Los Hermanos Sean Unidos

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Bajamos la colina de Brai a toda velocidad. El viento volvía a azotar mi rostro y mi cabello se movía con violencia a mis espaldas, me aferraba a la chaqueta de Gaeil para no caerme de esa máquina mortal, sólo rogaba que mi cuñado sea realmente para conducir porque no quería terminar con la mitad de mi cuerpo destrozado por el pavimiento.

Dudaba que Kentin esté ya en casa de sus abuelos, pero aun así Gaeil entró la Harley al garaje. Me ayudó a descender, pues de los nervios del viaje me había paralizado. Entró a casa y llamó a su abuelo, Rick salió de la cocina con una taza de café en sus manos.

—¡Eso sí que fue rápido! —exclamó, asumiendo que la premura con la que habíamos regresado—. ¿Qué tal se comporta la vieja Betsy?

—¿Ya llegó Kentin? —preguntó, sin prestar atención a lo que su abuelo había dicho. Rick negó con la cabeza.

—No, aún no, ¿por qué? —quiso saber Richard.

—¿Recuerdas la bicicleta en la que Kentin se accidentó en la colina? —quiso saber Gaeil, el anciano asintió—. ¿Dónde está? Necesito verla.

—Hace muchos años que la tiramos, Gaeil —Le dijo Rick, mientras se sentaba con nosotros en el salón— ¿Para qué quieres verla?

—Necesitaba sacarme una duda, nada más. Esperaré a Kentin —respondió y se sentó, Rick levantó una ceja.

—¿A Kentin? —repitió, sorprendido; mi cuñado asintió y se sentó en el sofá, cruzado de piernas y brazos y con el ceño fruncido, al parecer estaba pensando—. ¿Estás seguro?

Nadie se movió ni dijo una palabra en los siguientes treinta minutos, sólo de vez en cuando se escuchaba a Rick toser o sorber un poco de su café. Gaeil era concentración absoluta y yo estaba dividida entre el miedo y la curiosidad. Seguramente la idea de mi cuñado no iba a tener buen puerto, pero algo me decía que tenía que quedarme allí. Finalmente, pasadas las doce, escuchamos el auto de Thomas estacionarse al frente de la casa, las llaves en la puerta y luego a vi a mi novio y mi suegro entrar en casa; cuando ambos vieron a Gaeil, se quedaron duros, Kentin frunció el ceño y Thomas abrió los ojos, sorprendido.

—Gaeil, hijo, ¿qué haces aquí? —preguntó Thomas. Era muy extraño escuchar a Thomas decirle hijo a otra persona que no sea Kentin cosa que provocó en mi novio el fruncir aún más el ceño.

—Hola, viejo —lo saludó Gaeil—. Hola, Kentin.

Kentin no respondió, clavó los ojos en mí como exigiéndome respuestas. La abuela Mae entró detrás de su hijo y nieto, al ver a Gaeil en su casa frunció la cara en una clarísima expresión de disgusto.

—Creí que habíamos acordado que a las doce ya te habrías ido —gruñó Mae a su hijo mayor.

—Ya terminé de reparar a Betzy —dijo Gaeil.

—Entonces lárgate de aquí —gruñó Kentin, mientras se sacaba la chaqueta.

—No me iré hasta que tú y yo arreglemos el problema que tenemos. —Gaeil, se puso de pie, preparado para hablar con su medio hermano menor.

—¿Problema? ¡Tú y yo no tenemos ningún problema! —le gritó Kentin, mientras hacía crujir sus guantes de motocicleta—. El problema eres tú.

—Eso es lo que piensas, pero Annie me contó lo que tú nunca quisiste decirme —dijo Gaeil. Empalidecí de golpe y vi los ojos de mi novio que se clavaban en mí como dos basiliscos, listos para darme muerte.

—¿Qué mentiras le dijiste? —me preguntó mi novio, pero Gaeil se interpuso.

—No dijo ninguna mentira, sólo dijo la verdad: Me dijo que tú pensaste que yo le quité los frenos a tu bicicleta —gruñó Gaeil mientras se mantenía en su sitio, impasible e inamovible. Rick miraba esa escena sentado,Thomas era parte de la pared, pero Mae no se quedó atrás.

Corazón de Melón con Chocolate (libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora