A las seis de la mañana me encontraba en pie para mi primer día de trabajo, no había dormido nada y mágicamente no tenía sueño, yo creo que era por la emoción.
Efectivamente el brazo me había quedado marcado, se veía tan horrible que ni el maquillaje me lo tapaba, pero ahora andaba con poleron y no se iba a notar nada, o por lo menos eso creía. Aproveche de salir rápido porque mi papá no estaba en la casa.
Afortunadamente la micro no se demoró en pasar, no quería llegar atrasada y me queda bastante lejos la casa de Eduardo Vargas.
Toqué el timbre al momento en el que me sacaba los audífonos que me mantenían un poco alejada de la realidad. La puerta se abrió, mi jefe, Eduardo, se asomaba por está mientras miraba su lujoso reloj de diamantes.
—Diez minutos de atraso, vamos bien—dijo con ironía. Frunció los labios y le di una sonrisa inocente. Creo que para él no fue algo chistoso, su cara lo dijo todo—adelante.
Entré. Cerré la puerta y comencé a caminar rápido para ir al mismo paso de él.
—Te presentaré yo las habitaciones porque Karina no vendrá—asentí—y también debo hacerte unas preguntas sobre ti, ayer no te las hice.
—Está bien—respondí. Me hizo una seña para que me sentara en el sillón de al frente.
—¿Cuantos años tienes?—comenzó.
—Veinticuatro—pareció sorprenderse. Seguramente porque parezco de diecisiete.
Se sacó el poleron y lo imité, me había dado calor. Su vista se dirigió hacia mi brazo, frunció el ceño, me incomode y volví a poner la prenda en su lugar anterior.
—Es importante que no me ocultes nada—asentí—¿te gustan los niños?
—Si, pero en mi familia no hay niños, no tengo mucha experiencia con eso en realidad, pero yo se lo juro que...
—Bien—me cortó en seco—tengo a una pequeña, tú ves si la quieres cuidar o puedo contratar a una niñera, si quieres cuidarla el sueldo te subirá, así que todo queda en tu criterio.
—No hay problema con eso, puedo cuidarla perfectamente.
—También tengo que decirte que haré muchas fiestas aquí—volví a asentir—mi novia me avisó que iría como tres días a Brasil a cuidar a su mamá que no se que le pasó... Cosas de mujeres.
—Tampoco hay problema con eso.
—Entonces, no habría ni un problema—me guiñó el ojo y de repente sonrió—cualquier cosa que necesites o si tienes una duda, habla directamente conmigo o con la Dani.
—Le juro que no le fallaré, muchas gracias Eduardo...
—Señor Eduardo—corrigió—o jefe...
¿Por qué en todas las novelas que leo los jefes se molestan cuando los llaman de señor y él se enoja cuando yo lo llamo por su nombre?
—Acá hay reglas, Julieta—asentí—tú las cumples y yo seré bueno contigo. ¿Sabes? la mayoría de las chicas que vienen se llevan horrible conmigo por eso las termino echando a la semana, pero espero y confío que contigo será diferente.
—Haré lo que tenga que hacer—sonreí.
—Lo que tú harás será sencillo; ya que accediste, básicamente cuidarás a la Anto, le darás la comida y la harás dormir cuando se necesite. Limpiarás de vez en cuando, no siempre porque en esta casa se mantiene el orden. Si sabes cocinar también puedes hacerlo, aunque en esa función se desempeña Karina. Puedes traer tu propio desayuno si no alcáncelas a comer en tu casa, con el almuerzo y la once será lo mismo, si no puedes no te preocupes, puedes comer lo que desees mientras haya en las despensas.
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Más que mi jefe || Eduardo Vargas.
Hayran Kurgu¿Podrá alguien cambiar tanto la vida de otra persona?