Dieciocho

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El Eduardo se había ido a la concentración enojado y con justa razón, si estaba dando lo mejor de sí mismo para ayudarme con la situación y yo no le ponía ni un empeño, ni siquiera había querido ir a las cosas esas de las terapias, pero es que igual me daba vergüenza tener que contarle mis problemas a todas las personas que estuvieran presentes.

El celular vibró haciendo que me distraiga de mis pensamientos.

Juli, mi mami irá a dejar
a la Anto y te va a pasar plata
para k después se vengan en
taxi al JPD, necesito hablar
contigo y urgente

Eduardo.

JPD??

Juli.

Juan Pinto Durán 🙄
hay k ponerle así nomas

Eduardo.

Continué cargando el teléfono y fui a la cocina a prepararle las leches a la Anto, después le arreglé la ropita que le iba a dar y le preparé un baño, me gustaba mucho bañarla porque me recordaba bastante a como era mi mamá cuando yo era más chiquitita y salía a jugar con los niñitos de la cuadra, después cuando volvía con todas las rodillas rotas y me costaba bañarme solita.

El timbre sonó y corrí a abrir la puerta, ahí estaba la mamá del Edu con la Anto en brazos y otra niña más, pero no sabía quién era y mucho menos como se llamaba. Ellas pasaron y yo pasé tras ellas.

—Mamá, que es linda la casa del Edu—pronunció la niñita y pude saber que era la hermana de mi jefe.

La Anto estiró sus brazos hasta donde estaba yo y la tomé.

—Oye, la cagó la niña te quiere caleta—me dijo la mamá del Edu y asentí con la cabeza, era verdad, siempre quería estar conmigo.

—¿Quieren jugo o bebida?—pregunté.

Ambas pidieron bebida, les serví y luego se las entregué, la mamá del Edu me entregó la plata y después se fueron diciendo que nos veríamos en un rato más durante el partido.

Bañé a la Anto, la vestí con una camiseta blanca y me puse un cintilo que combinara. Cuando ambas estuvimos listas, llamé a algunos de los números de taxistas que estaban en los imanes pegados al refrigerador y ahora me encontraba esperando a que llegara el conductor. Había arreglado el bolso con pañales, leche y ropa de la Anto por cualquier emergencia.

Nos costó un mundo entrar al lugar, de hecho tuvo que salir el Eduardo y casi se pone a pelear con los guardias porque estos no nos dejaban pasar. En fin... Fue de locos y con muchas cámaras encima.

—¿Qué era lo tan urgente que debíamos hablar?—pregunté, me llevo a una pieza aparte, se cambió la camiseta por otra y sacó su teléfono que estaba escondido dentro de un bolso.

—Mira lo que me mandaron—a penas pronunció, porque estaba muy nervioso, se sentía de lejos.

Le quité el teléfono no creyendo en lo que acababa de ver, eran unas fotos mías, semidesnuda. En algunas solo se veía mi trasero y en las otras parte de mi rostro, estaba durmiendo y sabía perfectamente de donde salieron esas fotos, no podían ser de otra persona que del Bastian.

—¿Te las mando él?—pregunté. Las lágrimas ya se habían acumulado en mis ojos y sentía que en cualquier momento iba a estallar, no sabía si eso era lo más correcto en este lugar pero no pude evitar no hacerlo—Eduardo...

Más que mi jefe || Eduardo Vargas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora