«18»

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Corrió aún si huir estaba volviéndose una costumbre, así que lo hizo cuanto el frío le permitió, afuera estaba helado, sus piernas temblaban y sus huesos dolían, sentía que sus manos iban a desprenderse de su ser y que al caer al suelo se romperían como el cristal.

Posiblemente la gripe volvería a atacarlo.

La calle estaba vacía, ausente de cualquier coche, y el parque estaba aun más solitario.

Su garganta jalaba aire del exterior con desesperación, sus pulmones necesitaban más oxígeno, estaba cansado y adolorido.

¿Por qué salir así, Felix?

Se dejó caer sobre una banca bajo una farola, el metal estaba helado, tembló de frío en el instante.

¿Changbin y él habían tenido esa conversación?

Y si realmente había sido así...

¿Por qué no podía recordarlo todo?

Aquella farola siempre lo veía llegar en los peores momentos, sus peores días o semanas, estaba presente en las noches duras con lágrimas y dolores en el pecho.

Incluso si lloraba en ese momento, no tendría sentido, sus lágrimas se convertirían en cubos de hielo al caer por sus mejillas.

Pero nuevamente se vio en ese lugar, con suficiente luz artificial pero con una interminable penumbra sobre su corazón, sosteniendo el teléfono con la pantalla desbloqueada mostrando el contacto de su madre como hace tiempo atrás, era como un deja vú, el nudo en la garganta también se presentó.

Con la mano temblorosa presionó el botón verde y acercó el aparato a su oreja, cerrando los ojos mientras que el alboroto en su estomago rogaba por obtener respuesta.

¿Hola?

—Mamá

¿Félix?

Su voz adormilada de su madre fue lo suficientemente nostálgica como para hacerlo llorar.

—Lamento llamar a esta hora -el timbre de voz del chico comenzó a titubear, haciéndole parecer un niño pequeño. —pero era necesario.

¿Qué pasa?

—He cometido muchos errores, mamá.

Todos lo hacemos en algún punto.

La escuchó bostezar.

—Pero creo que he excedido el límite de errores.

Le costaba respirar con naturalidad.

Fue tu elección ir hasta allá, Félix.

—No me he arrepentido.

¿Entonces?

Sus sentidos se desgarraron de adentro hacia afuera, los ojos le dolían al llorar expuestos al frío.

—Me enamoré, y creo que lo arruiné -limpió sus mejillas con las mangas de su abrigo. —no, yo realmente lo arruiné.

¿Quieres tomarte un descanso de esto, hijo? Podrías venir y quedarte unos días.

—Tal vez lo haga luego. -habló entre grandes hipidos. —Debo reparar lo que hice.

No le des tantas vueltas. -le escuchó reír ligeramente. —Todo va a estar bien.

—Gracias. -sus piernas temblaron hasta el punto de hacerlo quedar en cuclillas. —Duerme bien, voy a colgar.

—Hasta luego.

kids coffee shop ; changlixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora