Diez

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Me levanté, siete de la mañana, mis ojos pesaban y el pijama lo tenía pegado al cuerpo debido al sudor. Me bañé rápidamente, me puse una polera de tirantes negros y unos jeans normales.

Me puse los audífonos y comencé a ordenar la casa, no sé qué onda pero estaba más desordenada que otros días, ¿será por qué no hago nada? Saqué el polvo en todos los muebles y luego me fui a la cocina recordando que tenía que hacerle la leche a la Anto. Cuando ya estaba lista, subí a su pieza pero me aterrorice al ver que no estaba, fui hasta la puerta de mi jefe y la toque dos veces.

—¿Qué pasó?—preguntó medio adormilado—pasa mejor.

Entré a la pieza y solté todo el aire que tenía en mis pulmones, la Anto estaba allí con él.

—Buenos días, me llevaré un ratito a la Anto para darle la leche...

—Dásela aquí—cuando venía recién despertando su voz era ronca y no sé, pero me gustaba—mi amor, despierta...

—¿La señora Daniela?—se encogió de hombros.

La movió un poco y la pequeña abrió sus ojos rápidamente, pobrecita, si yo estoy cagada de sueño me imagino cómo estará ella.

—Siéntate en la cama nomás.

Le hice caso, tomé a la niña en brazos y comencé a darle la leche de apoco para que no le de asco. Eduardo me miraba atento.

—La Daniela nunca le daba la leche—comentó. ¿De verdad esa mujer era mamá de este angelito?

—¿Tampoco amamantaba?

Negó con la cabeza.

—Sería tan lindo hacerlo, se genera un vínculo especial—hablé mirando a la Anto. Dios, me encantaría con el alma tener uno así, quería ser mamá pero aún ni siquiera he perdido la virginidad...

—Que mamona...

Se paró, andaba sin polera y con unos pantalones cortos... Se veía completamente sexi. No quise mirarlo más con miedo a que se notara mucho.

—Julieta—me llamó—no quiero que se repita lo de anoche.

—Si, en verdad lo siento, no tenía idea—me disculpé, el asintió despacio.

Cuando terminé de darle la leche se la entregue a Eduardo.

—Tengo que ir a limpiar los baños, ahora vuelvo—asintió y comenzó a dar vueltas en la habitación con la Anto en brazos, me paré y me fui.

Cuando terminé me senté en el sillón exhausta y muerta de hambre pero no comería. Tocaron el timbre y me paré a abrir, miré por la cosita y no era nada menos que Charles...

—Hola Juli—saludó de un beso en la casa.

—Hola—respondí.

Charles entró y se sentó en el sillón donde anteriormente yo estaba.

—¿Quiere algo de tomar?—pregunté.

—Un tesito—asentí.

Preparé un te porque bueno, no creo que me haga mal tomarme uno. Volví al comedor, se lo entregué y me senté junto a él.

—Oye yo te quería pedir disculpas—rodé los ojos—y es verdad, quiero cambiar... Se que fui muy lacho, es que de verdad eres linda, pero intentaré cambiar para ti.

—Debe hacerlo por usted Charles—me encogí de hombros.

—Antes no era así, yo era cariñoso, trataba de conquistar de otras maneras a las mujeres—rió y negó con la cabeza.

Más que mi jefe || Eduardo Vargas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora