Diecinueve

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No mentí cuando le dije al Eduardo que lo necesitaba, porque en realidad lo hacía. Las ganas que crecían dentro de mi cuerpo en cada beso fueron más fuertes y terminamos enredados entre las sábanas, sin importarnos el hecho de que él tenía una hija y novia.

Fue mi primera vez y mentiría si dijera que no me gustó. Había sido de lo más tierno y me preguntó cómo veinte veces antes si estaba segura de lo que íbamos a hacer.

Me sentí un poco extraña cuando no vi el cuerpo de Eduardo a mi lado, ¿Y si se había arrepentido? No quería pensar en cosas así porque sabía que me terminaría dañando sola y era lo que menos quería, obviamente tenía que cuidar mi ánimo. Estuve a punto de pararme de la cama cuando la puerta se abrió y entró Eduardo con un plato con frutas así que no tardé en acostarme nuevamente y ocultar mi cuerpo en las frazadas.

—Juli, al fin despiertas—sonreí—te traje esto para que desayunes aunque sea un poco, de algo tenemos que empezar, ¿Cierto?

Me dio un beso en la frente, se sacó la polera y me la extendió, ni siquiera sabía en que parte del cuarto había quedado la mía, tampoco quería buscarla así que me puse la suya sin problemas.

Se acostó a lo largo de la cama y comenzó a jugar en el Play, ni siquiera sabía lo que estaba jugando pero lo único que escuchaba eran balazos y palabras en inglés que en realidad no entendía para nada. Por mi parte estaba comiéndome las frutas y casi quedándome dormida ya que ayer llegamos tipo cuatro de la casa del Arturo y luego lo demás.

Me distraje cuando mi teléfono comenzó a sonar, era mi mamá.

Hola, mamá.

—Hola, hija—contestó ella.

—¡Hola, tía!—gritó el Eduardo y comenzó a reír, mi mamá hizo lo mismo.

Hola, hijo... ¿Cómo están?

Bien mamá, ¿Todo bien por allá?

—Sip, siento que he estado años aquí... Estoy envejeciendo muy rápido.

—¿Por qué dices eso?

No sé—la conocía tan bien que sabía que en ese momento había encogido sus hombros—es raro...

—¿Estás segura que está todo bien?

—Si hija, te corto. Hablamos otro día, besitos.

La conocía y sabía que algo no andaba bien, su voz estaba apagada y la sentía un poco más agitada de lo normal.

El Eduardo dejó de jugar y se subió arriba mío dejando nuestras frentes juntas.

—Ella va a estar bien, Juli.

Nos separamos de golpe cuando sentimos que la puerta principal de la casa había sido abierta, me quedé mirando al Eduardo porque no sabía que hacer y esperaba que él si lo supiera.

—Juli, ándate a tu pieza y yo después te voy a dejar tu ropa...

Le hice caso y corrí hasta la pieza, segundos más tarde se escucharon los pasos de la brasileña subiendo la escalera, me apoyé en la pared y solté un suspiro. Me vestí nuevamente y bajé hasta el comedor rogando que el Eduardo haya ocultado mi ropa... Estaba nerviosa y con mucho miedo.

Tocaron la puerta y la fui a ver, era el Charles quien al verme me abrazó.

—Hola, negrita...

—Hola, Charlesin.

—¿Qué hacen?—preguntó—¿Ya se comieron otra ve...?

—Charles, cállate—comenzó a reír.

Más que mi jefe || Eduardo Vargas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora