Doce

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[Juli y Eduardo😍❤️]

Tenía miedo, no quería que lo qué pasó ayer con mi jefe pueda afectar en algo, obviamente lo hará pero espero que no sea algo mayor.

Miré mi teléfono, habían más de siete llamadas perdidas de mi mamá, así que de inmediato la llamé.

—¿Mamá?

—Juli, me tenías preocupada.

—Perdón mamita, no estuve pendiente al teléfono ayer. ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?

—Estoy perfecto con tus tías, hija. ¿Y tú?

—Igual, mami. Te echo de menos.

—No quiero volver hija, es por eso que te llamaba.

—No tienes que hacerlo si no quieres, cuando termine el trabajo tomaré el primer bus.

—No tengo mucha señal aquí, cuando pueda te llamaré otra vez.

Y me cortó, no le alcancé a responder ni nada, la notaba un poco más extraña, como más apagada y con menos ánimo. Nuevamente sentí miedo, pero es porque no quería ver ni escuchar a mi mamá así, me causaba más tristeza.

Pensaba y pensaba en lo que sucedió ayer y por más que lo hacía en realidad no podía creerlo, me sentía mal por mi y por su novia, no era justo lo que habíamos hecho y nada lo podía justificar, me dolía incluso.

Tocaron dos veces la puerta, me arreglé la polera y abrí la puerta. Era Eduardo.

—Buenos días Juli—besó mi mejilla.

—Buenos días.

—Iré al súper, ¿Necesitas algo?—negué con la cabeza—bueno, vestiré a la Anto y te aviso.

—Yo la vestiré—él rió y se encogió de hombros.

—Me duele caleta la cabeza—comentó cuando salíamos de la pieza y caminábamos juntos por el pasillo.

—Somos dos, creo que se nos pasó la mano con el alcohol—me dio una sonrisa.

La Anto estaba despierta y comenzó a mover sus manitos cuando mi jefe apareció, él la tomó y entonces me di cuenta que la niña quería mis brazos y no los de él.

—¿Me vas a traicionar?—preguntó, la niña rió, estiré mis brazos y ella se pasó a los míos.

Me encantaba su olor a bebé, era fantástico y me hacía recordarme a cuando yo era pequeña, cuando mi papá y mi mamá si podían jugar conmigo, cuando me enseñaron a andar en bicicleta, por más que lo pienso no logro entender qué pasó, que hizo que la relación de ellos cambie tanto.

—¿Qué piensas?—preguntó y le agradecí mentalmente por sacarme de mis pensamientos.

—En nada, solo estaba distraída...

El timbre sonó, era Charles quien traía dos bolsas enormes, lo miré raro y me saludó.

—¿Qué hacen?—preguntó curioso y se sentó en el sillón.

—Nada aún, el señor Eduardo está cambiando de ropa a la Anto para ir al supermercado.

—¿El señor Eduardo?—se rió—¿Cómo puedes seguir diciéndole así?

Más que mi jefe || Eduardo Vargas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora