las bombillas de los postes parpadeaban haciendo difícil ver.

«Faltan pocos metros, ya casi llegamos» me repetía una y otra vez. Mientras daba mis últimos pocos arranques de energía, empujando la chatarra sobre ruedas, que Kleiver llamaba auto. Se supone que otros tres chicos deberían estar ayudándome, pero sin duda me dejaban el mayor trabajo a mi.

Las hebras de mi cabello azabache se pegaban a mi frente, el sudor recorría mi frente y seguía hasta llegar a mi camisa. Incluso el ambiente era caluroso.

—¡Epa! Denle más duro, como les gusta —se burlaba el dueño del auto, que estaba sentado tranquilamente en el asiento del conductor.

Luego de media hora, por fin llegamos a su casa. Me tiré en el pavimento, dejando calmar mi agitada respiración.

—Mierda, ¡miren muchachos! Es el sordo de la marica.

En este mundo debe existir un Dios, uno que hace los ángeles y los deja caer a este mundo, para que incluso un bastardo como yo pueda ser felíz.

Gire mi vista, y en efecto. Sin molestarse en ponerse algo más que unos shorts largos y una camisa simplona, sosteniendo un recipiente de comida en sus manos. Ese era mi ángel, sonriendome cuando logró darse cuenta de mi presencia plastificada al piso.

No tardaron en hacer comentarios desagradables sobre él. Briam ni se molestó en leer sus labios, solo fue hasta mi y me entregó la comida. Sacó un pañuelo de su bolsillo y lo pasó suavemente por mi rostro, secando el sudor.

De todas formas, sé que si el pelirrojo pudiera no estuviera aqui, conmigo a estas horas. Él tampoco tiene a nadie más, yo era lo único que tenía.

Y todo este trabajo de mierda, lo hacía por nosotros, para él. Sería útil para las personas que odiaba, con tal que no le tocaran ni un pelo.

Sinceramente, yo no era muy diferente a ellos, tal vez era peor. Logré encontrar una manera de hacerle más daño que lastimandolo... fingiendo que solo quería ser su amigo.

¿Acaso yo no hago lo mismo que ellos? Aprovecharme.

Quería comer, la comida de Briam era mi favorita. Pero, sentí mi estomago volverse un nudo. Una presión en mi garganta, dándome ganas de vomitar, un escalofrío recorrer mi cuerpo, soportando las lágrimas.

Por supuesto que se dio cuenta, note como alzó sus cejas sorprendido, intentó rodearme con sus brazos. Lo alejé y me levanté, mis piernas estuvieron a punto de derrumbarse, se tambaleaban, sin embargo, de alguna manera logré correr.

Sentía asco de mí.

—Te amo —susurre. Dejando que mis sentimientos se desbordaran de mis ojos—. Perdón por eso.








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Sentir en silencio (Gay/yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora