Tres

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<<Ahí estaba yo, tirada en el suelo de la habitación y resignada a que abusen sexualmente de mi. Sus manos se fueron a mi sostén rápidamente, lo miré con asco ¿cómo un papá puede hacerle eso a una hija, a su única hija? Comencé a llorar y patalear con desesperación mientras gritaba fuerte con el fin de que alguien me escuchara...>>

—Por la mierda—escuché. Alguien había entrado en la habitación, seguramente era mi papá que venía a tratar de terminar lo que nunca logró hacer.

—¡Vete de aquí!—grité fuerte. Tanto patalear las piernas se me habían enredado en las sábanas y me sentía más apretada de lo común.

—Soy yo, soy el Eduardo—me tranquilicé un poco—tranquila, soy yo no pasa nada...

Lloré aún más de la vergüenza. Me senté en la cama y miré a Eduardo, él estaba de rodillas y me miraba fijamente a los ojos.

—¿Qué fue lo qué pasó?

—Un mal recuerdo...

—Dicen que si no cuentas las pesadillas al tiro se hacen realidad—prendió una luz.

—Ojalá esto haya sido mentira—agaché mi cabeza—no creo que sea bueno contárselo, no quiero dar más lástima.

—También puedo ser un amigo, Julieta...—murmuró—me dio miedo cuando escuché tus gritos, ya son casi las cuatro.

—¿En serio quiere que le de la lata con mis problemas?—asintió—resumiendo todo, mi papá, hace dos años intentó abusar de mi.

—¿Broma que tu papá?—negué con la cabeza. Él cerró los ojos fuertemente y enrolló el puño—¡viejo de mierda! ¿qué cresta tenía en la cabeza?

Me quede en silencio o más bien, nos quedamos. Ninguno hablaba algo, él parecía sorprendido y a la vez molesto.

—Ya no le doy más importancia, mi vida ya está rota, nada más que hacer que tratar de mantener a mi mamá aquí conmigo...

—¿Qué enfermedad tiene tu mamá?—preguntó con cuidado, lo supe por su tono de voz

—Leucemia, creo que anteriormente ya le había comentado—asintió—ya sé que en cualquier momento se me va ir pero necesito tenerla conmigo, no sabe lo difícil que será cuando ella no esté aquí conmigo... Ha estado un año entero sin hacerse las terapias, y pucha, si un mes se las salta ya es malo, imagínese un año.

—Aún no pienses eso—frunció las cejas—debes pensar que vas a tener a tu mamita contigo y piensa en denunciar a tu papá, ¿alguna vez lo has hecho?

Negué con la cabeza.

—Bueno pues debes hacerlo, ¿qué más esperas? ¿qué la deje en una clínica? o en el peor de los casos, Julieta, podría matarla o a ti.

Habló duro y eso me dolió un poco, pero era la verdad y nadie podía ocultarla.

—Lo del brazo...—hizo una pausa—¿fue él, verdad?

Moví la cabeza mientras sentía que las lágrimas saldrían nuevamente de mis ojos.

Me volví a acomodar en la cama para dormir, estaba mirando el techo, viendo cada detalle. Que no era ni uno, porque estaba todo perfecto y blanco. Eduardo aún no se iba, podía escuchar su respiración.

—Debes dormir, aún es muy temprano—asentí—si mañana no te sientes bien, no te levantes, no quiero verte decaída mientras trabajas, en realidad a la Anto no le haría nada de bien vete así.

—Muchas gracias—susurré.

—Que descanses...

Sentí la puerta y entonces supe que mi jefe se había retirado. Vi la hora en mi celular, eran las cuatro de la mañana justo. Solté un suspiro largo y me quede mirando hacia el techo. Sin darme cuenta caí nuevamente rendida en los brazos de Morfeo.

Más que mi jefe || Eduardo Vargas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora