Veintidós

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Era horrible e inexplicable la vergüenza que sentía ahora. La mamá del Edu nos miraba con la boca abierta y no podía creer lo que sus ojos habían visto. Mi corazón latía con tanta fuerza y  juraba que en cualquier momento se saldría de la caja torácica.

—Eduardo, me encanta esta niñita para ti, pero no puedes serle infiel a la Daniela—habló.

—Juli, ¿nos dejas unos minutos?—dijo el Eduardo, su voz estaba muy acelerada Asentí con la cabeza y me retiré de la escena.

Casi diez minutos más tarde el Eduardo subió a la pieza y cerró la puerta cuando su cuerpo completo entró. No podía negar que me sentía atemorizada, ¿y si le decía algo a la Dani? si algo así pasaba, la brasileña iba a venir y me arrastraría por toda la casa de los pelos de la axila, ya lo sabía e incluso sentía el dolor. Tenía miedo, mucho miedo.

—¿Qué pasó?—pregunté.

—Nada, Juli, no te preocupes—me dio un beso en la frente y me abrazó—¿Te vas conmigo?

—¿A dónde?—pregunté otra vez—¿y la Anto?

—Al estadio, la Anto se la llevó mi mamá.

Me cambié de ropa bajo la mirada del Eduardo, esta vez había elegido ponerme la camiseta que me dio el Charles porque según yo se veía más bonita.

—Me haces tan difícil esto—murmuró.

—¿Difícil? ¿por qué?

—Porque eres tan preciosa—puso su mano en mi mejilla y me besó—Escapémonos juntos.

Rodé los ojos y comencé a reír, pero él parecía no estar divertido.

—Eduardo...

—¿Me quieres?—asentí con la cabeza—Ya po, yo te quiero a ti... Nada nos detiene.

—No es así como así... Debes pensar en tu hija también.

Llegué temprano al estadio pero igual había una gran cantidad de hinchas, así que me sentí un tanto más normal.

Faltaban veinte minutos para el comienzo del partido y estaba más sola que nunca, pero casi cinco minutos después llegó a sentarse a mi lado Pamela, la mamá del Eduardo a un joven similar a mi jefe, era el hermano, o eso creo, es que eran demasiado iguales.

—Hola hija—me saludó de un beso en la mejilla.

No se que cosas le habrá dicho al Eduardo, pero la señora ahora era súper simpática conmigo y de alguna manera eso podía dejarme un poco más tranquila.

Los nervios volvieron al empezar el partido, nunca me había interesado el fútbol pero al tener un jefe futbolista todo eso cambio, ahora me preocupaba e incluso entendía algunas cosas más. Fue horrible, el partido estuvo súper difícil, al Charles le pegaron un patada en la espalda y expulsaron al peruano, mi amigo quedó bastante complicado pero aún siguió jugando.

Ganamos dos a uno con los dos goles de Eduardo, mi jefe. Ya no cabía más felicidad en mi pecho y el corazón de Pamela estaba que explotaba de orgullo.

—Se que estás no son las circunstancias, Julietita—me dijo—Pero yo quiero decirte que no le diré nada a la Dani, el Eduardo me contó todo y si él está feliz contigo yo no soy nadie para arruinarlo...

—Además, nunca nos cayó bien la Dani—opinó el hermano del Eduardo, que ahora sabía que se llamaba Camilo.

Fuimos todos al camarín y estuve un rato buscando al Eduardo, a penas lo vi me lancé a sus brazos sin importarme que todos estuvieran viendo, solo quería felicitarlo.

—¡Lo hiciste muy bien!—grité. Él me giró por los aires y luego comenzó a reír.

—Uno fue para ti y el otro para la Anto.

No hizo ni dijo nada más puesto que todos los compañeros estaban con la mirada pegada a nosotros, solo me dejó una mano en el hombro y me miraba demasiado, tanto que logró ponerme roja.

—Hermano, ¿no me la ibas a presentar?—dijo Camilo llegando a nuestro espacio y mirándome con total descaro, mi cuerpo se recogió automáticamente, casi por inercia, era tan tonta y me odiaba mucho por eso.

—¿Y cómo te la voy a presentar? nunca vay a verme po hueón—el Camilo hizo una mueca y miró a su hermano—¿Qué, acaso queri que te la lleve a la casa?

—Es lo mínimo...

—Estay más hueón, vira al toque de aquí—el Edu le chispeó los dedos causando la risa de su hermano y después se fue.

Me reí y volteé a ver al Charles, le estaba mostrando la espalda al Alexis, me acerqué a verlo e inconscientemente toqué donde tenía rojo, él se quejó y se dio vuelta rápidamente.

—Deja eso para la noche, bebé—me guiñó el ojo, negué con la cabeza y me abrazó.

—Jugaste bien, Charlesin—dije, aún lo tenía abrazado.

Le di un beso en la mejilla y me alejé de él para volver donde el Eduardo, me recibió con un beso corto en los labios... No quería que todos nos vieran y lo entendía, según habían rumores de un "sapo".

—Te tengo una sorpresa—murmuró en mi oído.

—Me aterran las sorpresas.

—Te encantará, Juli—mordió mi oreja y supe en un instante de lo que trataba.

Odiaba con mi vida ser tan débil. Aún no sabía de lo que trataba pero ya estaba un poquito más hot, es que no sabía cómo decirlo de una manera más correcta... Ay no sé, de repente ya quería saber luego.

Primero llegamos a la casa, me bañé y me puse  ropa, ósea básicamente solo me cambié la camiseta, porque obviamente no iba a ir con una de Chile. El Eduardo se vistió de negro entero, se veía tan lindo y tenía tantas ganas de besarlo completo, pero me aguanté.

—Te ves hermosa—murmuró. Me dio un beso en los labios y me abrazó.

—Tú también...

Se sentó en el sillón y luego me hizo acomodarme en sus piernas. La casa estaba en completo silencio y me gustaba permanecer así, sentía que todo era mejor y solo podía escuchar su corazón latir con fuerza, lo que también me encantaba.

—Es loca está huea, pero estoy todo el día pensando en ti, sinceramente no sé qué me hiciste—murmuró.

Me encantaba lo romántico que podía ser Eduardo algunas veces, nunca antes me habían dicho cosas tan bonitas y él me hacía sentir bien. No quería admitirlo, me costaba mucho, pero sentía que al fin estaba dejando un paso atrás y estaba comenzando a enamorarme de Eduardo, lo que me aterraba un poco, no quería salir dañada de aquí.

—Siento que te conozco de la vida—susurró sobre mis labios—Te quiero tanto.

—Y yo te quiero a ti.

Ni siquiera se a donde me llevó, porque todo el camino me fui con los ojos cerrados. Odio las sorpresas, reitero. Subimos un ascensor e incluso escaleras, pero no se me ocurría algún lugar. Al abrir los ojos mi sorpresa fue gigante...

Había una mesa decorada perfectamente para dos personas, la habitación era alumbrada solamente por velas y todo olía perfectamente bien. Me muero. Nunca antes me habían hecho algo así y que fuera de parte del Eduardo, hablaba muy bien de él.

—Tus ojos se ven aún más hermosos de lo que imaginé—murmuró en mi oreja.

¿Qué cosa tenía con murmurar en mi oreja? no sé, es que eso me dejaba extremadamente mal, con ganas de sacarle toda la ropa y darle besos en partes indebidas. Estaba pensando mal, muy mal. ¿Qué pasa, Juli? tú no eres así.

—Es hermoso, Eduardo—susurré, aún mirando embobada mí alrededor.

—Y espera a ver el jacuzzi—abrí mi boca en una perfecta "O" y él soltó una risa.

—No sé que decir...

—Disfruta, está noche es para ti, preciosa.

Definitivamente si, estaba enamorada de Eduardo Vargas.

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Volvimos con algo cortito❤️

Más que mi jefe || Eduardo Vargas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora